Lleva 19 años en Málaga, aunque es de origen chileno. Seguro que lo has visto si has paseado por el Centro de Málaga, junto a la Catedral. Rodeado de público viendo cómo pinta. O en el programa de El Hormiguero, que lo hizo famoso hace apenas un mes. Sólo necesita tres minutos y sus dedos para hacer un cuadro que deje cara de asombro al espectáculo. Puro espectáculo y arte.

Este es Fabián Marcel. Un pintor que maneja sus dedos con una habilidad fuera de toda duda. Pinta con una rapidez eléctrica. Ve el cuadro donde la gente ve un cristal vacío o manchas de pintura al óleo. Con unos rápidos movimientos van apareciendo paisajes idílicos. En un pestañeo el cristal ha pasado de ser un borrón de colores a un paisaje. Dos pestañeos y está enmarcado.

Llegó a Málaga por primera vez en 1999 y se enamoró de la ciudad. Empezó repitiendo visitas y desde hace 12 años tiene su vivienda aquí. Aunque no para de viajas. 31 países en los últimos 30 años y cuatro continentes. Con humor dice que le falta ir a Australia para haber estado en los cinco continentes. Sólo necesita un poco de óleo para poner en marcha su don y su pasión, el de la pintura. Aunque ahora representa paisajes, no es lo único que ha hecho. Ha pintado murales con esprais, retratos, caricaturas, ha moldeado latón o pintado miniaturas. Así ha conseguido convertir su pasión en su forma de vida.

Aunque siempre le gustó pintar, un accidente le llevó de lleno a dedicarse a ello. Fue un golpe de mala suerte. Tenía diez años, corría por un sendero por el que había pasado cientos de veces. Se despistó. No vio que estaba cortada porque lo estaban arreglando y cayó por un cerro sobre unas piedras. Un fuerte golpe en la cabeza lo dejó ciego durante un año e inmóvil otro año y medio. Pintar no sólo fue su refugio. Se convirtió así en una forma de crecer y en una oportunidad.

No es raro, cuando no está viajando, verlo pintar a una velocidad vertiginosa y con precisión asombrosa junto a la Catedral. Decena de personas miran asombrados esa rara habilidad. Fueron cientos de miles, millones, los que lo vieron en El Hormiguero. Desde entonces su vida parece que gira a la velocidad de sus dedos. Pero sin perder la perspectiva y la precisión que le permite dar color a su vida y a la de los que compran sus cuadros.