Si la música no existiera, habría que inventarla. Es un arte delicioso que, además, tiene propiedades terapéuticas y educativas, demostradas científicamente. La música hace la vida mejor. Y en el entorno escolar, también. Así se revela en el instituto Cánovas del Castillo de la capital, situado en el barrio de El Ejido. Desde el curso pasado desarrolla una novedosa iniciativa que consiste en sustuir el estridente y hasta molesto timbre para avisar del cambio de clase por un variado programa de canciones que hace que los alumnos entren y salgan de clase con ánimos renovados.

El director del instituto, Arturo Ramírez, reconoce que no es el primer centro educativo que lleva a cabo este método, aunque también admite que son cada vez más los que se ponen en contacto para interesarse por saber cómo funciona y conocer su éxito, con la intención de implantarlo. Según Ramírez, hace dos años los profesores del instituto realizaron un curso en el CEP de Málaga sobre mejora del ambiente en las clases. Formación sobre inteligencia emocional. Y, entre otras medidas, se decició poner en marcha, a través de la profesora de música, Rosana Meneses, este proyecto.

«La música tiene efectos positivos en el desarrollo cognitivo como en el intelectual. Escuchar música también favorece la capacidad creativa del alumnado. Y además, reducimos la contaminación acústica que provocaba el ruido del timbre», explica el director del Cánovas del Castillo.

La música, entre otros efectos beneficiosos para la salud, estimula reductores de estrés bioquímicos, por lo que ayuda al individuo a sentirse más relajado. También facilita el alivio de la ansiedad y actúa como motivador, es decir, ayuda a vencer y fortalecer nuestra resistencia y superar nuestros límites personales.

Del mismo modo, disfrutar música de fondo mientras se trabaja en tareas que requieren de atención mental, permite aumentar el rendimiento. Y ayuda a mejorar la convivencia en el entorno escolar, por aquello, quizás, de que la música amansa a las fieras.

Ramírez explica que la profesora de música fue quien coordinó la selección de las canciones que se reproducen. «El nuevo profesor que ha llegado este años ha heredado este trabajo y lo ha seguido desarrollando», agrega el director. Además, se preguntan a alumnos y profesores, que también aportan sus preferencias.

¿Qué escuchan los alumnos del Cánovas del Castillo durante el intercambio de clase? Un repertorio de lo más variado, «unas veces canciones más cercanas a los gustos de los estudiantes y otras veces música clásica, bandas sonoras originales de películas o grupos históricos, como los Beatles, por ejempo, con el objetivo de que los alumnos también amplíen sus conocimientos y gustos musicales», explica Arturo Ramírez.

Por ejemplo, durante esta semana pasada han sonado canciones de Dadid Bowie, Coldplay, Pablo Alborán o Ketama. Pero también obras de Bach. O la banda sonora de La vida es bella o La La Land. Es decir, ópera, funk, rock, pop, folk o jazz.

«Cuando tenemos días concretos o se celebran efemérices, se eligen canciones especiales. Por ejemplo, esta semana del puente, el centro celebró la semana de la interculturalidad, y entre el lunes y el míercoles sonarán canciones que han elegido los propios alumnos de los países de donde proceden», explica el director, quien señala que en el instituto conviven alumnos de 27 nacionalidades.

«Se trata de que el alumnado aporte sus ideas, aunque no siempre aportan canciones que se puedan reproducir», reconoce. «Así también escuchan otras que nunca hubieran escuchado por su cuenta». En definitiva, de lo que se trata es de que los alumnos trabajen sus emociones y empiecen con ánimo más positivo las clases.