A 4.000 kilómetros de sus casas, diciocho niños bielorrusos esperan encontrar este verano en Málaga un refugio para su salud, lejos de Chernóbil. La generación de sus padres sufrió el desastre nuclear, pero ellos aún viven todos los días las consecuencias de la radiación, para la que no hay cura y solo puede verse reducida pasando tiempo en lugares no contaminados. Hará falta 24 millones de años para que los bielorrusos, ucranianos y rusos puedan vivir en sus tierras sin peligro, por ello, desde el año 97, la asociación malagueña "La sonrisa de un niño" ofrece a niños bielorrusos de entre siete y diecisiete años pasar un verano en Málaga en familias de acogida con el que dar un descanso a su salud y asegurar su crecimiento.

"Lo que hacemos es sacar a los niños más necesitados de las zonas cercanas a Chernóbil de la parte de Bielorrusia, cuya subsistencia en muchos casos depende del campo que está contaminado", explica la presidenta de la asociación, Estebina Martos. Se busca que puedan continuar esto durante todo su crecimiento, por ello, los niños, de entre siete y diecisiete años, pueden repetir en la misma familia todos los años que quieran.

"Aquí ganan muchísimo en calidad de vida, por cada dos meses que estén aquí se alarga su perspectiva de vida entre 18 y 24 meses", destaca Martos, quien asocia esta mejoría al hecho de que se limpien de la radiación que está presente en todos los alimentos que producen las tierras de Bielorrusia cercanas a la antigua central nuclear. "Ha habido niños que han bajado la mitad simplemente con la comida mediterránea, mucha fruta y verdura, sol y el yodo de la playa", asegura Martos. Para comprobar la mejoría, se les hace un medición de radiación antes de salir de Bielorrusia y otra al volver tras pasar estos meses en Málaga, con la que se hace un seguimiento del progreso. Tras estos veranos, no solo mejoran sus defensas y prolongan su esperanza de vida, sino que también observan un refuerzo en su rendimiento escolar, que les permite tener mejores perspectivas de futuro.

Diferentes empresas colaboran con la asociación para ofrecer gratuitamente a los niños actividades de ocio, como parques acuáticos, e incluso otros servicios de salud, como oculistas. En estas actividades participan tanto los niños bielorrusos como los españoles de sus casas de acogida para mejorar la integración y reforzar la amistad que se acaba creando entre ellos.

Carlos, de quince años, lleva siete acogiendo en su casa a Yahuen, un bielorruso de catorce años, con el que asegura vivir estos veranos "como si fuera un hermano de verdad". "He aprendido a compartir, a valorar lo que tengo y, sobre todo, a ponerme en su lugar y a darme cuenta de la diferencia y de cómo están las cosas en Bielorrusia", explica Carlos. Yahuen comenta en un perfecto español, ya con acento malagueño, que, después de pasar la mitad de los veranos de su vida en Málaga, tiene "muchos amigos" en esta ciudad, en la que asegura que lo que más disfruta es la playa, que no encuentra en su región de Bielorrusia. Tasha, de catorce años, ha llegado a Málaga este año por primera vez y destaca que lo que más le ha gustado de estas semanas que ha vivido aquí es la ciudad, ya que muchos de estos niños provienen de zonas rurales de Bielorrusia, de las que algunos, gracias a esta asociación, se han acostumbrado a salir durante los veranos desde muy temprana edad. La mayoría de niños repiten, como Lena, de dieciseis años, que lleva siete veranos con familias de acogida malagueñas.

"El primer día, al bajarse del autobús, sin conocerme, me dio un abrazo", comenta Paqui, una de las madres que prueba acoger por primera vez este año. Más allá de esa primera sorpresa, destaca la rápida adaptación y adelanta que repetirá otros años por la buena adaptación que ha vivido. Tanto ella como su marido hablan un poco de ruso, pero desde la asociación aseguran que desconocer el idioma no supone ninguna barrera. "Los niños aprenden a hablar rapidísimamente, se van de Málaga hablando español", comenta Martos. Es el caso de Ana, madre de otra de las familias de acogida que también vive esto por primera vez: "Nosotros todo se lo explicamos en español y está aprendiendo mucho, ya entiende todo el vocabulario de la casa", comenta. Para que la situación económica tampoco acabe con el deseo de participar, la asociación lleva a cabo actividades benéficas para recaudar fondos con los que facilitar a las familias los costes de la acogida.

Esta mañana, los niños han sido recibidos en el Ayuntamiento, en el que han tenido un desayuno con el alcalde, quien ha dado la bienvenida y agradecido a las familias por la "atención máxima" que le ofrecen todos los años. De la Torre también ha ilustrado la integración de estos niños con el caso de Iván, un bielorruso presente en el acto que, después de pasar años viniendo a Málaga con esta asociación, decidió quedarse y formar "una familia hispano-bielorrusa". Tras el acto y saludar al alcalde, los niños han salido corriendo para disfrutar de un copioso desayuno, uno más para los españoles que, sin embargo, en sus cuerpos será fundamental para coger fuerzas para afrontar su futuro en su país, con sus familias.