El alma bajaba a los pies de forma repentina nada más atisbar desde la calle Federico García Lorca la entrada al barrio Ruiz de Alda, en la Carretera de Cádiz, construido en 1955.

Desde hacía años, los grafiteros habían aprovechado las paredes encaladas de esta veterana barriada para dejar en las tres entradas que dan a García Lorca una abigarrada ensalada de grafitis, en su mayoría las toscas firmas de sus autores en los colores más variados.

La multiplicación de las pintadas con el paso de los años había provocado las quejas de la asociación de vecinos de Ruiz de Alda en varias ocasiones.

Desde diciembre del año pasado, la suciedad de las paredes se ha evaporado y su lugar lo ocupan seis murales artísticos que aprovechan las paredes laterales de las casas mata que dan acceso a las calles Jacobo Laan, Lucía van Dulken y Alfonso Peña Boeuf. Además, un séptimo mural adorna una pared medianera de la calle Federico García Lorca.

En la mayoría de ellos, por cierto, hay mensajes sobre el cuidado del medio ambiente, incluido uno explícito sobre la recogida de las cacas de perro, algo que no se cumple a rajatabla en Ruiz de Alda.

«Esto debería haber en todos los barrios. Además de que adorna y es bonito a la vista, tiene su mensaje, la gente empieza a leerlo y se te mete en la cabeza», cuenta Milagros Villodres, vocal de la asociación de mujeres El Embrujo, el colectivo que contactó con la asociación sin ánimo de lucro Murales Amarás (iniciales de Asociación Multicultural y Artística de Responsabilidad y Acción Social), fundada hace ahora un año.

Su presidente, el artista argentino Guillermo Soria, de 38 años, que lleva dos años residiendo en Málaga después de hacer un trabajo parecido en Barcelona, cuenta que conocía la zona porque colabora con el Banco del Tiempo que coordina la asociación de mujeres, «y dio la casualidad de que se pudo desarrollar esta iniciativa a través del programa Málaga cómo te quiero».

De los siete murales, tres han sido realizados con la colaboración de niños de 9 a 12 años, la mayoría de la barriada. Estos murales, hechos con pintura plástica, estuvieron listos en dos días.

Como explica Guillermo Soria, los trabajos artísticos con niños van precedidos de talleres de Murales Amarás, en este caso, «para explicarles un poco la temática, que era el medio ambiente, porque aquí teníamos el problema de las cacas de perro, que ha mejorado un poco».

«Ya no se hacen pintadas»

Los otros tres murales ya han sido pintados por artistas que han empleado aerosoles, aunque en uno de ellos, el de la calle Federico García Lorca, con el lema Se vive mejor en un barrio limpio, han colaborado jóvenes que, hace años llenaron de pintadas el barrio. «Entonces tenían 18, 19 años y ahora 25 o 26 años, me ayudaron con el fondo del mural; ya no de dedican a hacer pintadas», cuenta Guillermo Soria, que cree que en el barrio Ruiz de Alda pero también en toda esta parte de la Carretera de Cádiz debería crearse una oficina de educación medioambiental, no sólo para repartir bolsitas para las cacas de los perros sino también para asesorar a los adolescentes que ensucian las paredes con pintadas.

Como dato bonito, Guillermo Soria cuenta que, en el mes en que esta asociación estuvo realizando todos los murales, los vecinos de Ruiz de Alda invitaron alguna vez a comer a los artistas. Y lo más esperanzador es que en los once meses que llevan los murales en la calle permanecen intactos. «La gente está muy contenta», subraya.

Para Guillermo Soria, no hay ningún rincón de Málaga que necesite más que otro la transformación que ha tenido este barrio de la Carretera de Cádiz porque «en todos los barrios hay rincones que se pueden embellecer».

El último trabajo de este colectivo cultural tuvo lugar en septiembre con la conversión de una olvidada escalinata de la Cruz Verde en un hermoso jardín.