­Las llamadas tienen la duración que la persona que llama necesite hasta sentirse mejor aunque lo normal oscila en media hora. Un centenar de voluntarios están día y noche para escuchar a quien no sabe con quién hablar.

Cuando alguien descuelga el auricular y llama al Teléfono de la Esperanza, ¿qué espera del otro lado de la línea?

Una persona que empatice con ese motivo por el que hace la llamada, que respete y sea solidaria. La escucha es una función muy importante en la que formamos mucho a nuestros orientadores Debe tener muchas habilidades para reconducir esa llamada en la que hay mucha angustia y la base de todo es la soledad porque no tiene con quien compartir ese momento. El orientador da lo mejor de sí mismo para atender ese momento de dificultad, crisis, dolor y desesperanza. Es muchas veces el gps del llamante. A veces la llamada se resuelve después de hablar 15 minutos y otras veces no.

¿Qué sucede entonces?

En media hora no podemos llegar a conclusiones porque hay un problema de fondo, para ello el teléfono tiene otros recursos también gratuitos. A esa persona se le cita con un profesional cualificado para profundizar más en la crisis. Aquí somos casi cien voluntarios y la cualificación es muy alta; psicólogos, abogados, orientador familiar y trabajadores sociales a partir de septiembre. También tenemos talleres específicos como puede ser de duelo, supervivientes de suicidios, autoestima, estrés, ansiedad o salud emocional.

En 2016 recibieron más de 5.900 llamadas. En 2017 llegaron a 6.500. ¿Qué le sugiere?

Que hay mucha gente que necesita compartir esos momentos de dificultad y que cada vez el Teléfono de la Esperanza es más conocido aunque no lo suficiente. Se identifica con una ONG antigua e incluso religiosa, cuando somos aconfesionales. Somos un recurso que la sociedad tiene ahí. Aumentan las llamadas porque somos más conocidos y hay más gente que nos necesita. La soledad es una epidemia que se ha introducido en la sociedad y es la base de todas las llamadas. Queremos trabajar en eso.

¿En qué consiste ese proyecto para abordar la soledad que quieren comenzar?

Se lleva a cabo en otras sedes a nivel nacional y está teniendo bastante aceptación. La soledad es un mal endémico, muy metido en nuestra sociedad y acarrea problemas de salud. En países como Inglaterra hay un programa específico a nivel nacional. Debería ser tratado por las competencias públicas pero el teléfono se adelanta. Queremos atender a las personas que están solas, especialmente a mayores, que no tienen un ámbito en el que relacionarse. Los orientadores estarían en contacto para contactar periódicamente y que haya una conexión y se sienta acompañado. En León se hace una reunión mensual e incluso se podrían generar otras actividades.

Las mujeres hacen más del 60% de las llamadas, ¿por qué?

Ese porcentaje se mantiene y si la estadística la hubiéramos hecho hace 50 años sería mayor porque al hombre le cuesta mucho expresar sus sentimientos. Hoy se va equiparando en los cursos de conocimiento personal pero ese 60% sigue ahí porque a la mujer le cuesta menos expresar sus sentimientos. Siempre se ha pensado socialmente que si un hombre muestra sus emociones, será más vulnerable. Todo lo contrario, es mucho más capaz de resolver conflictos emocionales.

Las cuestiones de tipo psicológica son las que más motivan las llamadas. ¿Qué temas?

Las relaciones familiares, los conflictos familiares con la pareja, los hijos y el ambiente familiar. En cuanto a conflictos psicológicos, los problemas de ansiedad, problemas excesivos de estrés o con patologías que se encuentran muy vulnerables. El teléfono es un recurso que les ayuda a solventar o mantener el equilibro. Hay personas que llaman y solamente lloran. Otras por acompañamiento una noche.

Estrés, ansiedad, problemas emocionales, ¿se aborda esto bien en la sanidad pública?

No. Queda muchísimo por hacer. A nosotros nos derivan muchos médicos de cabecera, el médico tiene cinco minutos para atender a un enfermo y a veces se encuentra con problemas de soledad de que alguien les escuche. Con muy poco dinero damos muchos recursos, paliamos muchos déficit que hay a nivel público. Lo que recibe el teléfono de las instituciones públicas va a los usuarios.

Suicidios. ¿Cómo los trabajan?

El voluntario está muy cualificado para detectar este tipo de situaciones y hay un programa informático para detectar si la llamada tiene un perfil aproximado al suicidio. En cuanto a las llamadas, cuando se detecta que hay una ideación suicida se ve cómo es y hasta qué punto tiene importancia. Puede ser una ideación sin más o que la persona la tenga en curso. En esos casos, se establecen un protocolo para sacar a esa persona de esa idea y dar razones para vivir en ese momento de oscuridad. Después pasará con un profesional y será tratado aquí o se le manda otro recurso.

¿Son llamadas aisladas?

En lo que llevamos de año ha habido 62 llamadas y hemos tenido 3 actos suicidas; personas que han decidido descolgar y con el orientador han dicho «me vas a acompañar en este momento». Estos tres casos han sido resueltos. Ideas suicidas hemos tenido 45 a las que se les han buscado recursos del teléfono especializados y crisis en curso, 14. Creo que las cifras son considerables. El teléfono tiene más de 45 años. Hemos salvado muchas vidas por lo que nos justificamos a nivel de intervención. En prevención de suicidio tenemos el programa Alienta, en el que trabajamos con otras instituciones las fortalezas para convertirlas en capacidades para que en un momento de crisis sean capaces de afrontar la situación. Somos la ONG que atiende a esas personas que han pasado por esas crisis, además de nuestros talleres y el grupo de ayuda «Supervivientes del suicidio». Cada día se suicidan diez personas en España, duplicamos las muertes de tráfico al año. Presentamos una Proposición no de Ley con UPN en el Congreso para potenciar la prevención de suicidio a nivel nacional.

En plena era tecnológica, ¿no se plantea el Teléfono de la Esperanza actualizarse?

En la presidencia nacional he dejado el camino trazado para que sea una realidad. Es uno de los pilares en los que el teléfono va a hacer un esfuerzo importante a nivel económico con un plan estratégico para nuevas tecnologías. Ya contamos con «My mind», un programa en colaboración con la Fundación Jiménez Díaz en el que a través de las nuevas tecnologías, el teléfono es una ayuda para que enfermos diagnosticados tengan contacto con nuestros orientadores y en momentos de crisis estén conectados a través de sus móviles, ordenadores o tabletas. Igual que hace 45 años el instrumento básico era el teléfono, ahora queremos ser referencia en las nuevas tecnologías. Será una realidad en breve.

¿Qué otros recursos tienen?

Tenemos un programa de víctima de accidentes de tráfico que nos derivan a través de la DGT y con el que somos referencia para tratar a los familiares de la víctima. Es un duelo muy específico. Además, en colaboración con la asociación TOC Granada también abordamos el tratamiento de personas con trastornos obsesivos compulsivos (TOC).