Por su recia portada con jambas y dintel de piedra, que recuerda, a escala más modesta, la portada del vecino Palacio de Buenavista, bien podría salir de ella don Quijote en busca de aventuras. Y además, podría hacerlo a lomos de Rocinante, porque la casa tenía una entrada aparte para las monturas.

El catálogo municipal de edificios protegidos del Centro Histórico la tenía datada en el siglo XIX y por tanto, de estilo decimonónico malagueño, pero con solo rascar un poco, en el número 51 de la calle Beatas, la vivienda que se asoma a la plaza de Jesús Castellanos y a la calle Granada.

«No podíamos imaginar lo que había detrás», confiesa Alejandro del Pozo, ingeniero industrial, que se encarga de adecuar a la normativa las instalaciones de la nueva Casa de Vinos La Gloria, que se estrena esta semana y que toma el nombre de la panadería que desde 1941, ocupaba parte del bajo (al lado había una pizzería). De hecho, buena parte de la casa la ocupaba el obrador de La Gloria, por eso ha sido tan desconocida para los malagueños de a pie.

Ante el descubrimiento, Alejandro del Pozo llamó al arquitecto Antonio Díaz, especialista en recuperación de edificios antiguos, con una larga trayectoria detrás. «Esta casa es del XVI o del XVII. Estoy seguro de que Jesús Castellanos, que vivía enfrente, estaría muy satisfecho por la recuperación de esta vivienda», cuenta el arquitecto, que recalca su especial emplazamiento: asomada a la calle Real, luego de Granada, la principal de la Málaga de la Reconquista y frente a la calle de los Caballeros, más tarde de SanAgustín, en donde también vivían grandes personajes de la ciudad.

«Pudo ser una casa importante, de alguien de la época con dinero», concluye.

A su lado está Carlos Cazorla, propietario de siete locales de restauración en el Centro aunque reconoce que este supera todas sus expectativas y en cuanto conoció la noticia de que era una casa barroca, quiso recuperarla como fuera. «Lo importante de esta obra es que hemos hecho respetar lo que había y tocar lo menos posible», subraya.

En el interior, 220 metros cuadrados, con la mencionada zona para las caballerizas y la servidumbre, con un patio trasero y en la parte noble, varios arcos de ladrillo y un patio central que sirve para distribuir las estancias.

Y bajo dos falsos techos, un alfarje barroco (techo plano con tablas y vigas) con las cabezas de las vigas primorosamente talladas.

Pero otra de las grandes sorpresas ha sido encontrar una muralla trasera que Antonio Díaz compara con la del Hotel Posada del Patio. «Por el tipo de fábrica, un muro de mampostería con verdugada (hileras horizontales) de ladrillo, es un aparejo medieval o por lo menos de herencia medieval», estima.

A este respecto, y a falta de un estudio histórico, Carlos Cazorla recoge el comentario de un sacerdote de que este lienzo de muralla debió formar parte de alguna forma de la muralla nazarí de Álamos-Carretería, aunque asomara a Tomás de Cózar.

Para resaltar más la autenticidad de la vivienda, Carlos Cazorla ha comprado en un anticuario un brocal de pozo de los Montes de Málaga y lo ha colocado donde se encontraba el pozo original de la casa. También ha puesto un suelo de losetas acorde con la vivienda y otro detalle ha sido no instalar cierres metálicos sino verjas en las puertas. De hecho, son del mismo modelo que las que emplea el Museo Picasso.

Queda otra sorpresa oculta, aunque ya asome, porque las catas realizadas en la fachada han desvelado unas pinturas que fingen hileras de ladrillos, como en los Mártires y la segunda fase será dar a conocer estas pinturas murales.

Como explican los responsables de esta recuperación, cuando las obras han estado casi listas han sido cientos los malagueños y visitantes que se han acercado a diario a conocer la sorprendente aparición del Siglo de Oro detrás de una veterana panadería. Una casa digna, por lo menos, de don Alonso Quijano.