­Podían llegar a medir entre 1.65 y 1.80 de altura, eran de complexión fuertes y, eso sí, su capacidad craneal estaba en torno a los mil y pico centímetros cúbicos, en comparación con los 1.500 cm3 del ser humano. En todo caso, suficientes para sobrevivir en una Bahía de Málaga poblada entre otras especies por dos clases de hienas, una de ellas gigante, además de panteras, osos, leones y el uro, un ancestro del toro bravo más grande.

«Era un cazador recolector con unas habilidades muy desarrolladas y sabemos que ya cazaba con lanza, con la punta afilada al fuego, aunque posiblemente -por los restos encontrados en una cueva de Lucena- no sabían hacer fuego, sino que habrían cogido una rama ardiendo, se la habían llevado a la cueva y continuamente la recebaban. Este sería el primer malagueño», señala el arqueólogo Julián Ramos. Al lado tiene la reproducción del cráneo de un varón de Homo heidelbergensis. El original se encontró en 1992 en el famoso yacimiento de Atapuerca y fue apodado Miguelón por Miguel Induráin. «El Miguelón malagueño sería igual», señala Julián, el alma de los yacimientos arqueológicos de La Araña, a los que está unido desde 1976.

Declarados Bien de Interés Cultural en 2013, los yacimientos, un complejo de más de treinta cuevas, han deparado hasta ahora un tesoro de cerca de 100.000 piezas arqueológicas, como una perfecta piedra tallada bifaz (de dos caras) para cortar, perforar o rasgar, que muestra el arqueólogo. Es la prueba del algodón de que la cueva estuvo habitada por el Homo heidelbergensis, que pobló este rincón del globo hace algo así como medio millón de años. Luego, hace unos 200.000 años aparecerían los neandertales, de cuya cultura material se han rescatado unas 50.000 piezas.

Como explica Julián Ramos, hasta la fecha se han localizado herramientas, las evidencias del trabajo de sus dueños, pero no restos óseos, con la excepción de una falange de dudosa adscripción. El motivo: «Hemos excavado los hábitat y la gente no suele enterrarse donde habita, pero es que nosotros queríamos saber, especialmente en la etapa de los neandertales, cómo vivían, qué cazaban, qué comían, qué economía tenían». Así que considera que, en años o décadas futuras, si se amplía el campo de excavación «seguramente llegará el día en que aparezca el cementerio».

Para calibrar la importancia de este BIC, el arqueólogo subraya que «en España no hay casi ningún yacimiento con una secuencia que prácticamente va desde los preneandertales (el Homo heidelbergensis) hasta época contemporánea». Y si embargo, la precariedad es la tónica, por eso Julián Ramos confiesa que siente envidia sana cuando visita cuevas en Francia o el norte de España, «mucho menos importantes que este complejo» y a pesar de ello con unas instalaciones y servicios envidiables. «Tenemos lo que tenemos, qué le vamos a hacer», lamenta.

Ni siquiera la importancia arqueológica de este complejo aparece reflejada con claridad en el nuevo Museo de la Aduana, considera este experto. «Debería tener más presencia», resalta.

La paradoja es que los yacimientos cuentan con una centro de interpretación al otro lado de la autovía, junto a la Torre de las Palomas, aunque no funciona el aire acondicionado. Pero las carencias están, sobre todo, en los yacimientos, que se financian con las cuotas de los socios de la Asociación Arqueológica Yacimientos de La Araña y con las visitas, que pueden durar entre tres y cuatro horas y se mantienen a 5 euros, «porque la crisis no ha acabado».

Para Julián Ramos, la solución sería «un apoyo de despegue» por parte de las administraciones, y pone el ejemplo de la visita de las dos asociaciones más fuertes de operadores de turismo en Málaga. «La condición que nos pusieron para traer turistas, que es lo que realmente salvará esto, es que haya un servicio para los visitantes junto al yacimiento».

El problema es que el complejo sigue sin agua, así que la pantalla vegetal que han ido plantando con paciencia es regada por Julián y los voluntarios con agua de un aljibe, y cuando se acaba la compran «o nos la regala la fábrica de cemento».

Tampoco han conseguido a estas alturas que el Ayuntamiento mantenga esta zona verde, que es terreno municipal, y siguen a la espera de carteles indicativos que les hagan más visibles. «El otro día nos llamaron unos visitantes diciendo que se iban de vuelta a Málaga porque no nos localizaban. Es el pan nuestro de cada día».

Al contrario que las administraciones, quien sí ha visto el potencial turístico de esta joya de la Prehistoria es el conocido paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, el investigador de las cuevas de Atapuerca, que ha visitado las de La Araña en seis ocasiones. «A Arsuaga le encantó, además dice que tenemos mucha suerte porque ellos tienen que llevar la gente a Atapuerca, mientras que nosotros tenemos la gente aquí, por aquí pasan millones de turistas».

Como aspecto positivo, el BIC ha dejado atrás el riesgo que para su preservación suponían las prácticas de escalada. El problema está casi resuelto, salvo algún escalador esporádico. «La mayoría de los escaladores es gente cívica y lo ha entendido. Los kilos y kilos de magnesio que echaban contaminaban los elementos de los neandertales».

Las prueba de carbono 14, por cierto, las realiza de forma gratuita la Universidad de Oxford y se ha sumado la Autónoma de Madrid, también para pruebas de uranio-torio que sirven para datar las piezas. Julián Ramos aprovecha para pedir que se preserve también «el entorno del BIC», en riesgo por la actividad de la cementera.

Mientras se publica la esperada monografía sobre cuarenta años de excavaciones, que en plena redacción ya va por las 500 páginas, ahora mismo están estudiando los materiales de la campaña arqueológica de 2008. Julián muestra una pulsera de mármol del Neolítico Medio, del 6.500 a.C. y un descubrimiento sorprendente en una piedra de molino encontrada en 1983, del 4.500 a.C.: «La habíamos guardado como una piedra de molino más pero al analizarla y ponerle la luz rasante vimos que tiene un ídolo bitriangular, asociado a la figura de una mujer».

En la Cueva del Humo, la única visitable para el público, los neandertales habían compartimentado el interior: la hoguera estaba a la entrada para ahuyentar a los animales y había espacios para dormir, incluso para los niños.

En el próximo pleno municipal, el grupo de Ciudadanos presentará una moción de apoyo a este poco valorado BIC. El más antiguo enclave de los malagueños sigue a la espera de ese ansiado empujón institucional.