En el Puerto, mucho más allá de La Farola, casi rozando la calima -«¡Se ve África!», exclama un marine, incrédulo, en un aceptable castellano; no, es la calima- se sitúa el portaaeronaves de la US Navy Iwo Jima. Imponente, ondeando la bandera estadounidense al viento y vigilando la ciudad desde las aguas del Mediterráneo, su casa durante gran parte de este año.

«Tiene hombres y medios suficientes para desembarcar donde haga falta», señala Mauricio Sánchez, responsable de comunicación de la embajada de Estados Unidos. Y tanto. Un total de 2.500 soldados (1.100 de la US Navy y 1.400 pertenecientes al Cuerpo de Marines) viajan en este coloso, que, además, cuenta en la cubierta con seis AV-8B Harriers (cazas de combate) y varios helicópteros de distinta naturaleza: doce AV-22 (de capacidad media, despegan como un helicóptero pero vuelan como un avión) y cuatro CH53 (de una capacidad considerable, para transportar cargas muy pesadas). En cuanto a los cazas, «es el avión de combate del barco», señala Sánchez. «Despegan en horizontal, claro; pero aterrizan en vertical. Es espectacular», añade.

También está equipado el portaaeronaves para realizar salidas directamente al mar, lógicamente. De eso se encarga el Landing Craft Air Cushion, más conocido como Hovercraft, que sirve para transportar cargas pesadas al exterior, así como vehículos acorazados. El capitán Johnson, de los marines, está al mando de la unidad de asalto de acorazado ligero. Estos camiones son los primeros en salir, vía hovercraft, de la embarcación para hacer un reconocimiento del terreno. «Es un coche versátil y muy bien equipado, contamos con dispensadores de granadas de humo, inhibidores antiexplosivos y cañones de 25 mm con un alcance de 2-3 km», explica Johnson. «Echamos en falta algún extra más, el aire acondicionado por ejemplo», bromea.

John Mike, teniente de la US Navy, y Natalie Poggemeyer, oficial del Cuerpo de Marines, muestran el interior de la embarcación y cuentan sus principales cometidos. En un día en el que buena parte de los oficiales disfrutan de dos días libres por el centro y las playas de Málaga, Mike y Poggemeyer aguantan el castigo del sol vestidos de uniforme. «Los marines somos más guays», bromea Poggemeyer. «Nos encargamos de las operaciones de combate, mientras que la US Navy gestiona los puertos», explica la soldado en un fluido castellano.

«Partimos desde Florida en febrero para unas rotaciones de seis meses», explica John Mike. «Hemos hecho escala en Haifa (Israel), Limassol (Chipre) y Aqaba (Jordania). Málaga es nuestra última parada antes de volver a Estados Unidos», añade. Mike, que lleva 12 años sirviendo en la US Navy, llama la atención por su joven aspecto. Al igual que Poggemeyer y la mayoría de soldados que hacen cola para salir del portaaeronaves, vestidos de calle, directos a disfrutar de un día de verano malagueño. «Llegan muy jóvenes al ejército, con 18 años incluso», afirma Mauricio Sánchez. «Firman un contrato de 20 años; por tanto cuando cumples 38, has visto tanto mundo que ya puedes dedicarte a otra cosa», explica.

El cometido del portaaeronaves Iwo Jima, como el de muchos otros, no solo son las maniobras o fines bélicos. Esta gigantesca embarcación, además de efectuar disparos con su sistema de artillería, funcionar como medio de transporte o permitir el despegue de bombarderos, también ha sido de gran ayuda en situaciones límite, donde su presencia y sus medios han resultado de capital importancia.

«Estos barcos sirven también para realizar operaciones de salvamento, rescate y reconstrucción tras darse situaciones de catástrofes naturales», explica Sánchez.

Haití fue testigo de su ayuda en 2010, tras un terremoto de magnitud 7.0, con epicentro en Puerto Príncipe, su capital, que devastó el país y provocó más de 300.000 fallecidos. Del mismo modo, los estados de Florida, Alabama, Mississippi, Louisiana y Texas necesitaron apoyo del Iwo Jima tras las devastaciones del huracán Katrina en el año 2005.