Esta pareja compuesta por una flautista y un guitarrista llega directamente desde otra de las ciudades con más encanto en el continente, Praga. Conocen bastante poco el idioma, pero a la perfección el contexto de la música callejera en Málaga.

«Los puntos que se han anulado eran de los más importantes» repiten, «según la ley, si una persona se queja tienes que parar, y eso desde nuestro punto de vista es absurdo». Ambos transitan muchas de las zonas estipuladas, pero donde suelen situarse es en la calle Nueva, una de las vías comerciales con más transito del centro. «También tenemos que respetar el límite de 65 decibelios, pero no es coherente que un grupo conformado por dos personas tenga el mismo baremos de ruido que un solo instrumento». Pertenecen a la asociación, porque piensan que están haciendo «una gran labor», pero no condicen con algunos de los colegas en las fórmulas señaladas en el reglamento.

«Por otra parte, el tiempo que tienes debes emplearlo desde el comienzo de la hora, si llegas más tarde o has empezado a las y media, de la misma manera debes de irte a en punto» alega el dúo, «pero hay que hacer balance de que es lo mejor para cada uno en esta nueva situación de la música en la calle, y es duro». «Aunque la música se siente y tiene que ser escuchada, no debe ser un acto frío para exigir al público que contribuya económicamente», incide Mihail, quien cree que la clave «está en conseguir ser escuchado, tanto en nuestras reivindicaciones, como en nuestro día a día en la calle».