El papel que desarrollan las mujeres en la sociedad actual influyen directamente en el descenso de la natalidad en nuestro país. La entrada en el mercado laboral de las mujeres y la falta de recursos para poder conciliar el trabajo con la familia, hacen que cada año las cifras de embarazadas descienda.

En este sentido, el número de mujeres de entre 15 y 49 años, en edad de ser madres, se redujo hasta 10,57 millones en 2017, manteniendo así la tendencia a la baja iniciada en 2009, que se debe, principalmente, a que ese rango de edades está formado por generaciones menos numerosas nacidas durante la crisis de natalidad de los 80 y la primera mitad de los 90. Además, la edad media en la que las mujeres deciden ser madres volvió a retrasarse en 2017, situándose en 32 años.

Los sociólogos apuntan a que esto ocurre porque para las nuevas generaciones de mujeres, el trabajo se convierte en un pilar fundamental en su vida. Dado que son ellas las deciden cuándo quieren tener el hijo, cuántos y con quién, es fundamentan analizar la situación en la que se encuentran en la sociedad para comprender estos fenómenos.

«Nos damos cuenta que cada vez hay más mujeres en el mercado laboral que no trabajan como complemento, como sí ocurría antes, sino que el trabajo constituye un lugar importante es sus vidas» apunta Luis Ayuso, doctor en Sociología que además, determina que ante la falta de estabilidad económica y laboral, e incluso de pareja, que no suele existir hasta la década de los treinta años, las mujeres retrasan el momento de ser madres.

Pero a la tardanza de estos factores, se suma la durabilidad de la fertilidad: «A partir de los 30 años comienza la fecundidad tardía para las mujeres y los riesgos a la hora de tener hijos. Muchas mujeres no encuentran esas estabilidades mencionada antes pasados los 32 años y puede que en ese momento no consigan quedarse embarazadas de manera natural» señala Ayuso.

Del mismo modo, muchas mujeres se ven obligadas a renunciar a sus sueños laborales por querer ser madres y no poder conciliar su carrera con su vida familiar. «Son ellas las que sacan mejores notas y las que progresan mejor en los trabajos pero a pesar de ello, la precariedad laboral afecta más a las mujeres. Muchas deciden avanzar en sus trabajos antes de lanzarse a ser madres» indica el sociólogo.

Para solventar las trabas que implanta el sistema en este aspecto, el sociólogo Rafael Grande, explica que no hay que crear políticas de conciliación, sino que económicas para garanticen el progreso de las mujeres en el mundo laboral a la vez que pueden ser madre: «No hace falta políticas para aumentar la natalidad sino medidas económicas que ofrezcan seguridad a las mujeres para que puedan alcanzar sus metas profesionales sin tener que renunciar para ello a tener hijos».