El somier lo encontró en la calle y con los cojines de un sofá ha podido hacerse una cama, «porque antes he estado durmiendo en el suelo», comenta. Eva Cortés, de 44 años, lleva tres meses largos durmiendo en el aparcamiento que le han prestado unos vecinos, después de un mes durmiendo en un coche abandonado.

La particularidad es que el aparcamiento, con un techo metálico, en la calle Juan de Ortega, en Los Ramos, está a pocos metros del bloque donde viven sus padres y un hermano mayor. «Viven enfrente pero no quieren saber absolutamente nada y encima, me cruzo a diario con mi familia. No me dan ni un vaso de agua, ni una manta... esta manta me la ha dado un vecino y las sábanas igual», lamenta y explica que almuerza y se baña en casa de unos generosos vecinos que conoce hace muchos años.

La suerte se truncó para Eva hace unos seis años y medio, cuando se separa de su pareja de hecho, que actualmente cuida del hijo en común, de 8 años, en el piso de un familiar de él.

A partir de ahí, sin casa, esta mujer ha vivido de okupa en tres viviendas, hasta que la desahuciaron de la última el pasado 31 de mayo.

«He estado en una casa de Huelin, en otra de San Andrés, y la última en la calle Andalucía. Yo no quiero este plan, quiero que me cedan una vivienda o que me acojan en una casa de acogida», confiesa, y cuenta que, a raíz del último desahucio, perdió todos los muebles.

Sin embargo, como explica, «a pesar de la vida caótica que llevo, todos los días llevo a mi niño al colegio, arreglo lo que tenga que arreglarle y voy a las reuniones que me diga la profesora». La máxima preocupación de esta madre es que su hijo no sepa que está viviendo en un aparcamiento. «Le he dicho que quienes están ahí son sus dos perros que cuido, aunque los voy a tener que dar porque no puedo seguir con ellos».

Hasta la fecha, Eva Cortés lleva varios años haciendo gestiones ante el IMV y la asistenta social para conseguir un techo. «Ya no es por mí, es por mi niño, lo estoy trastocando porque no tiene un sitio y yo lo que quiero es tener una casita donde vivir tranquila, que dignamente la pueda pagar y hacer mi vida con mi hijo», recalca.

El poco dinero que gana limpiando un par de casas lo invierte en productos para limpiar y desinfectar el aparcamiento «y en comprarle de vez en cuando algo a mi hijo».

El ofrecimiento que le han hecho de irse a vivir al albergue municipal lo descarta, «porque yo no estoy habituada y que me perdone quien lleve esa vida». Tampoco ha tenido suerte con los tres años de alquiler social: «Como no tengo nómina ni quien me avale, es imposible encontrar un alquiler. A las malas podría pagar 300 euros pero se me cierran todas las puertas. Yo no me niego a pagar, pero ni que fuera una drogadicta, me hacen sentir una basura», lamenta.

Eva Cortés asegura que una experiencia como la suya «no se la deseo a nadie, porque así no se puede vivir» y se muestra preocupada porque pronto vendrá el frío y deberá buscarse otro sitio para seguir subsistiendo.

Ayer, la directora general de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Málaga, Ruth Sarabia, respondió a La Opinión que estudiaría su problema.