A la mañana después de San Juan le persiguen la suciedad y el mal olor. Un año más, el civismo se ausentó en largos tramos del litoral malagueño y las playas amanecieron reconvertidas en testigos de una gran resaca. Como prueban las imágenes que acompañan estas líneas, el impacto de la batalla etílica sobre las playas fue similar al de poner un vertedero al aire libre. La estampa ofrecida, por ejemplo en La Malagueta, siempre con algún «cadáver» de los que hacen época en las redes sociales, dista mucho de aquella ciudad que quiere cultivar ese turismo de pieles blancas y muchos euros en el bolsillo. Basura de fondo en los primeros desayunos que se sirvieron en el Hotel Miramar. No sirvió, por lo tanto, el trabajo de concienciación previo que se hizo por parte del Ayuntamiento y del Aula del Mar, obligando a 188 operarios de Limasa a emplearse a fondo para recoger hasta 40 toneladas de residuos, 12 más -42%- que en 2017. Además, pese a que las hogueras estaban prohibidas, se detectaron diez, cinco más que el año pasado.

Con destreza, los trabajadores de la limpieza fueron llenando contenedores y camiones. Sorteando a los últimos jóvenes que seguían en pie y a las numerosos tiendas de campaña. Hasta el año que viene, que en San Juan la basura es la ley.