Cuando la soledad acecha a las personas a cierta edad puede convertirse en un enemigo que es muy difícil de erradicar. Esta situación provoca, por lo general, malestar interno y gran tristeza a las personas que la sufren, según indican los especialistas. No todos los casos son iguales, ni tiene por qué afectar de la misma manera, pero una de la consecuencias que este escenario presenta es el desgaste emocional. «La soledad les afecta de muchas maneras: en primer lugar, pueden aparecer problemas a nivel físico, como la llegada de nuevas enfermedades, se puede producir resiliencia fisiológica y sus capacidades pueden verse reducidas. Pero también perjudica mucho a nivel psicológico, ya que puede presentarse un desgaste emocional muy grande. Suelen estar muy infelices, se sienten aislados y la salud cerebral puede verse dañada», expresa Cristina Barceló, psicóloga malagueña.

En este mismo sentido, la sensación de tristeza y aislamiento que estas personas sufren provoca una sensación similar «al estrés crónico». «Pueden sentir los mismo síntomas, con ansiedad e incluso pueden aparecer otras enfermedades como la demencia senil. Esta situación provoca en ellos una respuesta muy negativa que deriva en depresiones en muchas ocasiones», indice la doctora.

El problema más grave ante un escenario como éste se presenta con «la muerte prematura por soledad». «Estos casos no se denominan como tal, no están demostrados oficialmente. En ningún estudio viene reflejado como el problema principal de la muerte, pero las investigaciones apuntan a que la soledad, provocando un malestar de estas características en personas de edades tan avanzadas como estas, puede directamente llevar al desgaste físico, provocando, como se ha destacado antes, problemas fisiológicos que derivan en una muerte prematura de la persona», recalca la especialista.

Por otro lado, en la soledad de estas personas se considera se considera en muchas ocasiones que el aislamiento se ha producido por parte de la familia, sin embargo, no siempre es así. «Según diversos estudios tanto nacionales como internacionales, existen dos motivos que llevan a la persona a aislarse, a pesar de tener una familia que le visita a diario. Estos son la jubilación y la viudedad, que influyen directamente en cómo va a afrontar la persona la soledad por la pérdida de la pareja o la soledad por alejarse de un círculo social establecido desde hacía muchos años», expresa Barceló. En este sentido, la especialista puntualiza que en el 90% de los casos, es el hombre el que se ve abocado a la soledad tras su jubilación. «Si a esta situación se le suma que el afectado ha perdido a su pareja recientemente, el aislamiento es mayor».

De este modo, la doctora recomienda que, a nivel psicológico, es muy importante que se ofrezca «una estimulación al paciente, que realice actividades físicas y que comience a relacionarse tanto con su familia como con personas de su edad». «Uno de los aspectos más importantes es tener en cuenta cómo la persona afronta la situación que la vida le está planteando. En este caso, la soledad. Si esta no ha cuidado su vida social o familiar, se verá más retraído a la hora de poder ser tratado». De ahí, que los especialistas trabajen con la aceptación del paciente para que este pueda comprender que «las circunstancias son así» y «hay que afrontarlas para continuar adelante».

Asimismo, Barceló asegura que no sólo es cuestión de trabajar con los ancianos, sino que también es necesario hacerlo con los familiares para que tengan en cuenta «de qué forma deben comenzar a tratarlos». «Trabajar con la familia es muy importante, en el caso de que se tenga acceso a ella, ya que serán un punto clave para el desarrollo de esa aceptación de la realidad que el paciente necesita», puntualiza.