¿Qué hacer cuando la petición es clara pero sin firma de por medio?, ¿cómo actuar cuando eres conocedor de un deseo tan íntimo e importante de un paciente pero no existe ningún documento oficial firmado que lo apruebe?

Estas, y a buen seguro muchas más, preguntas se hicieron entre los profesionales del hospital Jackson Memorial, en Miami (Estados Unidos) en diciembre del pasado año 2017.

Un anciano de 70 años, que padecía una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cardiopatía por fibrilación auricular y diabetes, llegó al centro con un elevado nivel de alcohol en sangre al centro. Posteriormente, su tensión se desplomó y comenzó a desarrollar acidosis metabólica, es decir, su organismo perdió el control de regulación del ph de la sangre.

El dolor de cabeza de los médicos del hospital fue un tatuaje que el hombre llevaba grabado en el pecho. «Do not resuscitate», es decir, «No reanimar». Un mensaje claro y contundente sobre la voluntad del hombre respecto a los cuidados y tratamientos que desearía recibir en caso de no perder la capacidad de decisión.

Dada esta situación, los médicos del hospital dudaron entre cumplir su deseo o ignorar el tatuaje. Optaron, en un primer momento, por la segunda opción, por lo que le asistieron con fármacos para recuperar un nivel estable de su tensión, además de utilizar la respiración asistida.

Habiendo alcanzado la tranquilidad de la situación, un comité ético del hospital, tras analizar el caso, llegó a la conclusión de que se debía aplicar el mensaje del tatuaje, o mejor dicho, no aplicar ningún procedimiento, ya que se consideró que se trataba de una indicación clara de la voluntad del anciano.

Tras la decisión de no reanimarle, su salud empeoró y murió horas después.