El mundial de fútbol, celebrado en Rusia, acaparó la atención de los españoles durante los treinta días en los que se desarrolló el evento. No sé cuantos millones de españoles siguieron los partidos emitidos por dos cadenas de televisión; para el caso lo mismo da seis que veinte millones. A las horas de las retransmisiones se paralizaba el país y de forma especial cuando competía la Selección Española.

He seguido el mundial no de forma plena, o sea, viendo parte de algunos encuentros, otros completos y algunos ni eso. El fútbol me gusta como me gustan los huevos fritos, pero de forma moderada.

Cada uno habrá sacado sus conclusiones; yo también. Resumo las mías que coincidirán o no con las de los profesionales del fútbol (jugadores y entrenadores), expertos (periodistas especializados) y público en general donde se engloban los hinchas, los forofos, los seguidores a muerte de sus colores... y dejo al margen a los otros, los también millones de españoles que no les gusta el fútbol.

Por lo que he visto, mis conclusiones son:

Primera: Casi todos los equipos practican el mismo sistema de juego; no he visto nada nuevo o renovador y mucho cuando los sistemas de juego de hace medio siglo y las formaciones tenían en común la misma plantilla: un portero, dos defensas (derecha e izquierda), dos medios centros y un medio centro, dos interiores, dos extremos (derecho e izquierdo) y un delantero centro. Una excepción: la emocionante final Francia-Croacia, con un fútbol vibrante,como debe ser.

Años después se implantó la doble WM, los carrileros, los centrocampistas y otras denominaciones hasta llegar al momento presente con dos centrales, un punta y qué sé yo.

Ahora lo que priva es encerrarse para que el rival no haga un gol, y estar atento a las escapadas y contraataques, correr medio campo y batir al equipo atacante; o viceversa. El contraataque es lo que se lleva.

Segunda: Los profesionales del balón sean de raza blanca, amarilla, negra o cobriza tienen en común competir en los pelados y peinados; rizarse el cabello, teñírselo de amarillo o verde, pelarse al cero, dejarse un moño, una coleta... En esta parcela hay unanimidad a la hora de tratar el cabello. La variedad es infinita: no hay dos cabezas iguales.

Tercera: Casi todos los jugadores sean de equipos africanos, americanos, europeos, asiáticos u oceánicos tienen ¿la obligación? de tatuarse.

Antes se tatuaban los legionarios españoles y los marinos de guerra británicos. Los futbolistas del mundial de Rusia, en un porcentaje altísimo, se han hecho tatuar brazos, piernas, manos, cuello, nuca... Todo el cuerpo visible (lo oculto por la camiseta y pantalón no sé) se llena de tatuajes de colores y dibujos variados y personalizados, como rezan los anuncios de otros productos incluidos los tratamientos médicos: trato personalizado.

Cuarta: El invento del VAR ha hecho ¡por fin! su aparición. En las jugadas dudosas, sobre todo si terminan en gol, los integrantes del VAR le comunican al árbitro si ha habido penalti, si el balón ha sobrepasado totalmente la raya blanca de la portería, si el autor estaba en la posición de fuera de juego...El problema del VAR, si se aplica en los partidos de la Primera División de nuestra liga, es que aumentaría el coste del servicio arbitral por encima de las posibilidades de los equipos, salvo el Madrid y Barcelona.

Quinta: Que la FIFA, esa entidad que mueve millones de euros, tiene que revisar el reglamento en el apartado saque de esquina o córner. En cada lanzamiento se producen en el área de la portería guerras sin cuartel de los jugadores de uno y otro equipo: empujones, achuchones, abrazos, tironazos, bofetones, pellizcos, patadas, insultos y hasta bocados, como sucedió hace unos años, sin olvidar tocamientos eróticos.

En cada córner se comete por lo menos un penalti. O se suprimen los córneres (es correcto el plural en español) o se pitan tantos penaltis como se lancen saques de esquina.

