El puesto de flores de Mari Trini García lleva más de 30 años como antesala del cementerio de San Juan, en El Palo. Este año, después de más de una década de pura supervivencia comercial, comenta que «el resto del año se va tirando» y cuenta que ya se nota cómo muchos empiezan a salir de la crisis, «aunque el martes fue un día muy malo por la lluvia».

No era la tónica este jueves, Día de Todos los Santos, luce el sol a las 9 de la mañana y los clientes no dejan de pasar por la floristería: la docena de claveles y la de crisantemos a 10 euros; la de margaritas a 6 y la de rosas, a 24.

El cementerio de San Juan sigue teniendo un aire de camposanto de pueblo, con sus muros encalados y los cipreses señalando el cielo, aunque dentro albergue exóticas sorpresas como un grupo de cuatro enormes palmeras unidas por la base, que han visto desfilar muchos entierros o un discreto pero frondoso jardincito de plantas crasas en la que antes era una abigarrada zona de enterramiento.

«Esto lo meto en el lavavajillas», señala una señora mientras saca de un nicho un jarroncito de cristal. Estropajos, bayetas, escobas, jabón y mucha agua como símbolo de la atención por los seres queridos, los que en realidad, se marcharon pero nunca se fueron de nuestras vidas.

En las lápidas del cementerio del Palo hay emocionantes vidas resumidas en una línea o una foto, como la de María Josefa, que está acompañada por la musical frase «Gracias a la vida, que me ha dado tanto» y a su lado, una fotografía en color en la que se le ve con sus hijos en la playa del barrio. O la de Juan Pablo, un niño de cinco años fallecido en los 80 que está acompañado de un par de juguetes.

Tres centros de aves del paraíso acompañaban ayer la tumba del que fuera alcalde de Málaga, Antonio Gutiérrez Mata, enterrado en este camposanto (foto).

También hay cementerio, discreto, moderno y blanco en Olías, el pueblo anexionado a Málaga en los años 40. Abundan allí los Zambrana, Rodríguez, Paniagua... apellidos que hablan de un núcleo discreto en los primeros arranques de los Montes de Málaga.

Aunque lleva 50 años viviendo en la capital, Gerardo Guirado cuenta que acude al cementerio de Olías «todas las semanas», desde que su mujer falleció hace seis meses, «a punto de que celebráramos las bodas de oro». Gerardo le sigue desmostrando un cariño que el paso del tiempo no atempera y que de paso le sirve como ejercicio de sana resignación, porque hasta la fecha, no se conoce criatura de este planeta que no haya pasado por el trance final.

Hay una zona externa a este cementerio, un pequeño bancal en el que el pueblo se atisba entre los árboles, con algunas tumbas más. En los últimos años el de Olías es un cementerio que ha mejorado bastante y ha dejado de ser la hermana pobre de los camposantos de Málaga.

San Miguel

Este año sí que se ve mejorado el cementerio histórico de San Miguel, gracias a la erradicación del caótico aparcamiento delantero. En su lugar nos encontramos con la, por fin, urbanizada plaza del Patrocinio, con lo que se deja atrás el contraste entre la entrada tercermundista y el cuidado camposanto repleto de historia.

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que lo visitó este jueves, comentó a este diario que la plaza se abriría al público (ahora mismo está vallada) en cuanto se terminara de ajardinar.

De la Torre, que asistió a la misa de 11 en la iglesia del cementerio, acudió poco antes a la inauguración de una composición escultórica que completa la cruz conmemorativa que recuerda que el general Torrijos y sus hombres estuvieron enterrados originalmente en San Miguel, cuando fueron fusilados en las playas de San Andrés el 11 de diciembre de 1831.

En realidad, José María Torrijos y Juan López Pinto recibieron sepultura aparte cerca de la entrada principal, mientras que sus hombres, 46, fueron a parar a la fosa común que conmemora la cruz. En 1842 los restos de los liberales fueron exhumados y trasladados solemnemente a la cripta del monolito de la plaza de la Merced.

Desde este jueves, la cruz conmemorativa tiene un hermoso añadido que ha salido de las manos del escultor malagueño Juan Vega.

El artista explicó que la escultura recuerda la última carta que Torrijos, ya preso, leyó a Luisa, su mujer, por eso ha esculpido una suerte de «bodegón» en el que aparece un manuscrito, en recuerdo de la carta, un bajorrelieve de José María Torrijos acompañado de un laurel, símbolo de su condición de héroe y unas cadenas rotas, las que rompió el general madrileño al tratar de revelarse contra Fernando VII.

En el acto de inauguración se leyó la carta original de Torrijos a su mujer, en la que el militar le escribió: «Voy a morir pero voy a morir como mueren los valientes» y se despidió con esta frase: «Hasta el último aliento te he amado con todo mi corazón».

El paseo finaliza en Parcemasa, el Cementerio de San Gabriel, que como explica su gerente, Federico Souviron, en lo que llevamos de año ha recibido ya dos millones de visitas. Brilla el sol sobre los charcos de las últimas lluvias y el trasiego de flores, esponjas y jabón continúa. Nunca se van del todo los que se marchan porque siguen con nosotros.