Preparaba Rafael Reyes (Málaga, 1975) los exámenes de septiembre de Informática en la UMA cuando se empezó a encontrar mal. «Terminé en el Clínico, me dijeron que tenía la tensión muy alta y que mis riñones podían estar mal».

Tuvo que dejar los estudios de Informática para afrontar tres años y tres meses de diálisis en El Atabal, tres veces por semana, a la espera de un trasplante. Por fin, un 8 de abril de hace 14 años, de madrugada, recibió la llamada que tanto esperaba.

Gracias a una familia generosa, que se sobrepuso a la pérdida de un ser querido, Rafael pudo recibir un riñón y, un año más tarde, pudo empezar a llevar una vida normal. «Aparte de una medicación de por vida totalmente necesaria para no tener rechazo, nos piden que hagamos una vida saludable, que hagamos deporte y comamos dieta mediterránea para que todo vaya rodado», explica.

Antes del trasplante cuenta que «el deporte estaba para mí totalmente descartado porque en el momento que hacía un sobreesfuerzo me mareaba mucho».

Gracias a que entró en contacto con Pepe López, presidente entonces del Club Deportivo Trasplante Andaluz, supo que los trasplantados celebraban todos los años unos juegos nacionales y hasta un mundial, «y que uno de los deportes iba a ser el pádel, que le gusta a mi mujer, Carolina, y que es un deporte adecuado».

Porque, como explica, los trasplantados tratan de evitar los deportes de contacto. Así que, raqueta en mano, Rafael Reyes, con Antonio Jesús Martínez de pareja, participó en los mundiales, que el año pasado se celebraron en su ciudad natal y la pareja obtuvo la medalla de oro, en la categoría de mayores de 40 años. Los partidos se jugaron en la Ciudad de la Raqueta.

Y hace unos días, el dúo repitió la gesta en los Juegos Nacionales de Trasplantados de Guadalajara. Pero además, como cuenta Rafael, en los juegos los trasplantados pueden participar en cierto número de disciplinas y el malagueño también se ha llevado la medalla de oro en 50 metros braza; 50 metros libre y ha conseguido la medalla de plata en 4 x 25 relevos.

Rafael Reyes quiere resaltar que estos juegos, más allá de la competición, son una manera de dar las gracias a esos donantes anónimos que les han regalado a los trasplantados una segunda oportunidad.

Además, aprovecha para animar a quienes se encuentran en diálisis, como él estuvo: «Cuando estaba en diálisis lo veía todo muy negro. Ahora, trabajo, pago mi hipoteca, salgo con mi mujer, celebro los cumpleaños con mi gente...hago una vida normal y el deporte es intentar alcanzar una calidad de vida y decir: puedo hacerlo».

El deporte, recalca, es compatible con el trasplante y rebaja el riesgo de contraer enfermedades. En el horizonte, los juegos europeos en Córcega y el mundial en Newcastle. De momento, las medallas conseguidas son una prueba de generosidad y calidad de vida.