La quiebra de Lehman Brothers, uno de los grandes bancos de inversiones de Wall Street, dio comienzo en septiembre de 2008 a la crisis más profunda que ha vivido la economía desde el Crack del 29 y sus devastadores efectos, aunque hoy algo mitigados, han dejado unas profundas heridas a nivel social y laboral que nadie sabe si llegarán a sanar por competo. En realidad, las cosas ya habían empezado a torcerse un año antes, en el verano de 2007, con la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos, aunque en ese momento muchos pensaron que esos problemas no contagiarían a la economía mundial, que vivía momentos de apogeo.

La caída de Lehman Brothers destruyó esas esperanzas y colocó a todo las economías occidentales en un abrupto escenario de recesión, abocando a la destrucción de miles de empresas y a una galopante escalada del paro. El sector financiero y el sector constructor, que en el caso de España habían alimentado una fatídica burbuja inmobiliaria, fueron los que se dieron el batacazo más duro, aunque los estragos de la crisis golpearon a todos.

Pero, ¿en qué situación cogió la crisis a Málaga? La economía provincial había tocado techo en 2007 tras encadenar varios ejercicios con crecimientos del PIB incluso superiores al 4% anual. Fueron tiempos de bonanza en los que se marcó un récord de casi 60.000 empresas afiliadas a la Seguridad Social. La cifra de cotizantes superaba las 600.000 personas y la tasa de paro llegó a caer al entorno del 10%, con apenas 70.000 parados inscritos en los servicios públicos de empleo.

La industria turística, funcionaba como es habitual a pleno rendimiento mientras que la construcción vivía una época de esplendor (el sector llegó a emplear a unos 100.000 trabajadores en Málaga) que, desgraciadamente, derivó en excesos y generó la citada burbuja. La obra pública, de la mano de obras emblemáticas como el AVE o la ampliación del Aeropuerto, también venía firmando niveles récord de entre 1.000 y 1.500 millones al año.

El problema vino por la parte de la vivienda. El incremento de la demanda y una vertiginosa dinámica alcista de precios instaló al sector en una alocada carrera constructora (se llegaron a visar más de 40.000 viviendas en un año) sin que las empresas acertaran a valorar adecuadamente los riesgos. A esta espiral se unió la banca que, salvo excepciones, buscó en la concesión masiva de hipotecas (muchas veces a costa de sobretasaciones) un beneficio que luego se reveló como envenenado.

A partir de la quiebra de Lehman Brothers, el paro comenzó a subir de forma vertiginosa, sobre todo por la salida de trabajadores del sector constructor, el más damnificado de todos. Lo peor es que muchos de esos nuevos desempleados eran jóvenes que habían abandonado sus estudios para trabar en los tajos de obra atraídos por los altos sueldos y que en ese momento, sin mayor formación, no tenían ninguna otra expectativa. El problema era también extensivo a una gran bolsa de empleados mayores de 45 años que, tras perder su empleo, se enfrentaban a un complicadísimo reciclaje laboral. El desempleo en Málaga llegó a rozar los 218.000 inscritos en el SEPE a inicios de 2013 y la tasa de paro se situó en el 36,6% (ahora es del 20%).

La crisis se llevó por delante más de 18.000 negocios con los que se perdieron unos 100.000 empleos, según cálculos de la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM). El turismo fue el segmento que mejor aguantó y, pese a sufrir también los efectos de la recesión, se convirtió en el verdadero sostén de la economía provincial en aquellos años aciagos.Una crisis «dramática»

La vicepresidenta ejecutiva de la CEM, Natalia Sánchez, apunta que la crisis ha sido extraordinariamente «intensa y duradera», con efectos especialmente «dramáticos» sobre sectores como la construcción. En los últimos años se ha producido una recuperación, en parte por la creación de nuevos negocios, aunque Sánchez reconoce que se necesita tiempo para que esas nuevas empresas se consoliden y lleguen a crear el empleo desaparecido por las firmas que cayeron durante la crisis. La CEM también señala que la recuperación es relativa, ya que se calcula casi el 50% de las pymes siguen en situación contable de pérdidas.

«Todavía hay mucha incertidumbre. Necesitamos certezas y estabilidad institucional y política en España para que haya más inversión y empleo estable», opina. La crisis deja así una pesada herencia en forma de paro, empleo precario y bajos sueldos. «Son heridas a restañar», admite.

A partir de 2014 la situación económica comieza a mejorar, primero tímidamente y luego de forma más sostenida, con un crecimiento anual del PIB por encima del 3%. La reactivación se basa en las aportaciones del sector servicios, de la mano de un turismo que vive un periodo de auge, del incremento de las exportaciones, con un segmento agroalimentario en alza, o del pujante ámbito tecnológico, que tiene su epicentro en el PTA de Málaga. Así, la provincia presenta en 2018 su cifra más elevada de empresas a estas alturas del año de los últimos diez ejercicios (59.346) y con un volumen prácticamente semejante ya al de la época del boom.

