A Julián Díaz se le humedecen los ojos cuando recuerda la reunión del pasado 20 de octubre en un merendero de La Misericordia. «Estamos encantados porque llevamos un año recopilando compañeros y algunos no nos veíamos desde hacía 25 años o más; eso fue emocionante», cuenta.

Aunque se quite mérito, este antiguo repartidor es uno de los principales artífices de la reunión de cerca de 60 antiguos trabajadores de Colema, así como hijos de compañeros fallecidos que cogieron el reparto de Colema, para reencontrarse y recordar una de las empresas más queridas de Málaga, presente en el desayuno diario de miles de familias.

Julián confiesa que se guardó una sorpresa para el final: habló con la empresa Quesol, que ha recuperado la marca Colema, y en esa comida aparecieron las cajas y las botellas de leche con la flor verde, por las que tanto lucharon.

Como recuerda Antonio Romero, que antes de ser el primer teniente alcalde de la recién independizada Torremolinos presidió el comité de empresa en Colema, a la que entró de aprendiz con 14 años, «Colema nació el 21 de noviembre de 1963 pero antes, se hizo una campaña anunciando que la leche que reunía más higiene, la que estaba más controlada, era la de Colema porque estaba pasteurizada y no venía directamente de la vaca».

De los cántaros a la botella

Con Colema se aparcaron los cántaros y el cazo. Y todo partió del que fuera delegado de Agricultura en Málaga, Ernesto Mira Herrera, quien con la colaboración de la Caja de Ahorros de Ronda de Juan de la Rosa, crea una cooperativa para aglutinar a los pequeños ganaderos. Carlos Lamothe, segundo accionista y José María Olmedo, el gerente, serán junto con Ernesto Mira -presidente del consejo de administración- los principales responsables.

«Antes lo que había en Málaga eran 25 lecherías que vendían su propia leche, Colema reúne a los ganaderos dispersos, traen aquí la leche y nosotros la tratamos, la envasamos, las botellas se reparten en las lecherías -y luego en los supermercados- y los dividendos se reparten», cuenta Antonio Ramos. Él fue el responsable, en una posterior etapa de la fábrica, de las famosas bolsas de leche fresca, una innovación que pegó fuerte en Málaga y de las que se llegaron a vender 100.000 litros diarios y 150.000 los fines de semana, además de 30.000 litros de tetrabrick.

Y en este engranaje, para que todo funcionara como un reloj, la parte imprescindible eran los repartidores, que empezaron trabajando siete días a la semana.

Uno de estos repartidores fue Pedro López, que hoy tiene 67 años y comenzó en Colema con 19 y como asegura, no recuerda una empresa como la central lechera malagueña: «Trabajábamos mucho, pero no teníamos la espada de Damocles todo el día. Éramos conscientes de que teníamos que hacer un reparto, puesto que la gente tenía que hacer su desayuno, y ahí estábamos».

Y para que la leche llegara a tiempo al desayuno, el reparto comenzaba a las 4 de la mañana, así que los camiones hacían cola para recoger el producto y empezar su ruta. «Éramos casi 70 camiones para cargar entre las 4 y las 6 de la mañana y el que llegara más temprano, antes cargaba», cuenta Julián Díaz, que hoy tiene 64, entró a trabajar en Colema en 1975 y se encargaba de la ruta de Pedregalejo y El Palo.

«Había setenta y tantas rutas y repartíamos puerta a puerta por tiendas y bares y si abrían el negocio a las 7 de la mañana, tenían que tener leche», resalta Pedro López.

En 1970 entró a trabajar en Colema Cayetano Orozco, que hoy tiene 72 años, y que ocupó varios puestos, entre ellos el de la inspección de ventas y también echaba una mano a los compañeros del reparto. «Si alguno se ponía malo tenía que hacerle el turno porque no se podía fallar ningún día, tampoco sábados ni domingos», explica.

Cayetano es uno de los trabajadores que conoció el trabajo los siete días de la semana, aunque precisa que los domingos, «a lo mejor tirábamos la leche, como quien dice, y salíamos corriendo, pero teníamos que ir a la fábrica, coger la leche y repartirla».

Cuando los panaderos dejaron de trabajar los domingos, cuenta, esa fue la «excusa» para hacer lo mismo.

La fábrica, con los años, fue ampliando los productos: leche fresca, yogures, mantequilla, nata, queso, batidos...

Y una característica muy rara en una empresa de Málaga con cerca de 500 trabajadores: nunca hizo huelga.

El antiguo presidente del comité de empresa, Antonio Romero, cree que este logro se debió tanto a los jefes como a los trabajadores.

Y en opinión de Pedro López, «si la empresa llegó a ser lo que fue, se debió al ambiente que había» e incluye a los principales responsables: «Los hermanos Mira, Carlos Lamothe, José María Olmedo, Francisco Durán... iban todos a una».

Además, pone como ejemplo de gestión la reacción ante la llegada en 1975 del Híper y su política comercial: «Cuando llegaron bajaron el precio de la leche Colema, cuando Colema se enteró anuló la venta de esa gente. Eso no se digna hoy nadie a hacerlo».

Sin embargo, el progresivo avance de la competencia hará que la cooperativa pase a manos de la granadina Puleva. En esas estaba cuando el 14 de noviembre de 1989, las terribles inundaciones literalmente sumergieron toda la valiosa maquinaria de los sótanos. Además, como cuenta Julián Díaz, «a Puleva le interesaba fabricar en Granada y salía un tráiler por la mañana con leche de bolsa, después fue el inicio de los grandes supermercados y Puleva empezó a centralizar y a quitárnoslos a nosotros...».

Colema cerró a comienzos de los 90 pero la marca se ha quedado entre los buenos recuerdos de muchos malagueños. Ni que decir tiene que los compañeros de la desaparecida fábrica, de la que hoy sólo queda la chimenea, volverán a reunirse cuanto antes.