Aunque en realidad los 30 años de la asociación Almijara se cumplieron en 2017, el reciente cambio de sede al Puerto de la Torre les ha empujado a celebrar las tres décadas esta semana.

En 1987, el malagueño Miguel Ángel Barba tenía 25 años y mientras trabajaba de conserje en las instalaciones deportivas del Colegio San Estanislao, del que fue antiguo alumno, aprovechaba para estudiar por la UNED Educación Ambiental. «Yo ya estaba en la asociación de vecinos del Palo, en la que creamos la primera vocalía de Ecología de España», cuenta.

Por entonces, la Diputación y la Agencia de Medio Ambiente montaron en Málaga el primer curso de monitores medioambientales, del que solo se había hecho uno antes en Andalucía. Miguel Ángel Barba fue uno de los participantes y cuando finalizó, «quedamos todos para charlar y pensamos que por qué no hacíamos una asociación para seguir formándonos».

Así nacía la Asociación de Monitores Medioambientales y como en esa época las Sierras de Tejeda y Almijara se quedaban fuera de la lista de parques naturales, «nos pusimos Almijara como reivindicación», cuenta Miguel Ángel.

En esos primeros tiempos no había sede sino que las reuniones tenían lugar en el bar El Perejil, de la calle Madre de Dios. «Era famoso, de gente alternativa, íbamos allí con nuestras papas a la brava, nos tomábamos algo y allí cambiábamos el mundo», ríe.

Después de dos años de formación, en los que no faltaron las aportaciones de dos psicólogas y charlas de especialistas de todo tipo, los monitores empezaron a dar clases. «La Ley de Espacios Protegidos de Andalucía se aprobó en 1987 y estuvimos un montón de años enseñando esos espacios a la gente, sobre todo a colegios y los fines de semana organizábamos excursiones con familias. El cartel lo hacíamos fotocopiado y coloreado por los niños, como se hacía entonces», recuerda.

En los comienzos, Miguel Ángel Barba recuerda que dieron «mucha caña» por el estado de abandono de la finca de La Concepción, que todavía no había sido comprada por el Ayuntamiento. «Estaba deterioradísima y llevábamos a grupos y colegios».

Claro que no todo fue un camino de rosas. En los inicios, el poco conocido papel de divulgador medioambiental a veces se topaba con rechazo. «Recuerdo que hicimos una campaña contra los gases que destruyen la capa de ozono y un profesor de Biología nos dijo que estábamos chalados», comenta el dirigente ecologista.

En otra ocasión, unas clases extraescolares sobre educación medioambiental, ligadas al programa de los profesores, fueron desechadas en un colegio a cambio de clases de baile y judo. «Era más importante bailar sevillanas y saber defenderse que los pajaritos», ironiza Miguel Ángel.

En 1993 hubo un cambio de rumbo a raíz del grave incendio que sufrió el Monte San Antón: Almijara coordinó la repoblación del monte, en la que participaron 4.000 persona. A partir de ahí la repoblación fue ocupando un espacio cada vez más importante en las actividades de la asociación. De hecho, durante casi diez años colaboraron en el desaparecido programa municipal Málaga Reforesta.

Una de las satisfacciones del colectivo ecologista es la reforestación del arroyo de los Pilones y el arroyo Verdugo, en Pedregalejo: «La hicimos hace 16 años y el otro día vi ardillas, me dicen los vecinos que vienen del Parque del Morlaco».

También desde hace una década, Almijara está plantando en el Paraje Natural de la Desembocadura del Guadalhorce una pantalla vegetal con cerca de dos mil árboles y arbustos gracias a voluntarios y empresas, estas a través de la responsabilidad social corporativa.

Y sin abandonar el río, Miguel Ángel Barba fue uno de los miembros de la Coordinadora del Guadalhorce, el colectivo que logró preservar esta reducto natural. «Al final, gracias a todo lo que se presionó se hizo el encauzamiento por fuera, pero nunca se hizo el interior», explica.

Cuando se le pregunta por lo mucho que todavía queda por reforestar en los Montes de Málaga, el responsable de Almijara cree que se debe a lo que llama «crisis de tiempo»: «El tiempo de un político es de tres años, porque a partir del cuarto tiene que hacer campaña otra vez y debe demostrar que en esos tres años ha hecho suficiente para que le vuelvan a votar. Si una reforestación tarda 20 años para que se note, en tres años no le es rentable políticamente. Por eso no se hace», argumenta.

Almijara también fue el colectivo que, en 2000, antes de que el Ayuntamiento de Málaga tuviera los famosos contenedores de colores, ya hacía campaña por la recogida selectiva de residuos.

Claro que también reconoce que algún gol le han metido, como con la operación urbanística en Arraijanal: «Me ha parecido una gran estrategia por parte de la Junta y el Ayuntamiento. Nos la colaron al movimiento ecologista porque en su momento muchos colectivos entramos ya que la Junta iba hacer el gran parque litoral para conectar con el Guadalhorce. Arriba había una pastilla pegada a la carretera donde se iba a hacer una academia de fútbol para niños. Pasan los años, la pastilla se hace más grande y se convierte en un centro de alto rendimiento, mientras que el parque no se sabe si se hará», lamenta.

Custodia del territorio

Almijara, que en la actualidad participa en el proyecto de La Noria Bosques y Juventud, de La Caixa, es además entidad colaboradora de la Consejería de Medio Ambiente y en Málaga abandera la novedosa custodia del territorio, un proyecto que permite reforestar fincas privadas mediante subvenciones, a cambio de que el propietario, que sigue con sus cultivos, se comprometa a no vender ni especular. La custodia del territorio puede apreciarse en la transformación que ya está teniendo la Hacienda Mellado de Cártama.

Almijara, 30 años divulgando y defendiendo la Naturaleza.