Un viejo soldado del Regimiento Provincial de Soria, con más sueño que remordimientos, bosteza en la fría mañana del 11 de diciembre de 1831 en la playa de San Andrés, que recibe el nombre del convento carmelita que está próximo a la playa. Enfrente del somnoliento soldado y sus compañeros de pelotón, un grupo de presos pasa los últimos minutos sobre la Tierra.

El pintor Leonardo Fernández ha pintado con gran realismo y veracidad histórica el fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, una obra que supone una vuelta de tuerca al archifamoso cuadro del fusilamiento pintada por el alicantino Antonio Gisbert hacia 1888 y que se encuentra en el Museo del Prado. La versión del pintor malagueño puede verse esos días al comienzo de la exposición La Pasión según Leonardo Fernández, en el Museo de las Cofradías, de San Julián, que estará abierta hasta el próximo enero.

Leonardo Fernández cuenta que su versión la ha ido realizando en su taller de la zona de Las Pirámides con bastante discreción, para no dar pistas: «Lo he tenido guardado con una cortina, porque doy clases de pintura, para que no se corra la voz», detalla.

Frente al innegable romanticismo de Gisbert, el pintor malagueño ha abogado por el realismo y la precisión histórica. De lo primero, dan fe los modelos reales que ha empleado y que no han sido otros que algunos de los miembros de la Asociación Histórico Cultural Torrijos 1831, la entidad que le propuso el cuadro.

Rejuvenecer

Y así, uno de los frailes carmelitas, con la clásica tonsura, no es otro que el presidente de Torrijos, 1831, Esteban Alcántara, mientras que de general madrileño hace Jesús Rivera, expresidente y la persona que lo interpreta en la pieza Réquiem por Torrijos. Eso sí, los ha adaptado a los personajes reales: «Los modelos eran todos jubilados y he tenido que ponerlos a todos con 45, 50 años y en algunos casos, a uno que estaba calvo, con pelo o adelgazarlos», sonríe.

En cuanto a la precisión histórica, sólo hay que ver esta suerte de fotografía pictórica de ese diciembre de 1831 de cielos revueltos en el que se aprecian con todo detalle elementos como la capilla del Puerto, la Farola sin los añadidos posteriores o el emplazamiento del convento perchelero del Carmen en las afueras de la ciudad, separado de Málaga, «porque no estaban ni la calle Cuarteles ni Ancha del Carmen». El artista destaca que se ha documentado mucho, «más con libros que con grabados, que no eran muy exactos», cuenta.

Leonardo Fernández ha realizado diez bocetos previos y para hacer realidad un cuadro con tantas personas ha ido pintando a los modelos de tres en tres en su taller.

El resultado es una obra llena de vida a la que, explica el pintor, ha dedicado «muchísimo trabajo». Por eso, su deseo sería que lo adquiriera el Ayuntamiento de Málaga, para que permaneciera en la ciudad que vio morir a Torrijos y a sus hombres.

La obra podrá verse de nuevo en febrero en una exposición sobre el artista en el Archivo Municipal.