La tasa de obesidad se ha duplicado en los últimos 25 años. De representar el 10 por ciento de la población española ha pasado a ser casi el 25 por ciento; un porcentaje que hace al sistema sanitario enfrentarse a problemas que hasta hace unos años eran insignificantes y que cada vez copan más las consultas y quirófanos de nuestros hospitales. Solo en Málaga, en el Hospital Regional y el Clínico se operan de obesidad mórbida entre dos y cuatro personas a la semana; una cifra que los expertos no dudan que aumentará en los próximos años.

«Esto responde al cambio que se ha producido en la sociedad contemporánea... Hace 30 años estos casos eran excepcionales, solo se veía en EEUU y ya no lo son», explica el director de la Unidad de Intercentros de Endocrinología de los hospitales de Málaga y jefe de servicio endocrino del Clínico, Francisco Tinahones.

El Índice de Masa Corporal es lo que delimita, según altura y peso, en qué situación se encuentra la persona. Tener más de 30 puntos es obesidad y por encima de 40 se considera obesidad extrema o mórbida. «Aquí hemos tenido pacientes con un índice que llegaba a 90», explica el especialista; un nuevo subgrupo que se podría denominar «obesidad superextrema» y que llega a los 300 kilos.

Se trata de un problema multifactorial en el que pueden intervenir cuestiones genéticas pero que suele estar muy ligado a una combinación de falta de ejercicio físico y movilidad, la oferta alimentaria y la dificultad económica que supone acceder a productos sanos frente a los precios competitivos de la comida basura, el estrés, y otros factores como los cambios del intestino o la confortabilidad térmica. «Una temperatura siempre estable hace que gastemos menos calorías», aclara Tinahones. El combo de factores, con especial énfasis en la falta de movilidad y la alimentación, se traduce en kilos y kilos de más que dan lugar a una figura cada vez más extendida: el obeso mórbido, un prototipo al que está ligado a 12 enfermedades como diabetes, hipertensión, artrosis, infertilidad, alteraciones del hígado, patologías vasculares o algunos tipos de cáncer como el de útero en la mujer.

«La persona se plantea la operación porque las herramientas previas fracasan», detalla Tinahones. El ciclo suele ser el mismo siempre, la persona intenta hacer dieta e incluir ejercicio cuando es consciente de su sobrepeso o el médico de Atención Primaria o especialista le advierte de los problemas de salud que puede desarrollar. Por suerte, muchos lo consiguen por sí mismos pero no ver resultados desmotiva en algunos casos y la cirugía se convierte en la primera opción. «Algunos no pueden ya moverse. La sanidad tiene que dar respuesta a esos casos», sentencia el especialista.

Cuando las opciones previas se han agotado, la persona pasa a la Unidad multidisciplinar de obesidad mórbida que tiene cada uno de los hospitales. Un protocolo en el que intervienen endocrinos y psicólogos para valorar si el paciente está preparado para someterse a esa intervención. Requiere compromiso, revisiones de por vida y cambios de hábitos que el paciente debe adquirir para que la intervención no caiga en saco roto y a la vuelta de unos años coja peso de nuevo. Este protocolo se endureció hace unos años ante la crisis sanitaria que vivió el país por el número de personas obesas mórbidas que falleció después de someterse a las operaciones.

En el Servicio Andaluz de Salud, el circuito comienza con un programa de educación. La persona que quiera operarse y por cuestiones de salud física sea viable deberá estar durante un año en esta unidad. Seguimiento grupal e individual del paciente y una alimentación y ejercicios supervisados por especialistas. Ya lo intentó con anterioridad pero ahora tendrá que hacerlo durante un año más.

Si en ese tiempo no se ha logrado el resultado que los profesionales estiman, el paciente pasa a la siguiente fase: valoración psicológica. «Muchos logran bajar de peso en ese año y no continúan en el programa», matiza Tinahones.

La valoración psicológica es fundamental para ver si detrás de la obesidad hay otro problema que abordar. Una depresión o ansiedad no gestionada pueden estar detrás de cada bocado. «Si esto es así, hay que tratarlo, si no, no servirá la intervención», matiza el doctor. En caso de que no se detecte nada, se pasará a evaluar a la persona y comprobar si está dispuesta a aceptar los nuevos hábitos: comer mucho menos, más sano y hacer ejercicio.

Si el proceso ha sido superado, la persona está preparada para pasar por el quirófano. Dos horas de intervención en las que el cirujano y dos ayudantes hacen una gastrectomía tubular o un bypass. La primera técnica es restrictiva y consiste en resecar gran parte del estómago para que sea estrecho y mucho más pequeño, en comparación a antes. Si come más de lo que puede entrar, la persona vomitará. «Esta técnica es para el superobeso y con objetivo de perder peso entre uno o dos años», explica el cirujano Diego Sorio.

El bypass consiste en excluir parte del intestino delgado para reducir la capacidad de absorción. Es una técnica más compleja, según indicó el cirujano que la lleva a cabo en el Clínico, y es una segunda opción para aquellos que ya se han intervenido.

Cuatro días de ingreso. Al tercero comienza a tomar líquido y si todo va bien, para casa, a comenzar una nueva etapa con otros hábitos y alimentos en su día a día. Tras la revisión del primer mes con el cirujano, la relación con el endocrino será prácticamente de por vida.

Tinahones asegura que uno de los grandes beneficios que el paciente nota es que las enfermedades metabólicas asociadas a la obesidad desaparecen en los seis primeros meses. En los dos primeros años, y si el paciente cumple con todo a rajatabla, el paciente habrá perdido más del 50 por ciento del peso que sobraba y que le ha llevado a entrar en quirófano. Sin embargo, ambos especialistas resaltan en la importancia de que el paciente se involucre cada día, en cada una de sus comidas. «Si no lo hace, a la vuelta de unos años volverá a coger peso», repiten.

Hasta cuatro personas a la semana en Málaga se someten a esta intervención de estómago pero el número será mayor en unos años, aseguran. La sanidad deberá prepararse, la cirugía no será la respuesta al problema. «La solución viene por la prevención», sentencia Tinahones.