Llegó la hora de reivindicar la Catedral de Málaga y no verla, únicamente, como un obra sin acabar. Para Juan Manuel Sánchez la Chica se trata de «un edificio absolutamente de primera, único en la historia de la Arquitectura».

Juan Manuel, arquitecto de la Catedral desde el año pasado, es el autor, junto con su compañero de estudio Adolfo de la Torre Prieto, del libro La Catedral de Málaga. Una sinfonía inacabada (27 euros), editado por el Obispado y que se ha presentado a finales del mes pasado acompañado de una exposición con más de medio centenar de paneles que puede verse en el mismo Templo Mayor hasta el 28 de febrero de 2019.

La Opinión acompañó esta semana al arquitecto a visitar la muestra, en realidad una detallada explicación de este libro, con título inspirado en la sinfonía inacabada de Schubert.

Lejos de lo que se piensa, Juan Manuel Sánchez la Chica considera que la Catedral tiene bastantes más señas de identidad que la falta de una torre. Para empezar, «el que tenga una unidad extraordinaria», pese a haber bregado con el paso de los siglos: primeras trazas góticas y luego, renacimiento, barroco y remate neoclásico. Y pese a ello no luce retazos ni por dentro ni por fuera. «Es una obra maestra de integración de estilos, es una de sus señas de identidad», recalca.

Otra seña, que ya en el Barroco la idearan no con dos torres sino con ocho («elementos torrados o verticales», matiza el arquitecto). Porque faltan por construirse siete: además de la torre ausente, las que rematarían los cuatro cubillos (dos por lateral) y los elementos verticales que coronarían las dos sacristías (la mayor y la menor) a ambos lados.

También está en su ADN el que Málaga apostara «no por una catedral menor sino por una gran catedral» y eso ha provocado, no que concluyera con un recorte de altura para cuadrar presupuesto, como en Cádiz, sino que siguiera adelante ese proyecto de gran catedral y por tanto, «se construyera a impulsos intermitentes».

Porque, como recuerda Juan Manuel Sánchez la Chica, el severo parón constructivo de finales del XVIII a nuestros días no ha sido el único de su historia. De hecho, apenas hubo novedades, con la excepción del coro y cuatro columnas, entre 1588 y 1721 (133 años), así que el Templo Mayor está curado de espanto.

Pero para hablar de su próxima seña de identidad es preciso empezar por el principio, su construcción, que se inició en 1521 y de una forma muy llamativa: de atrás hacia adelante, empezando por la girola. El motivo es que debía seguir en uso para la ciudad la vecina iglesia vieja, la antigua mezquita, en parte de donde hoy se levanta la iglesia del Sagrario. Si hubieran empezado por la fachada habrían tenido que derribarla.

Renacimiento

Esa Málaga abierta al mar y repleta de vecinos nuevos, una ciudad sin tradiciones que la aten decide hacer una catedral en el nuevo estilo, el Renacimiento, «algo que quizás en Castilla no se habría aceptado». Y aunque siga unas primeras trazas góticas, cuyo diseño se atribuye a Diego de Siloé, el Renacimiento hace su entrada y se reinterpreta para crear un Templo Mayor como una fortaleza: «No hay más que ver la cornisa inclinada para facilitar el tiro, las gárgolas en forma de cañón, el camino de guardia y las saeteras. Es un lugar con agua dulce y permanentemente protegido», cuenta Juan Manuel Sánchez la Chica, que recuerda que hablamos de unos tiempos en los que el Mediterráneo era un nido de piratas.

Para el arquitecto ahí está otra seña de identidad, «la Catedral como una fortaleza», como también dan fe los gigantescos torreones o cubillos que escoltan las puertas laterales. Pero, precisa el arquitecto, «es una fortaleza que guarda en el interior un palacio dorado y delicado».

El pilar de Málaga

Y en ese palacio dorado se encuentra otra seña de identidad, obra de Diego de Vergara, a quien Sánchez la Chica considera «el principal arquitecto de la Catedral». Esa seña es el pilar de Málaga, «un invento magistral, heterodoxo y único», un invento que luego respetaron los siguientes arquitectos catedralicios.

Porque las columnas de la Catedral, que parecen dos larguísimas mitades unidas por un cuerpo central, es «lo que le da esa alegría a la Catedral; tiene esa belleza del Renacimiento pero con esa altura sobrecogedora del Gótico».

Y aquí va otra seña de identidad: la creación de Diego de Vergara permite que las naves tengan la misma altura, como una basílica romana clásica. «Una iglesia salón», apunta el arquitecto, con el acuciante problema, nunca resuelto, de que una superficie tan amplia necesita un tejado a dos aguas.

En 1588 se paran las obras por falta de dinero, así que hay que cerrar lo construido y consagrar la Catedral con lo que hay (la exposición y el libro incluyen un grabado de 1661 con esa Catedral cerrada de forma abrupta por un altísimo muro de mampostería, reforzado por contrafuertes).

Con la salvedad del maravilloso coro de la Catedral y las cuatro columnas que lo flanquean, aportaciones del XVII, hasta 1721 no saldrá de su letargo, tras unas intensas lluvias que aconsejan que se concluya.

El Barroco

Juan Manuel Sánchez la Chica considera «maravilloso», que los arquitectos de la Catedral se plantearan la continuidad estética de la Catedral renacentista. En realidad, «la Catedral renacentista se mete en la barroca y la barroca en la renacentista». Y en este periodo la idea es levantar «un palacio lleno de torres», aunque solo se haya levantado una.

El arquitecto José de Bada, para intentar acabarla, empieza esta vez de atrás hacia adelante y además diseña «un palacio que se abre a la calle, por eso las torres las tenemos fuera y se crea un gran atrio de entrada».

Será el siguiente arquitecto, Antonio Ramos quien una por fin las dos mitades y para evitar que la Catedral descimbrara, algo que ocurrió hacia 1760, le colocó una cornisa y muros de refuerzo en la parte superior. «Era como un cinturón que le daba peso».

A la solución técnica le dio el visto bueno el arquitecto de la Corte, Ventura Rodríguez, quien inspeccionó la obra para ver cómo iba esa problemática unión entre las dos mitades. Para completar la solución, propuso un tejado a dos aguas, con un ingenioso diseño estrellado para conducir el agua.

Antonio Ramos llegó a incorporar el Neoclásico a la Catedral con el remate de su única torre y en 1788 las obras se pararon.

En 2014 se terminan las instalaciones para que el público visite las bóvedas al aire, sin tejado protector (esta semana, por cierto, las manchas de humedad por las goteras se habían agrandado, informa el arquitecto). Esta actuación permitió completar además una balaustrada, colocada por seguridad.

Juan Manuel Sánchez la Chica es un firme partidario de concluir la Catedral de Málaga en todos sus elementos y por ejemplo, califica el tejado propuesto por Ventura Rodríguez de «magistral». «No se vería desde la calle, sólo desde Gibralfaro», apunta.

Por eso, el libro deja la puerta abierta a que esta nueva fase que se abrió en 2014 ponga fin a las «distintas fases de inacabamiento» de la Catedral a lo largo de los siglos que además, son la causa de sus actuales problemas.