En el curso 1943-1944 se celebró el XXV aniversario de la fundación del Colegio de San Agustín y poca huella material ha sobrevivido al acontecimiento. No he logrado encontrar más que una mera referencia en la portada de un extenso folleto de 73 páginas. Pero en vano buscará el lector entre sus páginas algún otro elemento relativo a la historia fundacional. En efecto, 1918 fue ese año. Sin dejar esto de ser muy cierto, a efectos analíticos, es preferible hablar de periodo fundacional al comprendido entre los años 1917 a 1924, con dos subperiodos el de 1917-1918 caracterizado por la maduración de la primigenia idea y la tramitación del proceso administrativo tendente a su reconocimiento legal, regulado en los arts. 148-155 de la vetusta Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, y el de su materialización entre 1918-1924 con implantación progresiva de la docencia y la salida de la primera promoción de bachilleres.

Al P. Teodoro Rodríguez Fernández (1864-1954) se le considera como el fundador del Colegio San Agustín de Málaga por su condición de Provincial de la Orden.

En el Capítulo intermedio celebrado en El Escorial en julio de 1917 se tomó la decisión de fundar un colegio en Málaga y antes del 15 de agosto ya se habían desplazado a nuestra ciudad los PP. Valentín Pérez Arnáiz (1868-1938), Antonio Cano Sánchez, Miguel Barrera Catalá (n. c. 1864), Ambrosio García Hidalgo (n. 1880) y Anselmo Ruiz Cano (n. c. 1868) con el objetivo de implantarlo.

Inicialmente se alojaron en el número 3 de la calle Ríos Rosas (actual Cañón) en espera de que se resolvieran cuestiones muy sustanciales: que el obispado adquiriera el edificio ocupado por las Casas Consistoriales en la calle San Agustín 9, que se lo entregara a la Orden Agustiniana, que el cabildo municipal desalojara el viejo caserón y que éste se adaptara a su nueva función de claustro conventual y centro docente.

Los trámites estrictamente administrativos comenzaron el 31 de agosto de 1918 con una instancia del P. Pérez Arnáiz dirigida al director de Instituto General y Técnico, que en aquel momento era don Luis Muñoz-Cobo Arredondo, solicitándole autorización para la apertura e incorporación legal al Instituto del «Colegio que los PP. Agustinos proyectan instalar en el edificio que actualmente ocupa el Excelentísimo Ayuntamiento de esta ciudad».

El expediente se completaba con los siguientes documentos: partida de bautismo y certificado de penales de la persona física peticionaria, en este caso el director del centro; certificado de la Academia de Bellas Artes de San Fernando sobre higiene y seguridad con fecha 30 de agosto de 1918; informe de la Inspección de Sanidad relativo a si las condiciones se adaptaban a las requeridas para un colegio expedido en fecha 9 de septiembre de 1918, planos firmados el 30 de agosto de 1918 por el arquitecto Fernando Guerrero Strachan y folleto informativo conteniendo el reglamento; estos dos últimos documentos fueron visados por don Alfonso Pogonoski Martín, el vice-director del Instituto, el 8 de octubre de 1918.

Incluía el expediente la siguiente propuesta de profesorado: P. Valentín Pérez Arnáiz, licenciado en Filosofía y letras (Lengua Castellana y Religión de 1º curso), P. Restituto del Valle Ruiz, Licenciado en Filosofía y letras, P. Marcelino Arnáiz Hortihuela, Licenciado en Filosofía y letras, P. Eudoxio Pérez Pascual, Licenciado en Ciencias (sección Física), P. Domiciano Seco Arrizabalaga, Licenciado en Ciencias (sección Química), P. Arturo Cano Landáburu (Nociones y ejercicios de aritmética y geometría), P. Ambrosio García Hidalgo (Geografía General y de Europa) y P. José Crespo Fernández (Caligrafía).

El expediente de sometió a exposición pública con su publicación en el Boletín Oficial de la Provincia del día 21 de septiembre de 1918 y al no existir objeciones el expediente quedó resuelto el 17 de octubre al ser reconocido como centro docente e incorporado al Instituto de Segunda Enseñanza.

Es evidente lo ambicioso con que fue diseñada esta nueva institución educativa. La reforma del inmueble se efectuó de acuerdo con lo proyectado por Guerrero Strachan: en la planta baja portería, despacho del director, sacristía, dos aulas, cocina, despensa y retretes; en la principal tres aulas, dos comedores, dos retretes, office, azotea y la Tribuna y en la segunda cuatro dormitorios, dos retretes y lavabos, laboratorio, gabinete de física y biblioteca.

