En la mayoría de habitaciones se encuentra por debajo del televisor. El emplazamiento y la combinación aguardan su propia lógica. Dos cajas, cada una siendo caja a su manera, el televisor y el minibar, que se ocupan de una tarea muy similar: ofrecen al extraño elementos que le son familiares. La primera, a través de las imágenes que emite. La segunda, con el lote de bebidas que aguarda en su interior. Un hotel es un lugar muy dado a la desorientación. Aprovechar la intimidad, tras el check in en un hotel de gran lujo, para tumbarse en la cama y visionar las noticias con una Coca Cola recién sacada del minibar es un negocio que opera a nivel mundial. Un momento de orientación fugaz en ciudades extrañas como Estambul, Kuala Lumpur o Asunción. Por qué no, Málaga, también. El poder de seducción de un minibar está vinculado en primera instancia al surtido que ofrece. Tiene mucho que ver con la forma y la estética de sus botellas, cuyo tamaño se comporta inversamente proporcional a su precio. «En su origen, el minibar iba cargado de alcohol porque la gente bebía mucho en su habitación. Por supuesto, el whisky. Pero también ginebras y rones. Siempre en botellas pequeñas, como las que conocemos de las aviones. Luego, claro, junto al agua y los refrescos, no podían faltar los benjamines de cava», explica el director del Málaga Palacio, Jorge González, quien asiste de cerca a la reflexión generacional que está experimentado un elemento clásico de las habitaciones de los hoteles.

Hay fabricantes de bebidas que diseñan y conciben botellas sólo para el minibar. Todo el que haya sido alguna vez en la vida cliente de un hotel sabe del aspecto y aprecia el encuadre de un surtido alineado al milímetro del que, aunque bien conozca las marcas, desconocía su presentación. La mayor promesa que ofrece el minibar está directamente relacionada con su peligro gradual de quedar en algo que tenga cabida en la categoría de lo residual. El minibar es una de las pocas instalaciones en esta vida que todavía ofrecen un crédito infinito. Ofrece un consumo por adelantado, sin esa molestia tan mundana que supone saldar la deuda en el mismo sitio e instante. La solvencia del cliente ya se ha comprobado a la llegada en la recepción. Una vez en la habitación, se regala confianza. No es de extrañar, así, que el surtido también evoque la ilusión de libre e infinita disponibilidad. Da lugar a impulsos espontáneos. Una botella de cerveza a última hora de la noche y un paquetito de almendras. Otra botella. Un impulso que gana fuerza con esa creencia residual de que, al final, igual, lo consumido no tendrá su reflejo en la factura. La posibilidad de mentir cuando se plantea la pregunta final: «¿Del minibar ha tenido usted algo?».

El coordinador federal de hostelería en CCOO, Gonzalo Fuentes, aborda la temática del minibar con cierta nostalgia. «Quién no se acuerdo del clásico minibar con whisky y zumo de naranja. La tendencia es que el alcohol vaya desapareciendo. Los hábitos han cambiado. Antes se bebía mucho más que ahora. Había más tendencia al desenfreno en las habitaciones. Ahora, la mayoría de hoteles ofrecen refrescos y agua», describe el panorama actual en muchos hoteles de la Costa del Sol. Cuando se le pregunta por ese cliente que no disfraza la verdad o directamente miente a la salida del hotel, asegura que «la picaresca ha existido siempre». Eso sí, sin lugar a la sorpresa, confirma que «en el 80 por ciento se trata de clientes nacionales». «Los españoles son los que más mienten en recepción. El cliente extranjero tiene otra cultura para los hoteles», subraya.

El director del Málaga Palacio confirma que el minibar no es un elemento que en los hoteles se mida ya en base a la rentabilidad. «Prácticamente no da nada. Nosotros ahora cobramos. Antes, formaba parte del servicio. Aunque es verdad que nosotros no perseguimos a nadie. Si en la recepción dice que no ha tomado nada y luego resulta que el minibar está vacío, pues oye, mala suerte. Se repone y ya está. Bueno, eso también lo podemos hacer porque ya no ofrecemos bebidas alcohólicas. Dejamos dos botellas de agua, zumos y refrescos». ¿Cree que están condenados a desaparecer? En el caso del Málaga Palacio, González confirma rotundamente que no: «Antes desaparecerá el servicio de habitaciones. Los hábitos han cambiado. Cada vez son menos los clientes que piden comida a sus cuartos».

En la cadena de hoteles Room Mate también se agarran al minibar y no están dispuestos a claudicar a la tendencia que sí se aprecia en hoteles de menos categoría, donde empieza a estar en peligro de extinción. «Yo considero que tiene que haber un minibar. Es, sobre todo, un servicio, sí. Pero algo siempre deja. Si es un uno por ciento, pues menos da una piedra. Nosotros tenemos acuerdos con las distribuidoras y tampoco faltan las bebidas alcohólicas», explica Borja Barrios, miembro del departamento de expansión de Room Mate, con base en Málaga.

Preguntado por la picaresca, confirma que «siempre hay una merma» porque hay alguien que miente a la salida del hotel. Sobre los hábitos de los clientes, asegura que varían mucho: «Unos arrasan con el minibar y otros toman un agua». Contra el timo, señala a los avances tecnológicos. El minibar también se convierte en inteligente y ya hay muchos que registran el consumo de manera automática. A los sensores no se les puede engañar. El futuro del minibar pasa por ahí, pero su supervivencia en los hoteles de la Costa del Sol está garantizada.