Hay en esta semana tan especial del año para Málaga un sentimiento manifiesto de euforia colectiva entre el gremio del político local. Una cosa que hacen mucho sus respetables señorías en los días álgidos de esta macrojuerga consiste en agarrar a los suyos por el brazo para desembarcar de forma masiva en las calles del Centro. Cada año, asistimos a un desfile que trae como consecuencia una exageración del contacto entre políticos y el pueblo. A veces, el abordaje es tan severo que en ocasiones muy puntuales se intercambian e invierten los papeles. Fue en 2015, cuando Pedro Sánchez, siendo todavía secretario general primerizo del PSOE, decidió aparecer por la calle Larios. El ahora presidente del Gobierno todavía guarda el récord de besos acumulados que un hombre pueda conseguir en apenas 400 metros de recorrido, que es la distancia que separa el inicio de nuestra milla de oro con su desembocadura en la plaza de la Constitución. Quizá nadie, exceptuando al propio Sánchez, preveía entonces que iba a llegar tan lejos. Escribía esta semana en este periódico su redactor jefe, José María de Loma, que harían bien los políticos en tomar ejemplo del lince ibérico. Por su agudeza e inteligencia para adaptarse a las circunstancias que le rodea y sacar lo mejor de cada contexto sin caer en ocurrencias explosivas. ¿Sería excesivo afirmar que la moción de censura a Mariano Rajoy comenzó en realidad a fraguarse en Málaga, a lo largo de ese caluroso día de agosto lleno de besuqueos y carantoñas?

Cinco botellas de Cartojal mejor que una después, esta teoría adquiere la categoría de ser, humildemente, de lo más razonable que se ha escrito en mucho tiempo. Es tal, que aquel día nadie reparó en que Málaga estaba asistiendo en realidad al desfile de un lince enjaulado sólo en ese cautiverio del populismo político que se apodera de estos días contados del año, en los que por la calle Larios hace más grados etílicos a la sombra que en la fábrica de Arehucas. Un buen lince político que ha demostrado que no hay que ponerle límite a la ambición, y que es el motor que mueve a este oficio que se retroalimenta tan bien de las embestidas.

Una campaña electoral necesita de sus contradicciones y sus alborotos. Así no es de extrañar que la precampaña para las elecciones municipales de 2019 en Málaga se haya iniciado precisamente en un momento en el que muchos malagueños tienen la cabeza del revés. Es tan así, que el que suscribe está tentado por hablar del pistoletazo de salida para la captación del voto durante el ecuador de la Feria y justificar así lo que se antoja en estos momentos como uno de los mayores placeres al alcance de uno, que no es otro que tirarse por la ventana. Parte de culpa de ese anhelo rechazable hay que buscarla en el Real. Concretamente, en el Rincón Cubano. La caseta del PCE, donde los concejales de IU Eduardo Zorrilla y Remedios Ramos se emplean estos días a fondo con los mojitos a unos precios tan populares que llegaron hasta a inspirar al pregón de Pablo Aranda. Culpamos a los políticos de vivir en una burbuja, pero luego llega la Feria de Málaga y te encuentras a Alberto Garzón currando detrás de una barra. Puede que el Rincón Cubano sea una pequeña célula camuflada para exterminar al capitalismo, pero a este paso antes nos va a exterminar a nosotros. Anda uno por el Real y se encuentra con toda la justificación del mundo los puntos morados que ha colocado el Ayuntamiento para denunciar posibles acosos y abusos sexuales. Para el año que viene habría que pensar en establecer un sistema similar, pero para los afectados por el Rincón Cubano, al que le pasa un poco como al comunismo: uno se abraza a él de manera muy triunfal, elevando el puño hasta el cielo, pero luego no sabe muy bien cómo va a salir de ahí.

Desde luego no pisarían, a priori, el Rincón Cubano el popular Elías Bendodo y el socialista Daniel Pérez. El primero está considerado como un enemigo de clase y el segundo sería clasificado, seguramente, como integrante de la denostada 'izquierda caviar' o 'izquierda champán'. Ambos protagonizaron una de las imágenes de esta Feria, al posar para una fotografía en la que se ve a Bendodo sostener un abanico con el rostro de Pérez y su lema de campaña, «Dani Pérez alcalde». Bendodo incluso publicó la instantánea en su muro de Facebook: «Me suena la cara de este abanico». La entrada suscitó un reguero de respuestas y comentarios. El propio Pérez aprovechó para colocar su mensaje de «nuevos aires». Parece ser la creación definitiva de sus asesores, el grito electoral para desalojar de la alcaldía a Francisco de la Torre. «No te vengas arriba», le espetó el presidente de la Diputación. Por pertinente, quizá habría que destacar la recomendación del fotógrafo Koke Pérez: «Paciencia para los dos». Falta les hará, sin duda, con un De la Torre camino de convertirse en el alcalde más antiguo del mundo. «Ten paciencia». «Aguarda tu momento». Frases muy acertadas dentro del manual de estrategia, pero que con el actual alcalde, en cierto modo, pueden destrozar toda una carrera política. Hablar de un enemigo común quizá sea excesivo, pero a Bendodo no le deben quedar muchas ganas de hacer campaña en pro de De la Torre, cuando lo que recibe a cambio son deslealtades. ¿Para qué está haciendo campaña en realidad? ¿Volverá a presentarse a un tercer mandato para presidir la Diputación? Hace mucha calor y pegan las entrevistas frescas en platós folclóricos de televisiones locales, donde el interpelado sabe que no se le aprieta en demasía. Ya queda menos para que llegue septiembre y los periódicos retomen su posición de referencia (en realidad nunca la han abandonado) para llegar al abrevadero de los verdaderos titulares. Al menos, durante la Feria se suspenden los prejuicios históricos y Pérez, finalmente, sí pudo degustar un mojito junto a Zorrilla y Ramos.

Juan Cassá, a estas alturas, no se sabe muy bien si se ha arrepentido de su idea de cambiar la fecha de la Feria o no. Lo que sí ha quedado claro es que algunos malagueños, para repudiar tanto a los insolidarios nacionalistas catalanes, se parecen mucho a ellos. También lo dijo Aranda: en esta ciudad cabe todo el mundo y no se le pide el certificado de nacimiento a nadie.