Sexta: Dentro de cuatro años el mundial que tendrá como sede Qatar, pero con una novedad: en lugar de celebrarse en verano, porque el termómetro marca temperaturas que sobrepasan los cincuenta grados, la FIFA, la que manda y mueve millones, ya ha anunciado las fechas elegidas: 21 de noviembre al 18 de diciembre.

Como las modas cambian periódicamente -para eso están los modistos- quizás en los estadios qataríes los atuendos se acomoden a las costumbre del país y los futbolistas luzcan chilabas, burkas, babuchas y por el calor, porque en la época elegida se alcanzan los 30 grados, traje de baño y, a modo de dorsal, el número que le corresponda tatuado para la mejor identificación.

Los japoneses

Al margen de todas las conclusiones, lo que más me ha impactado de todo lo acontecido es la lección de urbanidad de la representación japonesa sin entrar en el terreno deportivo.

Me refiero al comportamiento de la hinchada nipona concentrada en los graderíos. Según las informaciones que he leído, los espectadores nipones, antes de abandonar el estadio, recogieron todas las basuras producidas durante su estancia. Vasos, papeles, envoltorios, botellas y supongo que hasta colillas de cigarrillos y puros fueron recogidos en bolsas para depositarlas en contenedores instalados para tal fin. Dejaron los graderíos en estado de revista.

Comportamientos como este, que yo conozca, solamente se han dado en nuestra puerca ciudad en materia de aseo, cuando los Testigos de Jehová celebraban actos multitudinarios en el estadio de La Rosaleda. No dejaban ninguna basura, ningún papel, ningún envoltorio... Da pena de cómo dejan el estadio los espectadores después de una victoria, un empate o una derrota del «Málaga, la bombonera...».

Cada Semana Santa, cuando el último trono termina el recorrido oficial, brigadas de barrenderos y camiones tienen que retirar todas las basuras acumuladas por los procesionistas y espectadores; cada tarde y noche de la Feria de Agosto, trabajadores del servicio de limpieza recogen toneladas de desperdicios que alfombran el centro y el ferial del Cortijo de Torres; en la mañana del día de San Juan, camiones y personal de limpieza tienen que recorrer las playas del término municipal para retirar todo lo que los celebrantes han dejado sobre la arena...

El Ayuntamiento, en cada ocasión, informa de las toneladas de desperdicios que han retirado, e incluso matizan, como algo digno de mencionar que este año se han recogido más basuras que el año anterior, como si fuera una noticia positiva. Merece el mismo tratamiento triunfalista que el aumento de vuelos en el aeropuerto, número de pernoctaciones, asistencia de espectadores a las sesiones del Festival de Cine en Español...

La cartilla de Urbanidad

Habría que resucitar la olvidada Cartilla de Urbanidad que se incluía en las asignaturas de la enseñanza primaria en las décadas de los años 20 y 30 del siglo pasado. No hay que confundir urbanidad (comportamiento correcto especialmente en el trato con los demás, o sea, educación) con urbanismo (que es la ciencia que estudia la planificación, desarrollo, reforma y ampliación de edificios y que de vez en cuando mete la pata) ni con los urbanitas (que son las personas que viven acomodadas a los usos y costumbres de la ciudad). La Urbanidad es lo que se echa de menos en el comportamiento de la gente que guarrea (perdón por el palabro) la ciudad.

El inolvidable presidente del Gobierno, señor Rodríguez Zapatero, se sacó de la manga la asignatura Educación para la Ciudadanía, aprobada por el Parlamento en mayo de 2006. No sirvió para nada. Ahora la ministra portavoz del Gobierno (todavía no se ha aceptado el horroroso vocablo portavoza) Isabel Celaá anuncia una asignatura obligatoria con el pomposo título Valores cívico y éticos, que recogerá los Derechos Humanos y Virtudes Cívico-Democráticos.

Resumiendo, la Cartilla de Urbanidad de hace un siglo, pero en lenguaje al uso.