Remedios pide a gritos respeto. Respeto y empatía. Está cansada de que su calle se haya convertido en la más visitada de El Palo. No quiere ver ninguna cámara ni a ningún periodista deambulando por allí. Traspasando los límites del derecho a informar. Pide que se piense en su hija Vicky, que lleva más de 48 horas viviendo un auténtico calvario desde que el pequeño Julen cayó el domingo a más de 100 metros de profundidad en un pozo de sondeo de una finca del municipio de Totalán.

Cuando sale Remedios de su casa, su hermana Elena entra en la suya. Una vivienda que comparte con su sobrina Vicky y su marido, José, y, por supuesto, el pequeño Julen. Elena ha decidido atender solo a la prensa escrita. No come, sus ojeras confirman que no duerme, y su pijama advierte de su desidia.

«No puede volver a pasarle lo mismo a mi sobrina. No pueden perder otro hijo», repite como un mantra Elena, que se aferra a que la vida no puede ser tan injusta para mantener viva la esperanza. Está segura de que Julen volverá a esa calle que ahora es toda angustia y tensión y la volverá a colorear con su simpatía y su afición por las pelotas. Siempre va con una bajo el brazo, dice con la voz quebrada. También cree que su hermano, Oliver -que murió en 2017 por una cardiopatía-, estará «haciendo un milagrito» para que se salve. «Aunque sea con un brazo partido, pero que lo saquen vivo», pide la tía abuela del pequeño.

«Por favor, quitaos de ahí que al final os va a escuchar», dice entre susurros otra familiar mientras Elena atiende a La Opinión. La bisabuela de Julen vive justo al lado. Pasa de los 80 años y no han querido decirle nada para no preocuparla, a pesar de que ella ya está atando cabos. «Nos pregunta que dónde está, que ya lleva unos días sin verlo» y, además, ha escuchado algo en televisión. Para calmarla «le decimos que el chiquillo del que hablan es Juli, y que el suyo se llama Julen».

Rompe a llorar cada dos palabras. «Que no, que no Elena, que el niño en nada está por aquí jugando», le espeta un vecino cada vez que sus ojos deciden desahogarse. Los vecinos de esta calle en la que viven los padres del pequeño y los abuelos están volcados con la familia. «Aquí nos conocemos todos y todos estamos igual», dice una vecina que reside a unos metros de Julen y que describe con «angustia» el momento.

Julen y sus padres fueron a comer «un arroz» a la finca de un primo de José, el padre del pequeño, el domingo. Y desde entonces están allí. «No han bajado, ¿cómo van a bajar? Es su hijo», dice Elena, que afirma que no ha podido hablar con los padres hasta ayer por la mañana. Y solo han intercambiado dos palabras. «Los psicólogos les quitan el teléfono».

«La típica comida que hacemos en el campo», le dice Carlos, un vecino, a otro, lamentando que se truncara el día de esa manera. Y la vida. Carlos vive casi al final de la calle. Recuerda que hace unas semanas Julen entró a su casa porque la pelota con la que jugaba se coló por su puerta. «Aquí tenemos las puertas abiertas», dice, nostálgico porque esa unión vecinal se esté perdiendo con las nuevas zonas del barrio y lamenta la situación que le está tocando vivir a esta familia tan conocida y querida en Las Protegidas, como se conoce a esta zona de El Palo.

«Cada día una cosa»

El padre de Julen, en declaraciones a varios medios, ha criticado que están recibiendo «muchos tuits de apoyo, pero medios ninguno». Una denuncia que comparte la tía abuela del pequeño, que explica que «no es que no se esté haciendo nada», pues reconoce el esfuerzo y la dificultad de la situación para los cuerpos desplazados, sino que «no se puede hacer cada día una cosa». «El domingo empezaron haciendo una cosa, el lunes otra y hoy -por ayer- están haciendo otra», indica inquieta sabiendo que las horas juegan en contra de su familia, de la vida de su sobrino nieto.

Elena también lamenta las «mentiras» que está teniendo que escuchar en alguna que otra cadena de televisión. «Si hubiera tenido el teléfono hubiese llamado a Antena 3 para decirle que ojalá tuviese yo al niño en la casa», dice sobre las especulaciones sobre si Julen está o no verdaderamente en el pozo. Recuerda que han encontrado la bolsa de las chucherías, una que ella misma afirma haber guardado días antes para evitar que se atiborrara.

Remedios sale y se despide Elena. En este pasaje de Las Protegidas la vida se ha parado y el triciclo verde de Julen sigue en la puerta aguardando su llegada.