El alza del censo empresarial, sin embargo, no va acompañada de una recuperación equiparable del empleo. Las cifras de paro son contundentes: Málaga cuenta actualmente con unos 141.000 parados, un 60% más que los 84.000 que se registraban en agosto de 2007. Las cifras de afiliados a la Seguridad Social sí se han recuperado. Si entonces la cota fue de más de 601.000 cotizantes, la cifra ahora en 622.000. Eso sí, la calidad del empleo se ha resentido , como vienen denunciando los sindicatos, con unas elevadísimas cotas de temporalidad (muchos trabajadores encadenan un contrato tras otro rotando de forma continua) y un peso creciente del empleo por horas en detrimento de la jornada completa. La devaluación de sueldos que trajo la crisis tampoco se ha corregido todavía. El debe pendiente de Málaga, sin duda, es que la recuperación se traduzca en empleo de calidad y en diversificar el modelo. Un 83,4% del PIB y del empleo viene del sector servicios, un 7,7% de la construcción, un 6,3% de la industria y un 2,5% de la agricultura.

En todo caso, el decano del Colegio de Economistas de Málaga, Juan Carlos Robles, asegura que Málaga está en mucha mejor situación ahora que al inicio de la crisis en cuanto a estructura, aunque reconoce que hay «heridas abiertas», algunas de ellas «difícilmente subsanables».

«Tras estallar la crisis en 2008 llegamos a estar en situación de colapso. Dependíamos muchísimo de la construcción y del turismo. Hoy día no hemos salido aún de la crisis, porque sigue habiendo demasiado paro, pero tenemos una economía creciente y muy balanceada, con más sectores que la sostienen: un segmento agroalimentario muy potente y unos servicios que ya no responden sólo al turismo», dice. Esta situación permite que Málaga, a juicio, esté ya «más preparada» para afrontar futuras crisis. En cuanto a las heridas, cita por supuesto el desempleo y sobre todo al colectivo de parados mayores de 45 años (unas 70.000 personas en Málaga) que, en su opinión, tienen difícil su reinserción laboral. «Otro factor a corregir es que los sueldos vayan recuperando todo lo que perdieron en la crisis. La devaluación de salarios fue la forma en que España mantuvo su competitividad, pero eso debe volver poco a poco a su situación original», señala.

Peores empleos

Por la parte sindical, el secretario general de CCOO en Málaga, Fernando Muñoz, afirma que la crisis ha dejado un panorama laboral de «abrumadora» precariedad. «La mayoría de los contratos que se firman son temporales, y muchos de ellos, a tiempo parcial. Hay una mayor pobreza en los hogares. La herencia que nos deja la crisis es dura y amarga, aunque ahora los datos indiquen que estamos saliendo», comenta.

Muñoz también se muestra muy preocupado por el hecho de que la economía malagueña depende mucho de «fondos de inversión especulativos» que han tomado posiciones en el sector inmobiliario, el comercio, el turismo o las infraestructuras.

Su homólogo de UGT, Ramón Sánchez, lamenta que la crisis trajera una serie de recortes en servicios públicos esenciales como la sanidad o la educación, y recuerda también las consecuencias de las sucesivas reformas laborales.

«Las condiciones del empleo son ahora peores. Quedan muchas heridas abiertas de la crisis, pese a la mejora económica de estos últimos años. En mi opinión, habría que derogar la reforma laboral», apunta. También advierte sobre el riesgo de volver a cometer errores del pasado ahora que la economía se reactiva.

Respecto al comercio, el presidente de la patronal Comercio Málaga, Salvador Pérez, afirma que los comerciantes han aguantado la crisis, «aunque algunos, lamentablemente se han quedado por el camino», y miran al futuro con «ilusión», pero reconoce que el sector debe seguir ganando en «solidez, atractivo y competitividad».

«Tenemos que adaptarnos a los nuevos modelos de consumo, y eso se hace desde el diálogo y el consenso y el diálogo», explica. Pérez afirma que uno de los elementos que más ha hecho sufrir al sector ha sido la falta de crédito bancario en los años más duros de la crisis pero también advierte, ahora que las entidades financieras vuelven a abrir el grifo, que hay que tener cuidado con el sobreendeudamiento de los negocios, algo que fue letal para muchos cuando estalló la recesión. «El comerciante debe ir con paso firme en el tema del crédito, sin meterse en más de lo que puede», añade.

La construcción ya respira

Uno de los sectores que más sufrió la crisis fue la construcción. La secretaria general de la Asociación de Constructores y Promotores de Málaga (ACP), Violeta Aragón, reconoce que, aunque había señales evidentes de recalentamiento inmobiliario, la virulencia de la recesión cogió por sorpresa. «Si se hubiera visto que venía una crisis así se hubieran tomado precauciones. Hubo excesos y errores en el sector pero fue una crisis también financiera, y eso nos arrastró porque dependíamos mucho de los bancos. También hubo un desplome de la inversión en obra pública que nos afectó mucho», explica. Tras años de travesía en el desierto, la construcción se recupera y, según Aragón, con la lección bien aprendida y mucha más cautela al promover proyectos.

«Se actúa de otra manera. Tenemos la crisis muy reciente y nadie quiere cometer los mismos errores», apunta. No ve de momento riesgo de otra burbuja y dice que si se está vendiendo y construyendo tanto de nuevo es porque la demanda, que estuvo muchos años parada, ha recuperado la confianza. «La gente vuelve a animarse a comprar vivienda. Lo fundamental para ello es que se recupere el empleo», señala.