En estos últimos meses he leído informaciones sobre la grave situación que atraviesa Kenia, país que está en manos de dos familias: los que ganan todas las elecciones -el partido que lidera Uhuru Kenyatta- y el de la oposición -Raida Odinga-. Desde 1964, que es cuando el país consiguió la independencia, las disputas no cesan. Según unos datos publicados en este mismo periódico, Kenia tiene una población de 46.606.000 habitantes, una superficie un poco superior a la de España y la renta per cápita es de 3.500 dólares; en España asciende a 33.700.

A leer esta noticia, nada halagüeña para el país africano que se cita más por los safaris que por otros motivos, me vino a la memoria un reportaje que hice hace muchos años en el que relacionaba Málaga con Kenia. Removiendo papeles encontré lo que buscaba: una crónica escrita y publicada en el desaparecido periódico Pueblo de Madrid hace ¡cuarenta y ocho años! Ya han pasado años, Dios mío. El título de aquella crónica, recogida en la última página, que era la reservada a los más sobresaliente o destacado del día anterior, era «Los negros de Kenia se pintan con óxido rojo de Málaga». La fecha exacta de publicación fue el 5 de mayo de 1970.

Óxido rojo

Como no trato de dar una lección sobre este mineral -imposible por mi parte porque que no estoy preparado para ello- su uso es múltiple, desde la fabricación de pinturas, losetas, terrazos, neumáticos€ hasta terminar en algo tan inesperado como para pintarse la cara y el cuerpo los kenianos de uno y otro sexo en determinadas fiestas.

Precisamente esta última utilización fue la que me animó a escribir la crónica de referencia. En Málaga, entonces, y ahora, el óxido rojo tiene una denominación propia y contundente: el «colorao». La factoría que estaba en la Carretera de Cádiz era conocida por la "«ábrica del colorao»; hoy está ubicada en el polígono del Guadalhorce.

Un día lejano de 1970 creí interesante hacer un reportaje sobre la fábrica del colorao. Sabía que Pedro Kraus, malagueño de ascendencia alemana y que en aquella década formaba parte de la corporación municipal de Málaga como concejal de no recuerdo qué servicio, pertenecía a la plantilla de Óxidos Rojos. Era técnico de la empresa. Lo conocía y me facilitó cuántos datos solicité. La entrevista fue en la misma sede de la Carretera de Cádiz, donde el color rojo lo inundaba todo; hasta un perro que deambulaba por allí tenía el pelaje rojo.

Una de las primeras cosas que me contó Kraus fue que con una simple ducha la piel quedaba limpia. No es como el negro que se utiliza, por ejemplo, para encarnar al rey Baltasar en la Cabalgata de Reyes cada 5 de enero, aunque este año se recurrió a un hombre de color para asumir el rol. Ese negro no se elimina con un simple enjuague.

El mineral se extrae puro de las varias minas existentes en Andalucía, concretamente en Málaga, Granada, Jaén, Córdoba y Almería. Digo se extrae desconociendo si esas minas siguen proporcionando el preciado producto o se han agotado. Entonces, en 1970, era transportado a la fábrica de Málaga en camiones.Sus usos

El proceso o tratamiento del mineral para su comercialización se inicia con su clasificación, triturado y secado en estufas alimentadas con fuel-oil. Se envasa, según el destino, en sacos de papel, de plástico y en barriles. Al menos se hacía así en 1970.

El óxido rojo es una hematita que entonces era -ahora lo ignoro- escasa en el mundo, y que la sintética alemana costaba casi el doble. El óxido rojo natural se vendía a 56 dólares la tonelada y el sintético salía a 90.

Pedro Kraus y otro técnico de la empresa me enumeraron los usos y países que importaban el producto elaborado en Málaga, un óxido rojo natural que se extrae puro de la mina con un grado de humedad que oscila entre el 4 y 10 por ciento según la época del año.

Los usos eran: fabricación de pinturas al aceite, lavables y plásticas; fabricación de losetas, terrazos, tejas, tuberías, refractarios y suelos de cemento; para artículos de goma, como neumáticos, botas, bolsas para agua; botellas de cerveza, papel para empapelar y cartón; velas y pulimentos; riegos asfálticos€ y alimentación de ganado. Este último uso me dejó perplejo, pero asi es.

En Venezuela

De las 15.000 toneladas que se producían en la factoría malagueña unas 2.000 consumían en España, y el resto se exportaba a Inglaterra (3.000 toneladas), Holanda, Japón, Indonesia, Tailandia. Estados Unidos, Alemania, Yugoslavia€ y Kenia. La última noticia que tenía la empresa entonces estaba relacionada con Venezuela: en el riego asfáltico de la autopista Caracas-La Guaira se utilizaba el óxido rojo de Málaga.

De aquella entrevista recuerdo lo que me contó Pedro Kraus. Reproduzco su respuesta: «Nosotros, a nuestro clientes, les informamos de los usos y aplicaciones del producto. También pedimos datos sobre el empleo que hacen del mismo. Como Kenia empezó a consumirlo, nos adelantamos A informarle a los compradores los distintos usos del mineral en los países que lo adquirían de forma regular; al mismo tiempo nos interesamos del uso que estaban dando el óxido rojo en su país. Entonces fue cuando nos dijeron: «No nos interesa saberlo; nosotros lo usamos para pintarnos los cuerpos en las fiestas y celebraciones populares».

Como han pasado más de cuarenta años de aquél reportaje desconozco si los kenianos siguen comprando el producto salido de la factoría malacitana, si se ha ampliado el abanico de los usos reseñados, si han aumentado las exportaciones, si la nómina de países consumidores ha aumentado€

Eso ya no me corresponde a mi indagarlo.