Se pretendía prestar una enseñanza que atendiera a la formación integral -»física, intelectual, religiosa y moral»- para lograr «buenos cristianos, cumplidos caballeros y buenos ciudadanos».Cuatro tipos de alumnos

En principio se admitirían cuatro tipos de alumnos: externos (sólo recibían enseñanza), permanentes (además merienda), medio-pensionistas (comida y merienda) y semi-internos (comida, merienda y cena). El precio de la enseñanza oscilaba entre las 10 pesetas mensuales en primaria elemental y las 40 en 6º de bachillerato, al que se añadían 15, 50 y 90 a cada uno de los tres últimos tipos.

De acuerdo con el art. 1º del reglamento presentado las clases debían comenzar en el curso 1918-1919 con primera enseñanza en sus diversos grados y 1º de bachillerato, y tener implantación progresiva de los restantes cursos de bachillerato en los años sucesivos.

De cumplirse esta previsión la primera promoción de bachilleres habría completado los seis años en el curso 1923-1924. Sin embargo desconocemos cómo y donde se realizó la docencia durante el curso de 1918-1919 ya que en aquellas fechas aún no se había recepcionado el nuevo edificio del Ayuntamiento. El 4 de febrero de 1919 el número 9 de la calle San Agustín aún era considerada como la casa del Ayuntamiento en donde vive el conserje del Parque de Bomberos y en el acta levantada por el agente censal el 18 de febrero de ese mismo año escribió lo siguiente acerca de la vivienda de la calle Ríos Rosas 3 «la habitan los agustinos, los ha visitado varias veces y no están nunca en dicha casa y cuando están me lo niegan en la portería». De todas formas el número de estudiantes de aquel primer año no debió de ser muy numeroso pudiéndose adaptar bien a las condiciones materiales algo precarias. Es significativo que de los cinco licenciados propuestos como profesores sólo el director tenía asignada una docencia concreta; tres de ellos jamás se incorporaron al colegio y uno, el P. Restituto del Valle Ruiz (1865-1930), sólo permaneció más tardíamente durante el curso 1923-1924. Parece obvio que en el expediente jugaron un papel meramente cosmético.

La aceptación de este nuevo colegio por la burguesía malagueña fue rápida y el crecimiento de la comunidad es un fino indicador de ello.

En 1920 seguían siendo diez los religiosos que ya ocupaban las instalaciones del nuevo claustro conventual: Valentín Pérez Arnáiz, el director entre 1917-1921, Leoncio Zufiria Irastorza (1864-1925), Manuel Fraile Miguélez (1864-1928), Arturo Cano Landáburu (n. c. 1872), Ambrosio García Hidalgo, el director entre 1921-1927, José Cabrero Herrera (n. 1888), José Crespo Fernández (n. 1886), Benito Zarzosa Orue-Rementería (n. 1888), Manuel Carrera de la Hoz (n. 1893) y Andrés Pérez de Toledo (1898-1956), pero dos años después se habían incrementado a dieciséis y en 1924 eran veinte y cuatro, cifra que se mantenía en 1930 y que nunca más se logró alcanzar a lo largo de la vida del colegio.

El internado

La evolución del internado es otro notable indicador de su crecimiento. Aunque no estaba previsto inicialmente debió de inaugurarse hacia 1923 porque al siguiente año eran veintiséis los estudiantes internos que aumentaron hasta cuarenta en 1930 (entre 9 y 16 años de distintos pueblos de la provincia de Málaga -uno sólo de la capital-, pero también de municipios de Granada, Córdoba, Sevilla, Cádiz y Jaén).

En ese momento el colegio disponía de cinco empleados, dos de ellos mujeres. Como estaba previsto la primera promoción de bachilleres salió de las aulas agustinianas el curso académico 1923-1924 y estaba constituida por Enrique García-Herrera y García de la Reguera (oficial administrativo de la Diputación), José Burgos Bravo (abogado, jurídico militar), José Garijo Ruiz (abogado y vinatero), Luis Díaz Heredia (aún estudiante en 1930), Antonio Pérez de la Cruz González (abogado), Emilio Utrera Maresca (farmacéutico), Sergio Gómez Ortega (médico forense), Ángel Utrera Figueroa (abogado, notario), José María Álvarez Bugella (médico) y Julio Leyva Vances (militar del arma de ingenieros).

Todos ellos disfrutaron de una larga y fructífera vida profesional excepto Díaz Heredia. Nacido el 16 de agosto de 1908 era hijo de don Ramón Díaz Petersen, ingeniero de Caminos y Jefe de la División Hidráulica del Sur, y de doña Ana María Heredia Sandoval, una familia muy cercana a FET y de las JONS. Fue asesinado el 1 de septiembre de 1936 en el callejón de La Pellejera.