El precio que los conductores españoles pagan por los carburantes se obtiene de sumar el coste del precio del petróleo antes de impuestos y los diferentes tipos de gravamen que se aplican a cada uno de ellos. Cuando repostamos un litro de combustible no solo estamos pagando por el petróleo empleado para su fabricación, sino que hay diversos factores que se tienen en cuenta para fijar el precio final de la gasolina. Según datos de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos, cerca de la mitad del coste al público son impuestos: el 54% en el caso de la gasolina y el 48% en el gasóleo.

El precio de la materia prima viene determinado por la cotización del petroleo en los mercados internacionales. Nunca es fija, es decir, varía según la cotización internacional del barril de petróleo. Este precio puede verse afectado por la demanda y la zona en la que se extrae la materia prima, entre otros muchos factores, como el impacto de la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, como acaba de ocurrir con la decisión de Trump.

Entre los impuestos que se pagan a la hora de repostar están el IVA y el llamado Impuesto Especial sobre Hidrocarburos, que incluye un tramo autonómico que puede añadir hasta 5 céntimos más.

El Gobierno recauda cerca de 10.000 millones cada año por la venta de hidrocarburos, que representan aproximadamente la mitad de los que se recauda por los llamados impuestos especiales (alcohol, tabaco, electricidad, carbón o carburantes).

El gasóleo o gasolina al por mayor solo supone el 38% o el 33% de lo que pagamos y a esto hay que añadir el margen de beneficio del mayorista (sobre un 2%) y el de la gasolinera y costes de distribución que están entre el 11% y el 12%.

Los conductores también pagan por el transporte, la distribución y la comercialización de los carburantes.