­Son las 9 de la mañana cuando los voluntarios del primer turno comienzan a llegar a la nave que Bancosol tiene en el polígono Trévenez. Una vez allí cada uno se dirige al equipo que le corresponde. Los mayores se dedican a montar las cajas donde más tarde se irán introduciendo los alimentos. Otros descargan los camiones que van llegando cargados con los alimentos recogidos durante la Gran Recogida -que tuvo lugar el primer fin de semana de noviembre-. Otro grupo se encarga de ser el cabeza de cinta, es decir, el responsable de ir introduciendo los alimentos en la cinta que después, otro grupo mayoritario, irá clasificando y empaquetando por productos.

Y lo mismo con el grupo de tarde. Esta será la dinámica durante más de un mes, en el que toca ordenar lo recaudado en la Gran Recogida para almacenarlo e ir poniéndolo durante al año a disposición de las 220 entidades que colaboran con el Banco de Alimentos de la Costa del Sol y que supone el 10 por ciento de los alimentos con los que la asociación ayuda a unas 45.000 personas anualmente.«Te necesitamos»

En los primeros puestos de la cinta, dedicados a la pasta y el arroz, que son los productos que más se recaudan, está Josefa Díaz, que lleva tres de los siete años que lleva haciéndose la campaña siendo voluntaria de Bancosol. «Pepi, te necesitamos este año todos los días», le espeta Enrique Castillo, el responsable del Voluntariado de Bancosol, cuando ella explica que no sabe si se quedará hasta que acabe esta fase de la campaña por sus múltiples compromisos con otras asociaciones.

A sus 66 años cuenta ilusionada lo feliz que la hace sentir ver contentos a los mayores que residen en el Cottolengo cuando va con su grupo a bailar sevillanas.

Castillo intenta que todos se impliquen y hacerlos sentir útiles «porque lo son», asegura, insistiendo en la importancia que tiene lo que hacen para el resto. «Sin ellos esto no sería posible». Y es que la mayor parte de este proceso está hecha por unos 1.000 voluntarios que se añaden a los 4.000 que han estado en los comercios donde se ha hecho la campaña.

De esta Gran Recogida, Enrique Castillo valora especialmente el buen hacer de los implicados, su puntualidad, organización y responsabilidad, señalando que es el primer año que no se produce ninguna incidencia. Un síntoma también de la consolidación de esta cita tras siete años.

En cuanto al perfil de los voluntarios, explica que es muy variado. El 20 por ciento corresponde a jóvenes entre 14 y 20 años: estudiantes de universidad y alumnos de colegios que se apuntan a esta actividad. El otro perfil, detalla, abarca distintos colectivos. «Incluso hay una señora que ha cumplido los 89 años», asegura e indica que hay muchas personas mayores de 80 años que se apuntan a participar en la Gran Recogida en establecimientos cercanos a sus casas.

Pasar a la acción

José Antonio Serrano está encantado con la forma frenética de trabajar en la nave de Bancosol en estos días. Mientras señala que siempre ha querido ayudar y que es el primer año que lo hace mira de reojo lo que hacen sus compañeros, inquieto por volver al trabajo, pues sabe que una mano menos, aunque sean solo unos minutos, puede entorpecer el ritmo.

Trabaja en el mantenimiento de las Carmelitas Descalzas de Torremolinos y a veces iba a Bancosol a recoger alimentos para repartir. Ahora, junto a dos compañeros, ha decidido aportar su granito de arena durante dos semanas.

«Solo hay que salir a la calle y mirar alrededor o mirar la prensa. Hay miles de familias pasando por una mala situación... Lo principal es la comida, y hay quien no tiene qué llevarse a la boca», reflexiona Serrano, alentando a participar de cualquier manera en este tipo de campañas.

En este sentido, Castillo explica que «la mayoría de las personas se creen que la crisis ya ha pasado, pero atendemos a 44.000 personas al año; y antes de la crisis a 24.000».

Otro de los voluntarios pide empatía. «Nunca sabes cuándo vas a necesitar tú ayuda. Hoy por ti y mañana por mí», dice Miguel Ángel Ordoñez, que trabaja en una de las asociaciones a las que Bancosol cede los alimentos y que vive con responsabilidad la acción que realiza. «Si recibes también tienes que dar», insiste.

A las 13.00 horas, tras haber descansado unos 15 minutos a media mañana para reponer fuerzas comiendo algo, acaba el primer turno. El segundo, de 16.00 a 19.00 horas, seguirá con esta labor que coordina Pablo, que es el responsable de almacén y clasificación. Estuvo siete meses de voluntario hace ya algo más de seis años y después fue contratado, siendo ahora uno de los pocos empleados de Bancosol. El resto son voluntarios.

Pablo siempre ha tenido esa inquietud por ayudar. De hecho, estudió Medicina en su país y era voluntario en un hospital, pero cuando llegó a Santiago de Compostela sus planes de estudio, de vida y de trabajo se vieron truncados por una repentina viudedad y la dificultad de homologar sus estudios. Así que, siguiendo ese espíritu solidario, llegó a este banco de alimentos. Y aquí sigue, consciente de la importancia de lo que hace.

Explica que una vez empaquetados los productos por los voluntarios de la cinta, se van montando palés con 32 cajas cada uno. En total, cada turno suele terminar unos 40 palés. Estos se almacenan para ir dando salida al estocaje durante el año. Lo que primero sale es la leche, que desde el minuto uno de la Gran Recogida se iba situando en cajas aparte para poder ir repartiéndola rápidamente, debido a su pronta fecha de caducidad. La bollería, por ser un producto también perecedero, y los productos navideños (por la cercanía de las fiestas) son los siguientes en repartirse. El resto se va decidiendo durante el año lo que se necesita y se hace un gran reparto al mes, intentando que antes del verano se haya repartido la pasta y el arroz y que durante el invierno se reparta el caldo.