El modus operandi siempre es el mismo. El hotel recibe un correo electrónico que sirve de presentación y declaración de intenciones a la vez: «Buenos días, soy tal y tal, tengo tantos seguidores en mis redes sociales y la próxima semana estaré por Málaga. Me gustaría promocionar a su hotel a cambio de una estancia gratis». O dicho de otra manera, aquí estoy yo y estos son mis seguidores. Luis Callejón, presidente de la patronal de los hoteleros en la Costa del Sol (Aehcos), se conoce al dedillo estas peticiones que llegan casi a diario a los hoteles de la provincia y que buscan convertir al número de seguidores en Instagram en una divisa efectiva de pago. Los influencers son parte de esa nueva realidad que afrontan los hoteles de la provincia de Málaga y que responde a la irrupción de internet como puerta de entrada a la industria vacacional.

«Buscar vacaciones gratis es un deporte que no entiende de nacionalidades», sentencia Callejón que da igual la nacionalidad cuando «tienes la cara muy dura». Una foto en Instagram del individuo en cuestión tomando un cóctel o un vídeo en YouTube repasando las bondades de la amplia piscina se traduciría en una supuesta avalancha de nuevas reservas. Aunque los influencers se vendan a sí mismos como los mejores embajadores para atraer nuevos clientes, el presidente de la patronal hotelera pone muy en duda este poder de atracción. ¿Agitación moderna en la era posmoderna? Para Callejón los influencers persiguen un fin mucho más simple: «Todo lo que hacen va siempre encaminado a obtener un beneficio personal y algunos le echan mucha picaresca. Si no accedemos a sus peticiones, que es lo que están haciendo los hoteles de la Costa del Sol, lo que hacen es utilizar a sus redes sociales para hacer mella».

Porque aquí empezaría lo que Callejón describe como represalias virtuales: «Como no le has dado alojamiento gratuito, empiezan a hablar mal de tu hotel. La mayoría consulta las críticas para elegir el alojamiento. Si en un blog o en no sé qué red social aparece que el servicio ha sido una porquería, que la comida ha sido mala, que el servicio no es amable?, pues claro que hace mella». Una manera de enfangar contra la que los hoteles, asegura Callejón, se encuentran totalmente indefensos. «Ahora mismo, nos es muy complicado demostrar con medios rotundos que esos ´influencers´ ofendidos, en la mayoría de los casos, ni han estado en el hotel», precisa. Los reproches digitales quedan sin refutación por parte de los hoteleros.

El presidente de Aehcos describe un fenómeno que, por momentos, adquiere dimensiones descabelladas. Así, los hoteles de la Costa del Sol se encontrarían con peticiones en los que el demandante «apenas llega a los 10.000 seguidores». «Cuando le bajas los humos, entran al contraataque y intentan desacreditarte», añade, además, que la mayoría de estas peticiones ya se están vetando de manera tajante.

El veto no es universal porque, también, entre los influencers, hay excepciones que confirman la regla: «No todos son igual. Hay algunos que de verdad están especializados en crear contenido para viajeros. Que se estudian bien el destino al que llegan, conocen las características del hotel y pueden encajar. En estos casos, sí accedemos, siempre que se dé una situación de beneficio mutuo».

En la caza del jeta, los hoteles malagueños también tienen que afrontar casos que se engloban directamente en el fraude. Siempre con el objetivo de lograr unas vacaciones gratuitas, Callejón asegura que fraude más común es el uso de tarjetas por parte de los turistas que no les pertenecen: «Hacen la reserva con una tarjeta que no es la suya. Se pegan una estancia por todo lo alto y cuando le llega la factura reclaman que nunca han estado aquí, que les han suplantado la tarjeta». Contra estas reclamaciones, asegura el presidente de la patronal, los hoteles se encuentran indefensos. Si el defraudador se encuentra en el extranjero, hace inviable cualquier intento de recuperación o castigo penal. Los hoteles dan por perdido el cobro de las estancias o consumiciones que los turistas hayan efectuado y hayan abonado de manera fraudulenta.

El riesgo de fraude más importante relacionado con las tarjetas se da con los procedimientos denominados como key entry, es decir, cuando se introduce manualmente la numeración de la tarjeta. Ante este hecho, Callejón admite que los hoteleros se ven cada vez más obligados a cobrar por adelantado. Una práctica polémica que levanta ampollas en no pocos turistas. «La mayoría no ve con buenos ojos que se les cobre por un servicio que todavía no han recibido y lo puede entender», señala Callejón, sin embargo, que «nos estamos viendo obligados a esta práctica que no es común en los hoteles». Lo que sí se ha podido erradicar ha sido el asunto de las falsas intoxicaciones alimenticias. Una práctica muy común, sobre todo, entre los turistas británicos. «Era una práctica extendida a la que se le ha podido poner freno gracias a la presión que hemos ejercido. Pero han sido años de pérdidas enormes», resume Callejón.

La figura del jeta ha existido siempre alrededor de los hoteles, mucho antes de que apareciera internet. El coordinador federal de Hostelería, Turismo y Juego, Gonzalo Fuentes, recuerda la práctica habitual de simular un robo en la habitación para salir del hotel sin pagar la estancia. «El cliente se alojaba y un día antes de irse daba la voz de alarma. Que le habían robado todas sus pertenencias, cartera incluida. Al final, la estancia nunca se acababa cobrando», explica Fuentes que esta práctica se erradicó en la medida en que empezaron a colocarse cámaras de vigilancia en los hoteles, y que permitían rastrear la verosimilitud de los relatos. Esto, unido a la constante formación del personal.