­Diciembre para Rafael Correa es el mes de sentirse orgulloso por el trabajo bien hecho. Un trabajo que ha durado unos 300 días, aunque «el belenista todo el año piensa en Belén», reflexiona este malagueño que lleva 46 años dedicándose a una afición que le viene desde niño a pesar de que no sabe bien por qué.

Desde su jubilación, hace 15 años, lo hace de una manera más profesional. Empieza en marzo y durante diez meses, muy poco a poco y con muchas pruebas de por medio, Correa va colocando figuras, modificando otras, creando nuevos escenarios, maquinando qué novedad incorporará y quitando el poco polvo que puedan tener los cientos de figuras que almacena en una estantería de su garaje, pues solo están allí -ordenadas por categorías- alrededor de un mes y medio. El tiempo entre recoger y volver a montar los 40 metros cuadrados de belén que atesora en el garaje de su casa, ubicada en Puertosol.

«Yo era marino mercante», señala Correa. Pero cualquiera podría pensar que su vida laboral fue como fontanero, electricista, albañil o carpintero, pues ahora realiza por su cuenta todas esas profesiones para montar su gran obra. «No tengo ninguna ayuda, todo me lo invento yo». Desde hacer uno a uno los ladrillos de poliespán del fuerte o la entrada a Belén, montar las 120 líneas de electricidad -que este año son LED- que dan luz a todas las casas del pueblo o movimiento a algunas figuras, hasta hacer un circuito cerrado de agua para que las cinco fuentes distribuidas por el belén cuenten con agua. «Nadie me ayuda y no le pido opinión a nadie, pero tengo a la mejor crítica: mi mujer. Ella no quiere saber nada, pero cuando está terminado le encanta venir a decir lo que le gusta y lo que no», dice entre risas Rafael Correa.

Sea como fuere el resultado es «gratificante porque estás trabajando mucho tiempo en algo que al final sale como tú quieres». Este año el resultado es un nacimiento en forma de ele que lleva narración incorporada. Así, una voz va contando durante quince minutos cómo sucedió la historia del nacimiento de Jesús, y según la escena que describa una luz alumbra esa parte. Desde la entrada a Belén, la inscripción en el edicto de César Augusto, la búsqueda de alojamiento en la posada, el asentamiento en el establo, el anuncio del ángel Gabriel, la llegada de los Reyes Magos, la matanza de los bebés a manos de los romanos o la huida hacia Egipto, todo está perfectamente escenificado en este belén.

430 figuras

En total, 430 figuras de 21 centímetros (compradas en Málaga, Madrid, Murcia o Sevilla, entre otras) conforman esta obra, además de 90 ovejas, 20 puestos de mercado, 15 figuras con movimiento y 5.000 miniaturas entre botijos, platos, comida y otros. Además, la arena de este nacimiento a doble altura y realizado sobre una estructura metálica para poder montarlo desde encima la recoge Correa de un arroyo de la cantera de Alhaurín el Grande.

Asimismo, hace un guiño a su tierra e incorpora cinco motivos malagueños para que aquellos que lo visitan se vean obligados a recorrer los cinco metros de ancho por nueve de largo estando muy atentos. Una barca con espetos, un biznaguero, un cenachero, una figura en homenaje a Picasso y un puesto con sombreros de verdiales son estos elementos típicos de Málaga que le otorgan un toque andaluz a la historia. Además, hay otra pieza malagueña, aunque esta cuesta más encontrarla: varias jarras de cervezas Victoria.

El belén no está abierto al público en general desde hace tres años, cuando Correa recibía a los colegios de alrededor. Pero desde que fundó la Asociación de Belenistas de Málaga junto a otros aficionados a este arte explica que no tenía tiempo para recibirlos y centrarse como a él le gusta en su propio belén. Así que ahora que ya no participa en la asociación hace un esfuerzo para que amigos o conocidos acudan a ver su obra.

El secreto de este nacimiento tan detallista es, además de que la mayoría está hecho con sus manos, «el amor y las ganas» que le pone. Gracias a ello ha conseguido pasar de un pequeño belén que montaba encima del mueble bar de su antigua casa hasta este espacio que se ha convertido en su santuario. Correa espera que su afición, ya que no la han continuado sus hijos, la siga alguno de sus nietos.