Las historias tristes también tienen a sus héroes. Son ellos. Fotografía a pie de pozo de buena parte del equipo humano que ha intentado lo que a todas luces parecía imposible: recuperar a Julen aunque fuera con un aliento de vida. Un posado serio, sin motivos para la sonrisa pese al gran trabajo hecho. En especial, de los mineros, encargados de lo más delicado, excavar a mano la galería para llegar hasta el pequeño. "Ver que podemos aplicar de la práctica minera para el rescate". Así nos explicaba su trabajo Sergio Tuñón, el ingeniero jefe y director técnico de la brigada en su último gran rescate, en una cueva en 2017. Trabajó en el pozo Nicolasa, donde el padre de Lázaro Alves murió en 1995 en uno de los accidentes más graves de la minería española. Lázaro fue también minero hasta incorporarse a la Brigada. La mina en la sangre. Como Antonio Ortega, hijo de un actuario y una de las incorporaciones al equipo más recientes, junto a José Antonio Huerta, dos hijos, Adrián Villarroel, una hija y, también una hija, Rubén García, el último en llegar. Un tándem perfecto junto a los veteranos Maudilio Suárez y Jesús Fernández, más de una década desempeñando esta labor. Con ellos, los bomberos y los guardias civiles: TEDAX, GEAS, SEPRONA, judicial y montaña, como Nicolás. "Lo hemos dado todo. Hasta las 6 ó 7 de la mañana que hemos terminado y aquí estamos todavía". Unidades distintas, un sólo equipo, codo con codo con un objetivo: encontrar a Julen, como explica Alfredo González, sargento de los GEAS. "Teníamos una pequeña esperanza de que estaría con vida". "La mente va por libre", reconoce Nicolás. "Y más cuando tenemos hijos, hijos de esa edad. Otros compañeros, también. Y se hace más difícil, más cuesta arriba, pero bueno". "Tengo un pupurrí de cosas en la cabeza que una vez esté en casa pues se establecerán y seguiremos viviendo", se lamentaba el sargento González. Circunstancia fatal, la muerte del pequeño, que no empaña su encomiable desempeño.