Se abre un inmenso campo de interrogantes políticos en Andalucía. Tras 36 años de gobiernos socialistas, la alternancia ha tenido lugar y serán no pocos los usos y costumbres que variarán. Para empezar, el Gobierno tendrá una estructura distinta, unas delegaciones provinciales diferentes, unas competencias distintamente repartidas respecto a lo que estábamos acostumbrados. Pero sobre todo, sea cual sea la forma u organigrama, está claro que las prioridades y los olvidos serán otros. El Gobierno de centro derecha que representan Ciudadanos y Partido Popular, auxiliados desde fuera por Vox, tendrá entre sus ejes practicar una política económica de corte liberal, con una fuerte bajada de impuestos. Una de sus divisas ha sido eliminar el de sucesiones del todo. Esto, combinado con un plan de choque por el empleo, que tantas veces ha prometido Juanma Moreno Bonilla, es algo en lo que naranjas y populares están de acuerdo y con lo que, estiman, podría reactivarse el crecimiento andaluz. A partir de ahí el tiempo dirá si el Gobierno se configura como dos ejecutivos paralelos (cada partido a su aire en sus áreas como ya pasó con PSOE-PA aunque no tanto en el PSOE-IU) o existe coherencia de acción. Ambos están de acuerdo en potenciar el agro andaluz, en fomentar la cultura de corte tradicional, en aliviar a los autónomos y en otras cuestiones, pero sin duda (y ahí es donde estará el mayor encono y enfrentamiento político andaluz con la oposición) el bipartito o tripartito, como se prefiera llamarlo, va a ejercer también un gran trabajo de reversión de lo hecho por los socialistas.

Más allá de que deroguen o no leyes como las de violencia de género o memoria histórica, está claro que no van a potenciar estos asuntos ni van a «echarle» más presupuesto. Cambiarán también la imagen (logos, etc) de la Junta, cambiarán lenguaje y usos. Adelgazarán Canal Sur. Es una incógnita ver qué harán con la sanidad, aunque el ala más centrista del PP es partidaria de una madrileñización, es decir, de una gestión de lo público al estilo privado. Incluso privatizando. En cualquier caso, el PSOE ya creó empresas públicas para gestionar hospitales. La educación puede ser otro campo de batalla. Tal vez comprueben con decepción que a los niños no se les adoctrina o tal vez crean que se les adoctrina demasiado, pero está claro que en los textos de libre configuración que de ellos dependa se hablará más de la unidad de España que de Blas Infante. Ciudadanos nació como reacción al nacionalismo catalán, no lo olvidemos. El PP es fuertemente nacionalista español y sobre Vox no hace falta recordar nada.

Una cuestión muy importante también va a ser cómo van a afrontar la poda de ese árbol que ellos calculan gigantesco y que es la Administración en sí y el personal laboral y funcionarial. Juan Marín ha anunciado no pocas veces que hay duplicidades. Ciudadanos, ya lo ha hecho en la Diputación y el Ayuntamiento de Málaga, no tiene reparo en tildar lo que no le gusta de «chiringuito» y forzar su cierre o extinción poniendo de patitas en la calle a quien haga falta. Hay recelo y hasta cierto miedo o incertidumbre en los empleados públicos andaluces. El lugar común indica que, por contra, el PP, acostumbrado como partido a todo tipo de situaciones, llegará, verá, apartará, cambiará y meterá a los suyos, pero no disminuirá plantillas. Lo ha hecho en las diputaciones. En cualquier caso, es Ciudadanos el que más ha hablado de inflación funcionarial.

Incógnitas. Una que se despeja está en el campo de la oposición. Susana Díaz anuncia que se queda y que será candidata en las próximas elecciones. Se ve fuerte y controla el partido. Pero habrá voces que le discutan el liderazgo. Además de que no tiene adonde ir, se queda porque ha ganado las elecciones, porque atesora un gran capital político y porque espera que la legislatura sea bronca, corta, agitada y catalizadora de una movilización de las izquierdas. Sigue siendo también en cierta forma el referente del PSOE no sanchista, de ese PSOE más apegado al jacobinismo y no tan federal. Pero ella, el PSOE y Sánchez habrán en pocos meses de cruzar ese complicado río que son las elecciones municipales. Será difícil que los socialistas salgan bien parados de esta cita, a tenor de las previsiones, de los sondeos y del auge de Vox, que podría dar muchos votos y consistorios al PP, aunque no es menor el debate en Ciudadanos sobre con quién se ha de pactar y cómo les perjudica que se les asocie con la derecha extrema populista. Díaz y Sánchez podrían pugnar de nuevo por el partido, en un contexto en el que ambos quedaran debilitados por unos resultados en las municipales que no les fueran muy favorables.

En la acción de Gobierno también será importante la pátina que Ciudadanos quiera dar para hacerse pasar por partido centrista y reformista frente a las tensiones surgidas por su derecha. Complicado será para el tripartito conservador sacar adelante en el Parlamento no pocas normas y leyes. Falta por ver si Vox opta por ser outsider o se blanquea y adapta al parlamentarismo. Su nivel de exigencias (o su capacidad para protagonizar debates sobre asuntos en los que se sienten radicalmente cómodos) pueden marcar la legislatura andaluza.

De importancia también será, dentro de las complicadas tensiones localistas, ver cómo se comporta un presidente malagueño, o sea, un presidente por primera vez no de la Andalucía occidental. La pujanza de Málaga puede ser premiada aunque no pocos analistas consideran que la Junta es en sí misma un ente con tendencia al centralismo. Poco hablan ya los populares, como prometieron hace años, de radicar, instalar instituciones autonómicas, como la Consejería de Turismo, en Málaga. Puede que incluso ni la gestione ellos y sí Ciudadanos.

El discurso más radical puede protagonizarlo Adelante Andalucía, el discurso más izquierdista. Llamados están los de Teresa Rodríguez a ser los Pepito Grillo, aunque no sólo atacarán a la derecha, también a los socialistas, con los que sin embargo por contra tendrá que aliarse en no pocas votaciones. Ahí un problema: la mala sintonía entre Díaz y Rodríguez.