Lo primero que seguramente hacían los niños de aquella añorada EGB cuando se incorporaban a la etapa escolar eran fichas. Palotes, números, letras... Ejercicios que contribuían a desarrollar las habilidades y destrezas motrices necesarias para adquirir soltura y agilidad en el lenguaje escrito. Se hacía de una forma gradual. La cosa se iba complicando día tras día, hasta llegar a los cuadernillos. Famosos eran los Rubio, por ejemplo. Todavía se venden, convenientemente adaptados. Con todo, no es que haya cambiado demasiado la manera de aprender a escribir, un conocimiento básico, junto a la lectura, para cualquier persona.

El inicio de la lecto escritura se realiza en la etapa de Infantil. Ahí es cuando el niño se empieza a familiarizar con los lápices y hace sus primeros trazos. La forma en la que se parte para enseñar a un niño a escribir es la grafomotricidad, que es un movimiento gráfico que se lleva a cabo con la mano al escribir o dibujar. Se trata de aprender a realizar unos movimientos con el lápiz para plasmar una línea en un papel y adquirir una coordinación entre el ojo y la mano en el proceso.

Ya en Primaria, el aprendizaje de la escritura y la lectura se plantean de manera formal en el aula. Perfeccionando todo lo aprendido en los cursos anteriores. Los niños ya escriben palabras completas y frases. También serán capaces de leer, inicialmente silabeando para ir ganando agilidad y velocidad.

Pero en un mundo lleno de pantallas táctiles, móviles o tabletas digitales, donde cada vez se usa menos el boli y ya no digamos la pluma, ¿tiene sentido escribir a mano? Finlandia encabeza históricamente las clasificaciones de PISA y su sistema educativo es todo un referente. En este país nórdico, con la enseñanza más sólida de Europa, la caligrafía ha dejado de ser obligatoria. Se enseña a escribir con letra de imprenta o vertical, un estilo que se diferencia del tradicional en que no tiene ligadura entre unas letras y otras (caligrafía cursiva) y, por lo tanto, es mucho más parecido al mecanografiado. Así, poco a poco se va implementando la mecanografía al mismo nivel que la caligrafía manual. Desde agosto de 2016, los niños finlandeses, el tiempo que antes dedicaban a caligrafía tradicional lo emplean en aprender a escribir con un teclado, porque, según los responsables de la Educación en Finlandia, les será más útil en el futuro, cuando se incorporen a la vida laboral.

¿Terminará por imponerse también en Andalucía lo digital hasta este punto? La apuesta de la Junta por el uso de las nuevas tecnologías en el ámbito educativo es un hecho desde hace más de 15 años, desde los primeros centros TIC, que incluían un ordenador por cada dos alumnos hasta la actual Estrategia Digital de Educación. Rosa Liarte, profesora de Geografía e Historia y coordinadora TIC en el IES Cartima, es una defensora absoluta del uso de estas herramientas en clase, por su potencial didáctico. Sin embargo, es partidaria de que los alumnos sigan aprendiendo a escribir a mano en el colegio.

«Yo no uso libro de texto desde hace muchos años, pero mis alumnos sí tienen libreta y escriben. Me gusta que tomen notas porque les sirve para estudiar», explica esta docente, quien considera que en el equilibrio está el éxito». Hay que hacer un compendio. Que se utilice todo lo que esté a nuestro alcance para hacer de nuestros alumnos personas competentes. Lo que prima es tener personas competentes y no solo personas que saben hacer una cosa», sostiene Liarte.

Pilar Triguero, representante de la asociaciones de padres de la provincia de Málaga (FDPA), señala, por su parte, que la caligrafía «se basa en que tengas una buena competencia de la coordinación de las manos con el cerebro y esa coordinación no se aprender subrayando en un cuadernillo las vocales». «Esa competencia lecto escritora se puede aprender de muchas maneras», insiste. Por ello, aboga por eliminar la «manera arcaica» de los puntitos, aunque en ningún caso es partidaria de suprimir la enseñanza de la caligrafía. Porque aprender a escribir a mano siempre será necesario. «Escribiendo, además, vas aprendiendo. Es más fácil aprender si lo escribes, porque lo razonas. Mejor que si únicamente lo lees», asegura la representante de las familias, que mantiene que los países más avanzados logran despertar desde la más tierna infancia todos los potenciales de los alumnos.

Desde que el ser humano comenzara a trazar los primeros signos gráficos, la escritura no ha dejado de evolucionar y de sentirse amenazada, también, cada vez que aparecía un nuevo soporte o sistema que facilitaba la tarea. Con cada invento, la sociedad dejaba de lado el anterior. Los escribas que poblaban los conventos y los monasterios perdieron mucho con la imprenta de Gutenberg, por ejemplo, aunque aquellos códices son un tesoro, auténticas reliquias, y con la imprenta se universalizó la distribución y el acceso a la cultura. Más recientemente, la expresión manuscrita ya se vio retada por el teléfono y la máquina de escribir. Es más, su uso disminuyó en beneficio de esas dos innovaciones, aunque nadie se planteó en serio su desaparición. De hecho, se sigue escribiendo a mano. Es lógico pensar ahora que, con la irrupción de las nuevas tecnologías, vuelva a surgir el debate.

Pero casi nadie duda de la supervivencia de la escritura a mano. Porque, como señalan Auxi Ruz y Rocío Gómez, profesoras de Educación Infantil del colegio San Bartolomé, de los Salesianos de Málaga capital, «considerar que la escritura manual es sólo una aptitud motriz, es una creencia falsa».

Un estímulo para el cerebro

«Cuando escribimos utilizamos zonas del cerebro como la planificación, control motriz, visión y lenguaje. La fusión e interconexión de todas estas funciones y áreas convierten el estímulo visual en letras y palabras. Cuando escribimos a mano, el cerebro se activa reconociendo letras que ya ha aprendido, y los movimientos al escribir dejan un recuerdo motor en la parte sensoriomotora del cerebro que después nos ayuda a identificar y reconocer las letras activando el reconocimiento visual, por tanto beneficia en los procesos lectores», explican estas docentes.

La escritura es un hábito, es decir, es algo que hay que aprender, por tanto a escribir se aprende escribiendo. De hecho los cerebros de personas lecto-escritoras muestran activación de zonas que en personas menos lecto-escritoras no aparecen tan activas. Los beneficios, por tanto, son muy numerosos a pesar de la irrupción de las TIC, lo que augura en los colegios españoles larga vida a la caligrafía.