­El conocido economista José María O´Kean participó este pasado martes como conferenciante en el foro de La Opinión de Málaga en el que se presentó la segunda edición del suplemento anual de economía 'Marca Málaga'. O´Kean, catedrático de Economía aplicada de la Universidad Pablo de Olavide y profesor de Entorno Económico del IE School, disertó sobre los retos de la economía digital ante casi 200 asistentes y aprovechó también para hacer un repaso general de la actual coyuntura en España. Al término, charló con este periódico sobre la salida de la crisis, los sueldos, las pensiones o la crisis catalana.

En los últimos años se ha producido una mejora económica pero la impresión es que se percibe más en los datos «macro» que en las condiciones del conjunto de la población.

Antes salíamos de la crisis devaluando la moneda pero ahora, con el euro, eso no ha podido hacerse. Estamos saliendo porque las empresas están exportando mucho más y también porque los salarios se han moderado o han bajado. Eso ha permitido que España tenga unos precios muy competitivos en el mercado exterior. O sea, que la salida de la crisis ha venido por una devaluación real, y por eso mucha gente tiene la percepción de que la globalización no le he beneficiado. Es normal que se sientan perjudicados.

Empresarios y sindicatos han firmado un acuerdo marco para la subida de salarios (un 2% y otro 1% en función de las condiciones de cada empresa) ¿Se puede empezar a recuperar lo perdido durante la crisis?

Los salarios no van a subir por decreto ley. Las empresas irán repercutiendo ese 2% que se ha firmado, con otro 1% que dependerá de la productividad, pero la cuestión de fondo es por qué en España pagamos sueldos tan bajos. Estamos especializados en una serie de actividades que no generan mucho valor. Nadie va a pagar nunca a un trabajador 2.000 euros al mes si el trabajo que hace es de un valor de 1.000 euros. Para que los salarios suban de forma consistente tenemos que especializarnos en puestos que generan más valor añadido.

¿Tiene muchos deberes que afrontar el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez?

Los tiene. Está por un lado el tema de las pensiones, que hay que aclarar cómo se van a financiar; el problema de la financiación autonómica, que está relacionado con la crisis catalana y que mete mucha presión; el problema del mercado laboral, que en España no funciona bien porque cuando llega una crisis ponemos a dos millones de personas con contrato temporal en la calle; o el asunto de la transformación digital en la economía, al que hay que adaptarse. Otro asunto que es que tanto el Estado como las familias están muy endeudadas. Se necesitan ajustes para avanzar y para mantener ese crecimiento anual del 3% del PIB en España, que está ayudando muchísimo a reducir tensión económica y social.

¿Y se pueden hacer cosas con la actual distribución de fuerzas políticas?

Debemos aprovechar los buenos tiempos para acometer las reformas. Siempre las hacemos en crisis, cuando estamos al borde del precipicio, y por eso todo nos resulta mucho más costoso. Es verdad que el Gobierno no tiene aritmética política para afrontar todo esto, y en cierta medida eso puede resultar hasta tranquilizador, porque si los cambios se van a hacer en una dirección contraria a la que se necesita, mejor que nos los haga.

La reforma laboral que hizo el PP en 2012 lleva años en el centro de la polémica. Los críticos hablan de derogarla y los que la apoyan prefieren hablar de introducir mejoras.

No se puede volver al marco laboral de antes, porque se ha demostrado que eso no funciona. Tenemos que plantearnos una reforma laboral pensando en el futuro, no en el pasado. La gente hace mucho más teletrabajo ahora, igual no quieren trabajar 40 horas de lunes a viernes, sino hacerlo en cuatro días y tener el viernes libre. Se trata de hacer ajustes distintos. Y desde luego, hay que acabar con el abuso de los contratos temporales. Los empresarios no se gastan dinero en la formación de los trabajadores porque saben que los van a despedir en seis meses. Se rota sistemáticamente a los empleados por los mismos puestos con contratos de menos de mil euros al mes. Así no se puede construir una sociedad.

¿Qué hay que hacer pues?

