Para la familia era Juani; para los amigos, el Pani. Juan José Andreu Paniagua era, para todos en El Palo, un hombre jovial y cariñoso, empleado de Gómez Raggio, el mayor de una familia de seis hermanos ligada al comercio y muy conocida en el barrio.

Su vida se truncó con solo 28 años una tarde del 9 de julio de 1981de fuerte resaca, cuando antes de almorzar en la casa familiar salió a darse un chapuzón y al ver cómo una niña pequeña se ahogaba, sin pensarlo se lanzó al agua para intentar salvarla.

La niña, que al parecer era de Córdoba, salvó la vida, pero al intentar rescatar Juan José al desesperado padre de la pequeña, los dos murieron ahogados.

Un mes más tarde, el 7 de agosto, nacía Juan José Andreu Ortiz, el hijo póstumo de este joven héroe, pues llevaba dos años casado y su mujer, Ángela Ortiz, esperaba un niño que hoy a su vez está casado, vive en Barcelona y tiene dos hijas: Luz y Lola, las nietas de Juan José.

La Opinión estuvo hace unos días en uno de los salones de la parroquia de San Juan de la Cruz, en El Palo, para recordar con amigos y familiares a este joven que, como destaca su hermano Jesús Salvador, «hoy cumpliría 66 años».

En el barrio ha surgido la iniciativa de dedicar un rincón en su memoria. En concreto, el propósito es recoger firmas de particulares y colectivos para que un espacio sin nombre junto al merendero El Tintero lleve el nombre de Juan José Andreu Paniagua. «Me parece un sitio muy bonito y además él murió por aquella zona», comenta don Pedro Medina, que fue su profesor de Matemáticas y lo describe como «una persona muy querida por mí y por los que lo trataron».

Juan José Andreu nació tal día como ayer, 1 de diciembre, de 1952. Sus padres, Salvador Andreu y Lola Paniagua, tenían una conocida tienda de ultramarinos en el barrio, en la calle Montiel. «La entrada de nuestra casa era la tienda, nosotros vivíamos en la trastienda. Mi padre trabajaba los domingos y muchos representantes venían a vernos ese día», cuenta Lola Andreu, una de las hermanas de Juan José. Entre esos representantes estaba Juan Flores, el padre de Marisol.

Con la inauguración del mercado del Palo, la tienda se muda a las nuevas instalaciones y con el tiempo, Salvador Andreu tendrá dos tiendas en el mercado, así que Juan José, el hijo mayor, echará una mano en una de ellas. La familia, por cierto, se irá a vivir a la desaparecida calle Santarén.

Juan José estudió en el Colegio del Sagrado Corazón, en la calle Martínez, «el colegio de la señorita Mari Pepa», apuntan sus amigos. Más tarde pasó al ICET, en el barrio. Don Pedro Medina, su profesor en el ICET, cuenta de él que era «un chico muy bueno y muy noble». Por cierto que para la reunión con La Opinión, Fernando Antelo, secretario del ICET, muestra una de su notas: abundan los notables y sobresalientes, aunque en Matemáticas tenga un suspenso raspado.

Lola cuenta de su hermano mayor que era una persona «muy alegre y muy inocente, que en todo el mundo confiaba y que estaba muy unido a nosotros, nos iba a buscar donde estuviésemos, ya de mayor».

Algo parecido subrayan sus hermanas María Victoria y Rosa María, las dos mellizas de la familia: «A nosotras nos pilló más pequeñas pero tenemos muy buenos recuerdos de él. Cuando llevaba dos años casado siempre aparecía con una cosita para nosotras».

Pero la vida profesional de Juan José pronto cambió de tercio y tras unas prácticas en el Hotel Málaga Palacio, cuando solo tenía 17 años, apunta Lola Andreu, entró a trabajar en los conocidos Almacenes Gómez Raggio, donde trabajó casi hasta su muerte, cuando cerró este veterano negocio y el joven paleño estaba a punto de entrar en una peletería.

Además de trabajar como dependiente, Juan José llegó a ser modelo para los catálogos del almacén malagueño. «Era alto para la época», destaca su hermana Lola.

Durante esos años en Gómez Raggio, muchos vecinos del Palo acudieron a vestirse a los almacenes para buscar su consejo y hasta su propia madre se encargaba de arreglarles algunos de los trajes, cuenta Lola.El fútbol y Raphael

«Yo iba muchas veces a vestirme allí, porque estaba en la sección de Caballeros y era un personaje», recuerda Juan Arias, amigo de Juan José. Además, aprovecha para recordar dos de sus aficiones favoritas: el fútbol y Raphael. «Le encantaba», recalca.

De su trayectoria en el fútbol da cuenta el servicio militar en Ceuta, durante el cual jugó en el Sporting Ceutí. «En el ICET ya jugaba de lateral y central», recuerda su hermano Jesús Salvador.

Juan José contrae matrimonio en 1979 en la iglesia de las Angustias del Palo con su novia Ángela Ortiz, de Miraflores de los Ángeles. La pareja se marcha a vivir a Jardín de Málaga, en Ciudad Jardín, aunque siguen comiendo en la casa de los Andreu. «Él todo lo arrastraba para casa», dice Lola.

En el fatídico verano del 81, la familia Andreu se traslada a otra casa de la calle Santarén, en donde vive la abuela, para pasar las vacaciones, como hacen siempre. El 9 de julio Juan José, cuando termina de trabajar, se dirige allí a almorzar. «Le trajo un trozo de queso a mi madre pero antes de comer quiso darse un chapuzón y como no traía ropa de baño, mi madre le dejó una camisa y un bañador de mi padre», explica Lola.

Serían las 2.30 de la tarde, la playa lucía con grandes olas y mientras estaba leyendo, pues trataba de sacarse el carné de conducir, es muy probable que escuchara los gritos de auxilio de una niña, que se debatía en mitad de la fuerte resaca. Sin pensárselo, se tiró al agua con los tenis puestos. También se lanzaron al mar unos jóvenes y el padre de la niña, un joyero cordobés.

Por suerte, la niña pudo ser rescatada y conducida a la orilla pero Juan José vio cómo el padre de la pequeña tenía dificultades para mantenerse a flote.

Según resaltan sus familiares y amigos, Juan José era un buen nadador, y aunque la playa no tenía mucha profundidad, contaba con grandes boquetes y había resaca. Cuando se acercó al padre, que según cuentan era de gran altura, este se agarró con fuerza al joven y pese a los esfuerzos por alcanzar la orilla, los dos murieron ahogados. Una testigo no recuerda una iglesia de las Angustias tan repleta de gente como en la despedida del barrio a Juan José.

La familia Andreu Paniagua agradece las gestiones para que este héroe pueda ser recordado con un espacio con su nombre, en especial a don Pedro Medina, y confía en que el Ayuntamiento sea receptivo a esta petición que pronto recibirá en forma de firmas de particulares y colectivos.

«Para mí siempre ha sido un ejemplo, fue capaz de dar la vida para salvar a una persona», confiesa don Pedro Medina.

Ahora, su entorno y vecinos creen que llegó el momento de agradecer este gesto supremo de generosidad.