Puede que en los partidos políticos haya disidencias sobre si legalizar o regularizar la prostitución, pero las organizaciones que agrupan a las trabajadoras sexuales, como se autodefinen, optan claramente por la legalización, piden que no se mezclen churras y merinas, es decir, que la trata de seres humanos no es igual al ejercicio de esta actividad y piden que no se las trate con paternalismo. Es difícil que quieran dar la cara en los medios, pero sí hay numerosas plataformas de internet desde las que difunden sus ideas. Un caso claro es Aprosex.

Acusan a muchas instituciones públicas de esparcir una «cantidad ingente de odio» hacia ellas, y usan «los términos trata de personas, explotación laboral y prostitución como si fuese todo lo mismo». «El trabajo sexual se ejerce de forma libre y voluntaria, independiente o para terceros. En este último caso, la absurda ley española no permite la contratación por parte del empresario de sus personas empleadas como trabajadores sexuales».

El colectivo Hetaira critica que «lo más perverso del debate es que se confunde prostitución con las condiciones en las que se ejerce», ataca a los abolicionistas, «el argumento fundamental para apoyar la lucha de las trabajadoras sexuales no es si existe o no la libre elección, sino la vulneración de los derechos humanos». «Habría que pelear por que la prostitución no sea un destino, por generar alternativas laborales no feminizadas ni precarias, al mismo tiempo que quienes prefieran esta opción a cualquier otra la ejerzan en las mejores condiciones», opina.