Tuve cierta amistad con un licenciado en Derecho que después hizo el doctorado y que creo que nunca ejerció la abogacía porque poseía bienes raíces que le exoneraban de ganarse la vida con el sudor de la frente. Me contó que todos los días del año se desayunaba con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Quizá fallara a la cita en alguna ocasión por una indisposición transitoria. No todas las mañanas está uno en condiciones de desayunarse con uno o dos tomos del diccionario de la RAE.

No es que mi amigo, que como otros muchos de mi juventud y madurez ya falleció, se comiera una página o dos del libro en lugar de una tostada con pan y mantequilla para empezar el día. Es que unía a la manduca mañanera la lectura del libro que encierra todo el vocabulario de la lengua española. La dosis diaria era aprenderse diez palabras de cuya existencia desconocía o ignoraba su significado.

El procedimiento era el siguiente, según me contó a mediados del siglo pasado:

Había empezado por la letra A y, siguiendo el orden, se detenía en la primera cuyo significado desconocía y la fijaba en su mente. Dejaba pasar las que le eran familiares y se detenía cuando aparecía otra desconocida. Cuando memorizaba las diez de la dieta que se había marcado, cerraba el diccionario, terminaba de comerse las tostadas o los cruasanes y se bebía el café con leche. Ya había alimentado su cuerpo y su cultura. Durante el almuerzo, merienda y cena dejaba el diccionario, pero no el yantar porque comer cuatro veces al día era también uno de sus postulados. Además, como no tenía que trabajar porque las rentas le permitían la holganza, su jornada era la de un pachá y la dedicaba a leer, escribir, oír música€ y por supuesto a atender a su mujer y no recuerdo si a dos o tres hijos que tenían en común.

Cuando yo lo conocí y me contó su particular forma de enriquecer sus conocimientos ya iba por la tercera vuelta, es decir, había ido aprendiéndose diez palabras de la A, otras diez de la B€ hasta llegar a la Z. Volvió otra vez a la A, y empezó la segunda vuelta en la palabra que en la primera ronda había dejado. Se había aprendido, y supongo que algunas las habría olvidado, más de quinientas palabras, de esas que el Pasapalabra, el programa de la 5 de Televisión, utiliza para probar la cultura de los concursantes. Como falleció hace varios años desconozco cuántas palabras poco comunes o apenas utilizadas se llevó al otro mundo. Como creo que sus restos fueron incinerados todo ese saber desapareció totalmente.

Azorín utilizó otro sistema

Por otro conducto me contaron una técnica diferente utilizada por el afamado escritor español, miembro de la Real Academia de la Lengua, José Martínez Ruiz, más conocido por el seudónimo Azorín, seudónimo que mantuvo hasta su muerte. No voy a escribir ni de su obra, ni de sus libros, ni de sus escritos. No estoy preparado para exaltar y comentar su copiosa obra que abarca desde la novela al ensayo pasando por sus deliciosos artículos en ABC.

Pues bien, Azorín, en su juventud, para conocer mejor la utilización o empleo de la lengua optó por una curiosa y efectiva idea.

Durante no sé cuánto tiempo practicó la costumbre de personarse en carpinterías, fábricas y talleres de reparación de calzado, empresas siderúrgicas, imprentas, empresas relacionadas con la agricultura€ con objeto de conocer las palabras utilizadas en el trabajo diario para aprender el nombre de cada instrumento manejado por los profesionales de estos oficios. Su presencia en estos centros de trabajo se limitaba a eso, a anotar las palabras que utilizaban los trabajadores en su entorno. Durante esta etapa se aprendió el significado de cada palabra y su destino.

En sus novelas, relatos, artículos y ensayos siempre recurrió a las palabras justas para definir cada útil o herramienta utilizada por los trabajadores en sus tareas habituales, rehuyendo el recurso habitual de «algo así como un gancho», «algo como un caldero», «una herramienta adecuada»€ Recurría al vocablo exacto. Dominaba la lengua española como pocos escritores.

A modo de ejemplo recurro a esas palabras que se podían encontrar en sus escritos, como desbastador, zuela, gramil y garlopa (del oficio de carpintero), cícero, fraile, torta y portadilla (imprenta), robadera, escaliar, picoleta (de la agricultura), pala, oreja, zancajo, cerote, lezna (de la fabricación y arreglo de zapatos)€ No estoy muy seguro que utilizara las que acabo de enumerar, pero responden teóricamente al vocabulario que manejaba el famoso escritor.

Un ejemplo a seguir

Acordándome de las dos personas citadas decidí seguir su camino, no para enriquecer mi vocabulario en estos trabajos periodísticos, sino para ponerme al día en lo que priva y que me trae loco: desayunarme con las palabras inglesas que me acosan por la derecha, por la izquierda y por el centro.

Hice una relación de las que a diario me embotan el cerebro porque aparecen en las noticias de la prensa diaria, oigo por la radio y televisión, largan a diestro y siniestro los políticos, los empresarios y los trabajadores con contrato basura o indefinido.

En un papel los palabras y a su lado el diccionario Inglés-Español que me regaló mi nieta hace dos Navidades.

Las palabras seleccionadas en la primera oleada para dos o tres desayunos (iba a emular a mi amigo que se desayunaba con las palabras del castellano) fueron las siguientes: On line, Works-hop, Fusion-Fresh, Boom, Hit, Chill out, Frendy market, Afterwork, Smartphone, Whats-App, Footing, Jogging, Cross Running, Cross Country, Fitness€ Total, un lote de palabras cuyo significado en español iba a iniciar mi camino para ponerme al día de lo que se dice, lo que se hace y quien lo dice.

Empecé la lección del primer día: On line (en abierto), Works-hop (taller), Smartphone (no viene en el diccionario), Boom (suena a bombazo, pero la traducción es auge), Hit (Éxito), Best-Seller (superventas, ¿sirve también a las superventas de toallas o camisetas de Messi?), Cross Country (campo a través), Cross training (igual a entrenamiento para correr mejor), Footing (igual a Jogging), Jogging (correr, quizá por el Paseo Marítimo) , Fitness (correr)€¡Ya no corro más! Estoy cansado.

Lo pensé mejor: que el conocimiento de las palabras inglesas y la pronunciación de las mismas se encarguen los cantantes y las cantantas que aspiran a representar a España en Eurovisión porque cantar en español no se lleva, salvo en la edición de este año. Cierro el diccionario y, en lugar de desayunarme ocho o diez palabras inglesas, exprimo dos naranjas de las huertas de Coín o Alhaurín el Grande, me bebo el zumo, empapo en aceite de oliva (Virgen Extra, Virgen sin extra o de sabor fuerte) en una rebanada de pan cateto o de pueblo, me lo zampo y sin prisa me tomo un café con leche desnatada con una pastilla para tener la tensión regulada. Me quedo como el Kiko (que no sé quién fue) y me pongo a escribir este capítulo. Adiós (Goodbye).