Sí, todavía quedan en Málaga fumadores capaces de sacudir o tirar su colilla por la ventanilla del vehículo durante los meses de mayor riesgo de incendio. Como un beso del infierno, dan la última calada antes de lanzar un cigarrillo cuya punta, con la ayuda del viento y el propio desplazamiento del vehículo, recibirá un soplo con el que podrá alcanzar los 900 grados de temperatura. «Es un gran fuelle que lo aviva», describe José Luis Mérida, coordinador provincial adjunto de los agentes de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía y uno de los sabuesos de la Brigada de Investigación de Incendios Forestales (BIIF). Aunque la principal motivación de incendios son las prácticas agrícolas o forestales con el uso de fuego (26%), Mérida recuerda que el año pasado, tras los trabajos de extinción de Infoca, su equipo trabajó sobre 151 siniestros en los que hallaron 203 puntos de inicio, ya que algunos incendios tienen más de un foco. Dieciocho de ellos, el 12% del total, fueron atribuidos a fumadores, localizándose el origen de 15 de ellos junto a carreteras, viales de urbanizaciones, caminos, pistas asfaltadas o arcenes. Desde 2006 hasta el año pasado, el balance acumula la friolera de 151 incendios por este motivo.

El experto asegura que, más que en autovías o autopistas, la mayoría de los casos de siniestros por colilla se registran en las vías donde la velocidad del vehículo no es tan elevada como para circular con la ventanilla abierta con comodidad. O incluso donde el fumador simplemente pasea con su perro. La colilla no suele tener problemas en encontrar en estas zonas combustible natural, pastizales o matorrales muertos que no deberían estar ahí según la legislación andaluza de prevención de incendios. Durante los meses de verano, el bajo nivel de humedad de la maleza y las altas temperaturas hacen que prenda y corra fácilmente. Fácilmente, en buena parte, por esa ausencia de limpieza en las zonas de dominio público adyacente de las carreteras de Málaga, donde se iniciaron el 19% de los siniestros del año pasado. Si el balance de 2017 achaca esta causa a los incendios originados en los arcenes de la A-397 y la AP-7, ambos en Benahavís, que arrasaron 32 hectáreas forestales y otras 8 de matorral, respectivamente, este año ya hay casos que también señalan a los fumadores. No obstante, el incendio que más superficie ha quemado este año (casi 230 hectáreas de superficie forestal) en la provincia fue originado en Casares por una colilla, al igual que los registrados este mismo mes de agosto en la urbanización Riviera del Sol (Mijas) por alguien que iba a pie, o lanzadas desde vehículo en una pista entre Campillos y Martín de la Jara (Sevilla) o en Benahavís, en este último caso de tabaco de liar.

Otras estadísticas como las del Consorcio Provincial de Bomberos (CPB) de Málaga o Emergencias 112, prácticamente idénticas, sostienen el alto riesgo que acogen las cunetas de la provincia para convertirse en la mecha de un incendio. Durante todo el año pasado, los agentes del CPB sumaron 117 salidas por incendios en cunetas o medianas, siendo la zona norte la que más incidencias sumó (55). El director técnico del cuerpo, Julián Moreno, que coincide en la falta de mantenimiento de los arcenes y en la relajación de los ocupantes de los vehículos que circulan por carreteras secundarias, echa de menos más campañas de concienciación para evitar arrojar cualquier tipo de elemento por las ventanillas. En el otro lado de la conciencia están los ciudadanos que alertan de los incendios. Desde del 112 aseguran que sólo entre junio y octubre del año pasado, registraron en la provincia 116 emergencias por incendios en cunetas, muchas de las cuales de particulares que demuestran una gran concienciación. «La alerta ciudadana al teléfono 112 es cada vez más rápida. Esto permite una activación temprana de los operativos de extinción y que muchos incendios se queden en conatos», afirma el director del servicio provincial del 112, Rafael Gálvez.

Sin valorar la distracción que la acción de fumar puede ejercer a la hora de conducir, la jefa provincial de Tráfico, Trinidad Hernández, recuerda que arrojar cualquier tipo de objeto desde el vehículo se sanciona con multas de hasta 200 euros y cuatro puntos del carné, aunque si el lanzamiento acaba en incendio las consecuencias son penales. Desde Automovilistas Europeos Asociados advierten de que el código penal establece penas de prisión de hasta seis años y multas de hasta 280.000 euros. La realidad, sin embargo, es que los autores no tienen rostro. Desalmados que rara vez son identificados, circunstancia que impide conocer si la acción fue intencionada o por negligencia.