La reforma laboral tiene que avanzar en unas líneas claras. Por ejemplo, es evidente que si un hombre y una mujer realizan el mismo trabajo tienen que ganar igual. Es evidente también que si se echan horas extraordinarias te las tienen que pagar. Y que las empresas tienen que gastarse dinero en la formación de los trabajadores, porque el capital humano es clave. Pero vivimos en un mundo tan disruptivo y cambiante que también hay que dar a las empresas flexibilidad para cambiar a las trabajadores, tanto en sus funciones como en cuanto a las personas que desempeñan las tareas. Es evidente que si una economía empieza a entrar en fase de paro lo mejor es que los trabajadores pasen a echar seis horas en lugar de ocho antes que despedir al 20% de la plantilla.

¿Todas esas ideas ayudarían también a reducir el paro?

Son cosas tan evidentes que no sé por qué no las aplicamos. No sé por qué queremos volver al pasado, cuando hemos tenido siempre una de las tasas de paro más altas de Europa. Cuando entramos en crisis hemos llegado al 26% en España, mientras que los demás países estaban en el 10%. Lo que no podemos es coger lo mejor de las relaciones laborales de cada país y no las medidas que realmente ajustan su economía. En todos los países hay una parte bonita de legislación laboral y otra que es más dura. La reforma laboral tiene que abordar el futuro. Y con elementos del pasado no podemos hacerlo.

Propone usted algo así como cambiar de chip.

No se trata de derogar la reforma laboral sino de tener una visión nueva de las relaciones laborales que no sea de enfrentamiento entre empresarios y trabajadores. Ésa es la dialéctica marxista en la que han estado siempre basadas todas las relaciones laborales en España. Hay que buscar una relación distinta, donde cada uno tenga sus derechos y sus obligaciones. Lógicamente, la parte más débil es la de los trabajadores, y tienen que tener una protección, pero también hay que comprender la actividad empresarial, que es lo único que hace que una sociedad mejore su nivel de renta por habitante y el bienestar de todos.

La Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA) afirma que la comunidad necesita 100.000 nuevas empresas para poder generar más empleo.

La única solución en España para el empleo pasa porque haya más empresas. No hay otra. Podemos hacer lo que queramos pero si no apostamos por eso, si todo lo que hacemos va en contra de que existan más empresas y de que sean de mayor tamaño que las actuales no tenemos futuro. Podemos ser de izquierdas o de derechas, nos pueden gustar los empresarios más o menos, pero si un país no tiene grandes empresas y un tejido productivo suficiente para dar empleo y generar renta, ese país no puede vivir bien. Esa es la clave. Todo lo demás son justificaciones que se buscan.

El futuro de las pensiones es uno de los grandes retos que afronta la sociedad española, ¿cómo observa este asunto?

Las pensiones se pueden comprar a una bañera llena de agua, que tiene unas entradas (ingresos) y unas salidas (las coberturas). Las salidas son cada vez mayores por cuestiones vegetativas: la esperanza de vida crece y cada vez habrá más pensionistas y menos trabajadores para sostener esas pensiones. En torno a esta imagen hay dos modelos. Uno es el que sigue el Pacto de Toledo, y que básicamente apuesta por mantener esa bañera, con posibles modificaciones para que haya más ingresos. El otro modelo es el de romper esa bañera y financiar las pensiones vía Presupuestos Generales del Estado, con lo que no se estaría sometido a la tensión poblacional ¿Qué es lo que va hacer el actual Gobierno? Parece que su apuesta, y todos los partidos están de acuerdo, es la de mantener la bañera. Algunos hablan de sacar las pensiones de viudedad (que irían a los PGE) para que cuadren las cuentas. Otros hablan de mantener todas las pensiones en ella y aumentar los ingresos. Eso es lo que dice el PSOE.

Se prevé un gran debate en torno a esta cuestión.

Sí. Algunos piensan que las salidas también hay que ajustarlas porque las pensiones de algunas personas son muy altas y otros reciben más de lo que aportaron en su día a la Seguridad Social. La línea que veo en este Gobierno es la de seguir pagando las pensiones igual y sin grandes ajustes, conforme al IPC. Por eso se van a meter más ingresos a base de posibles impuestos a las instituciones financieras, a las tecnológicas tipo Google, al ecommerce, a la gasolina y al diésel, a las personas que ganan más de 150.000 euros de renta, a los intereses del ahorro por encima de los 50.000 euros o reduciendo algunas desgravaciones a las sociedades anónimas. Se habla también de destopar las cotizaciones sociales en los salarios mas altos. Todas estas medidas harían que la bañera de las pensiones ganara más agua.

