El Día de los Fieles Difuntos o también conocido como Día de las Ánimas, es una gran festividad que sigue teniendo como tradición el orar a los fallecidos. Se trata de unas fechas en que las visitas a los cementerios e iglesias se multiplican para rendir homenaje y culto a los difuntos, y en la que se movilizan miles de personas que rezan por sus familiares y seres queridos.

Esta arraigada costumbre en la que se mezclan creencias religiosas y tradición tiene especial importancia en la iglesia de Santiago, situada en la céntrica calle Granada, donde hay una gran devoción a las Ánimas Benditas representadas en uno de los cuadros de esta parroquia pintado en el siglo XVII por Juan Niño de Guevara, discípulo del insigne pintor granadino, Alonso Cano.

En esta parroquia, la veneración no se limita a la oración, sino que existe la tradición de ofrecer aceite a la Virgen de las Ánimas, protagonista de este cuadro. Una costumbre que ha permanecido intacta a lo largo de los años y que, como explica Miguel Ángel Gamero, párroco de la iglesia, tiene como origen la necesidad que tienen esas almas de tener aceite y luz para estar iluminadas e interceder en favor de los fieles, trabajando en sus peticiones, los cuales las reviven y les ayudan a sacarlas del purgatorio. Para iluminarlas se encendían las denominadas mariposas, que se prenden con aceite y agua en multitud de pueblos de toda España el día de los Difuntos.

Para mantener la llama, los feligreses comenzaron a ofrendar aceite como forma de veneración a las Ánimas. Aunque al principio estas donaciones no suponían una gran cantidad, con los años el incremento de las ofrendas ha ido en aumento. Al mismo tiempo, las mechas de la gran cantidad de lámparas dispuestas entorno al cuadro contribuyeron a su deterioro, obligando a su restauración y a limitar el uso de velas.

El aceite siguió llegando en grandes cantidades a la parroquia haciendo que el templo tomara la decisión de distribuir este producto entre los centros benéficos, organizaciones y sedes de Cáritas parroquial de la provincia, con el fin de que los más necesitados puedan acceder a este producto básico. A día de hoy, más de una veintena recibe diariamente aceite proveniente de la iglesia de Santiago. «Hay fieles que traen una botella, otros decenas. Esta entrega ha hecho que cada día contabilicemos más de 100 litros de aceite, que es almacenado todas las noches», afirma el párroco.

Al finalizar el día, la iglesia realiza un recuento de lo depositado en la capilla, que se vacía, y traslada las botellas a un salón parroquial donde se preparan para que al día siguiente puedan ser distribuidas a los centros asistenciales. «Menos la cantidad que podamos necesitar para surtir las seis lámparas que hoy día iluminan las Ánimas, todo lo demás es repartido, es decir, el 99% de las ofrendas», explica Gamero.

Esta práctica, también se relaciona con el histórico cementerio de San Miguel en el que, según cuentan las leyendas, se encontraban ánimas negras a las que los fieles adoraban; pero el cierre del camposanto en 1987, hizo que la tradición se trasladara a la Iglesia de Santiago, aumentando la afluencia de creyentes que ya existía a este templo.

Este hábito hace que la iglesia de Santiago reciba cientos de visitas diarias, no sólo de fieles procedentes de toda España, sino de turistas y curiosos que entran para visitar y ver esta llamativa práctica que los devotos realizan a las Ánimas Benditas. Ya no sólo se trata de una tradición meramente religiosa, sino también de un acto benéfico de los feligreses.El cuadro

La obra decora una de las capillas de la iglesia de Santiago. Se trata de una composición pintada por Juan Niño de Guevara en 1665. El cuadro está dotado de un alto valor simbólico, en el que el autor reflejó las tres iglesias: la triunfadora, representada por la Virgen con el Niño; la militante, de la mano de la Tierra, y la purgante, en las ánimas.

El cuadro refleja la ayuda hacia esas ánimas para que puedan salir del purgatorio. Entre los personajes protagonistas se encuentran la Virgen María junto al Niño; el apóstol Santiago derramando agua como representación del alivio del sufrimiento de las almas; o un ángel, como la mediación entre éstas y Dios. Ante los daños provocados por las velas, se sometió a trabajos de restauración durante dos años financiados por la propia parroquia y la Junta de Andalucía, a parte iguales. Los restauradores, Francisco Ruano y Francisco Fuentes, lograron devolver la luz original al lienzo y recomponer los rotos y desgarros que presentaba, para que la tradición pueda continuar muchos años más.