El 1 de enero de 1899, miles de malagueños se reunieron a las dos de la tarde en la Alameda Principal, frente a la joven calle Larios, para ver cómo el obispo de Málaga, don Juan Muñoz-Herrera, descorría unas cortinas azules tirando de un cordón y dejaba al descubierto el soberbio monumento a Manuel Domingo Larios y Larios. La obra, realizada por suscripción popular, era el homenaje de la ciudad al segundo marqués de Larios, fallecido cuatro años antes en París.

El valenciano Mariano Benlliure, que se había impuesto en un concurso a otros dos escultores, había realizado la obra en Roma y tuvo el detalle de inmortalizar al aristócrata malagueño mucho más alto y sobre todo, delgado, de lo que fue en la realidad.

La obra, por cierto, la realizó en su taller de Roma, aunque el gran escultor acudió a Málaga para ultimar la colocación de la obra en un sitio privilegiado: el que ocupaba la fuente de Génova, que para dejar espacio al marqués fue enviada al otro extremo de la Alameda, junto al puente de Tetuán.

120 años después de esta efeméride, el marqués no ha podido asistir a su cumpleaños en su lugar de siempre, pero lo cierto es que se encuentra en franca mejoría, en el quirófano: Tras casi tres meses desde que fuera enviado a los talleres de la empresa Chapitel de Antequera, su proceso de restauración «ya se encuentra al 60 por ciento», informó Rafael Ruiz de la Linde, gerente de Chapitel.

El objetivo es que el marqués quede casi como el primer día para mediados de este mes, aunque la colocación en su nuevo emplazamiento dependerá de las obras de reforma de la Alameda. La base del monumento será restaurada y limpiada en la Alameda, por lo que dependerá «de la colocación de la figura y la culminación de las obras y del basamento», comentó Rafael Ruiz de la Linde.

La estatua de bronce de Benlliure no recibía una puesta a punto desde que, tras la Guerra Civil, fue reparada después de los actos vandálicos de 1931: la estatua fue lanzada a aguas del Puerto y le partieron la cabeza, así que el propio Benlliure tuvo que restaurar su obra, retocarla, soldarla y darle pátina.

La puesta a punto

En esta ocasión, la restauración que está recibiendo don Manuel consiste en un cepillado con brocha para retirarle el polvo, un lavado con agua destilada y jabón neutro, se le aplican papeletas de celulosa impregnadas con agua destilada para extraer las sales por absorción; luego viene la limpieza con agua destilada y alcohol al 50 por ciento, y el cepillado para retirar las costras de corrosión.

Por último, se le da una mano de citrato de amonio con una brocha de pelo suave y, como inhibidor de la corrosión, se aplica benzotriazol al 3 por ciento, y una capa de cera para matizar el brillo del producto protector.

La empresa Chapitel también está restaurando la Alegoría del Trabajo que forma parte del monumento. El mejor regalo cuando se soplan, tal día como ayer, 120 velas.