«Una sonrisa, un abrazo sincero, saber que estoy ayudando a normalizar y afrontar una enfermedad... Me gusta ayudar y no necesito recibir dinero por ello. Soy feliz y recibo el amor de las personas, de las familias y sobre todo de los niños. El amor es lo único que no se compra con dinero y yo me siento millonario», relata Eduardo Rodríguez. Para este policía nacional, originario de Málaga, recorrer los hospitales de toda España disfrazado de Spiderman para acompañar a los niños enfermos de cáncer que se encuentran ingresados en las plantas oncológicas se ha convertido en parte de su rutina y de su vida.

Empezó hace cinco años junto a la Fundación Andrés Olivares, aunque antes de ello el policía ya llevaba varios meses realizando acciones como un voluntario corriente. «Siempre me ha gustado ayudar a los niños. Un día vi por televisión que un padre sorprendía a su hijo, que ya estaba en casa con cuidados paliativos, disfrazado de este superhéroe por su cumpleaños. Decidí comprarme un traje y comenzar a visitar las plantas oncológicas siendo Spiderman, el hombre araña. Desde entonces no he parado», explica Eduardo.

Lo hace de manera altruista y su misión es sacar una sonrisa a los pequeños, jugar con ellos y hacer que se olviden de la rutina hospitalaria durante un tiempo. «Los padres contactan conmigo y a través de alguna fundación de su ciudad se gestiona la visita. Es una iniciativa que nunca se había llevado a cabo en España y tiene una repercusión muy positiva. Lo niños piensan que soy Spiderman de verdad, se ilusionan y les transmite fuerza. Está clínicamente demostrado. Los días que les visito disfrazado comen, están más espabilados y tienen ganas de jugar» señala Eduardo, que también recuerda cómo en una de sus visitas a el Hospital 12 de Octubre conoció a una niña que tras una operación llevaba varios días sin hablar y sin querer comer. Cuando el superhéroe entró en su habitación, la chica se levantó de su cama en seguida y se puso a hablar emocionada con él.

El vínculo que se crea con las familias y sobre todo con los niños, es uno de los factores que hacen que Eduardo siga a día de hoy dedicando todo su tiempo libre a esta acción. «Siempre mantengo el contacto con los niños a los que visito. Los padres me ponen al tanto de sus estados de salud y me explican cómo se encuentran. Además cuando hay niños en cuidados paliativos voy a sus casas y estoy con ellos a sabiendas que en semanas o un par de meses se marcharán». Aun así, el voluntario cuenta que los momentos duros siempre le motiva saber que está realizando su labor por los más pequeños: «Quiero que estén bien en sus últimos días. No es agradable porque siempre se llevan una parte de ti, porque es imposible no implicarse emocionalmente, pero es reconfortante porque sabes que les estás ayudando a irse sin miedo, felices y habiendo cumplido sus sueños». En este sentido, el policía cuenta que ha conseguido que varios menores hayan conocido a sus ídolos e incluso ha logrado llevar al equipo de la policía especial a la casa de un niño de cuidados paliativos.

Eduardo confiesa que siempre ha sido un hombre tímido e introvertido, aunque ahora lleva con orgullo que la gente le asocie a la causa. Normalizar la enfermedad y dar a conocerla son pasos que sigue dando día a día y al conocer a los pequeños, estos les transmite la fuerza para afrontar cada día con la mejor de las filosofías. «Hay niños que con cinco años, te sorprenden con su madurez. Muchos no son conscientes de la gravedad de lo que tienen pero sí de que están enfermos. Ven que su entorno cambia, no pueden ir al cole o a la playa, porque no les puede dar el sol. Ven que su mundo cambia pero con la imaginación crean su propio mundo y no tienen miedo a nada, es admirable», asegura.

Otras de las causa que abandera el agente es fomentar la donación de médula, acción que encabezó su amigo Pablo Ráez antes de fallecer y que ahora volverá a las calles gracias a una campaña que está ultimando Eduardo. «Conocí a Pablo por redes sociales. Cuando él estuvo ingresado en el Hospital Carlos Haya fui a visitarlo y estuvimos en contacto hasta que se fue. Nos hicimos grandes amigos y se convirtió en un referente de lucha contra el cáncer y un símbolo de fuerza para muchos. Consiguió que miles de personas se levantaran y ayudasen y le debemos muchísimo».

Además de salir en el documental que se está rodando sobre la vida y el legado del joven marbellí, Eduardo desvela que en los próximos meses seguirá como siempre trabajando con los niños y realizará otros proyectos relacionados con la labor que realiza. «Uno tiene que ver con un disfraz pero no puedo decir nada por ahora. El otro es una campaña de concienciación para la donación de médula para así cumplir el sueño de Pablo y llegar al millón».