¿Ha tenido menos impacto en la economía del que se esperaba la crisis catalana?

Inicialmente teníamos la expectativa de que todo esto iba a hacer que Cataluña se viniera abajo y arrastrara a la economía española pero eso poco a poco se ha ido adaptando a la realidad ¿Y cuál es el escenario? Que Cataluña no va a ser independiente. Tendremos dificultades y líos pero el camino no va a ir por ahí, y eso ha dado tranquilidad a muchas empresas. Ha habido otras que han optado por deslocalizarse fiscalmente (se habla de más de 3.000). La cuestión es si cuando estas empresas tengan que hacer nuevas inversiones en sus plantas industriales para adecuar los bienes de capital que se hayan quedado obsoletos lo harán nuevamente en Cataluña o fuera. Si hacen esto último, significa que el empleo lo crearán fuera. Si lo hacen en Cataluña su tejido productivo se mantendrá y el efecto no será tan grande. El tema de fondo es que la actividad empresarial catalana es muy potente y aguanta.

¿Ha repercutido en Andalucía de este éxodo de empresas?

Poco. Esa es la realidad. Apenas hay empresas que se hayan venido a Andalucía por esta deslocalización, con todo lo que hablamos de nuestro clima y nuestras magníficas condiciones de vida. Sólo han optado por trasladarse aquí las que ya tenían en Andalucía alguna planta de producción. El gran reto andaluz es atraer tejido productivo, y no creo que el problema sea la falta de infraestructuras (aunque nos falte aún el Corredor Mediterráneo, por ejemplo) sino que la Administración, tal y como la tenemos concebida, parece un poco como en contra de la actividad empresarial. Sólo pone pegas y problemas. Por ejemplo, los temas ambientales hay que cuidarlos, claro, pero no podemos llevarlo al extremo de no poder hacer nada. Los trámites son muy largos y la desconfianza, generalizada. Esto hace que los entornos sean poco amigables para el tejido productivo.

Pedro Sánchez ya ha dicho que va a aplazar la negociación en torno a la financiación autonómica, algo en lo que Andalucía sí tenía bastante empeño.

Hay dos visiones. Una dice que hay determinadas comunidades autónomas, como Andalucía, que reciben menos de lo que deberían. Otros dicen que en el tema de financiación tenemos que poner orden hacia un sistema federal o autonómico controlado y restringido. Y hay quien cree que la única forma de atajar la crisis de Cataluña es darle un estatus financiero distinto, como el del País Vasco. El problema es que los demás se oponen. Yo creo que, con este escenario, el presidente Pedro Sánchez ha optado por esperar, porque sabe que va a ser un conflicto y lo que ahora quiere es destensar las relaciones con Cataluña. Quiere dejar las puertas abiertas a negociar la financiación y poder explicarlo a todos.

España vive una enorme inestabilidad política desde hace unos tres años pero la economía viene recuperándose a buen ritmo, ¿significa eso que las empresas y la sociedad no necesitan tanto a los políticos?

En muchas ocasiones sí que estorban porque sistemáticamente regulan tanto y cambian tanto de leyes que para los empresarios es muy complicado estar adaptándose de forma continua. Algunas empresas se quejan de que deben estudiarse continuamente el BOE y los boletines de las comunidades autónomas para poder saber cómo se regula su mercado: condiciones de apertura, normas sanitarias, horarios, ... Y todo en continuo cambio. Es para volverse locos. Los marcos regulatorios estables ayudan mucho a la actividad empresarial. Los empresarios no están en contra de la regulación, sino de que se cambie todos los días. Como ahora no los hay, se están dedicando más a su actividad, a vender. Se trata de tener reglas de juego claras. Los economistas decimos que las leyes generan incentivos, ya sea para hacer cosas o para no hacerlas. Si se hace una ley en la que haciendo cosas salgo perjudicado y encima me obligas, entonces lo que estás es molestando. El exceso de normativa va en el camino incorrecto.