La primera revista científica de Andalucía surgió de la Academia Malagueña de Ciencias, nacida en 1872 con el nombre de Sociedad Malagueña de Ciencias. En el páramo cultural de los años 50 del siglo pasado, los estudiantes de Ciencias de Málaga podían consultar en la sede revistas en inglés como National Geographic o los últimos libros de ingeniería.

«Era nuestra segunda casa, esa que habría que recuperar por su abolengo y por su historia», recuerda el malagueño Manuel Fernández Cánovas, catedrático de la Politécnica de Madrid y académico de Ciencias.

Esa «segunda casa», donde por cierto nacieron los colegios oficiales de médicos y farmacéuticos de Málaga, es la sede oficial que la Academia Malagueña de Ciencias ocupó pocos años después de su fundación, a partir de 1878 y hasta el año 1973, en concreto una parte del antiguo colegio jesuita de San Sebastián, en donde hoy tienen su sede entidades como el Ateneo de Málaga, la Sociedad Económica de Amigos del País o el Colegio de Prácticas Número 1.

La academia malagueña tuvo su sede oficial en este edificio durante 95 años y hace ahora un siglo, en diciembre de 1918, una Real Orden reconoció el derecho «a ocupar indefinida y gratuitamente el local en que actualmente se halla instalada en el edificio de San Telmo».

Sin embargo, en 1972, por el mal estado de los desagües y del suelo del patio de la Normal las instalaciones se inundan. Meses más tarde, se crea la Universidad de Málaga y en previsión de que pueda necesitar este espacio para albergar la Biblioteca General de la Universidad, la institución firma en 1973 un convenio con la UMA por el que le cede todo su material científico en depósito y el uso de su local.

A cambio, la Universidad de Málaga se compromete a gestionar con el Ministerio de Educación la llegada de la Biblioteca General tras las obras necesarias y a que se reserve «el local que se estime oportuno para la Sociedad Malagueña de Ciencias».

Las previsiones cambiaron y en lugar de la biblioteca o de una escuela de formación del profesorado que sustituyera a la Escuela Normal de Magisterio se instalaron dos grupos del hoy Colegio de Prácticas Número 1.

3.000 libros desaparecidos

En cuanto al patrimonio de la institución académica, la salida de la plaza de la Constitución supuso su dispersión: parte del mobiliario histórico sigue todavía en el Colegio de Prácticas, mientras a otra parte se le perdió la pista, como miles de libros de su biblioteca científica, que tenía unos 11.000 volúmenes.

«Ahora mismo tenemos 8.000, el resto se perdió», cuenta esta semana el oculista Fernando Orellana, presidente de la Academia Malagueña de Ciencias, que explica que este fondo histórico se encuentra dentro de la Biblioteca General de la Universidad, en Teatinos, «en un solo cuerpo», después de lograr reintegrar algunos volúmenes repartidos por departamentos de la UMA.

También se dividió y perdió buena parte de su museo de Ciencias, algunos de cuyos animales disecados están localizados en la Facultad de Ciencias. En cuanto a las piezas arqueológica de la academia, algunas las conserva el Museo Arqueológico.

Hasta un ingente herbario, realizado por el que fuera presidente, el prestigioso farmacéutico Modesto Laza, fue donado a la Universidad de Granada, porque la naciente Universidad de Málaga no tenía entonces medios para conservarla.

Patrimonio disperso o desaparecido, con pequeñas alegrías en estos 46 años sin la sede oficial histórica, como la recuperación de un mapa de la provincia de Málaga, ideado para los niños ciegos y sufragado por el doctor José Gálvez Ginachero, miembro de honor de la institución.

«El mapa está en depósito en el Archivo Histórico Provincial, le hemos hecho un tratamiento antixilófobo y está a la espera de ser restaurado algún día», cuenta la directora del archivo y académica Esther Cruces.

Desde 1973 hasta la actualidad han sido innumerables las gestiones ante todas las administraciones para que a la Academia Malagueña de Ciencias se le reconozca el usufructo perpetuo y gratuito de la sede, al que tiene derecho desde 1918.

A partir del 73 los académicos están «al relente», ironiza el presidente Fernando Orellana, que cuenta que las sesiones se celebraban en casa de los secretarios o en el café Puerta Oscura, de la calle Molina Lario, donde una placa recuerda estas reuniones de la junta directiva.

Una sede pequeña

En 2006 la academia consigue que el Ayuntamiento le ceda un piso en la calle Moratín, de algo más de 80 metros, insuficiente para sus actividades. «El otro día tuvimos asamblea y no cabíamos», comenta el presidente.

Fernando Orellana quiere subrayar que la Academia Malagueña de Ciencias no está en contra de ninguna de las entidades que ocupan el edificio de San Telmo ni aspira a desalojar a ninguna de ellas. Pero sí quiere dejar constancia de que, si en el futuro una parte del inmueble quedara libre, la academia reivindicará su regreso por este respaldo legal.

En todo caso, deja la puerta abierta a otras opciones; una de ellas se la planteó por carta a la entonces consejera de Educación, la exrectora Adelaida de la Calle, que también es académica: transformar el local de la plaza de la Constitución en un «centro cultural abierto, pudiendo disponer de su uso y de alguna dependencia en particular pero abierto a la ciudadanía e instituciones malagueñas».

Se trataría, comenta esta semana Fernando Orellana, de un espacio cultural al mismo nivel de la calle, sin las escaleras que hay que subir para acceder a los vecinos salones de actos del Ateneo y de la Sociedad Económica de Amigos del País.

«No aspiramos a una sede grande, sino a tener acceso a un salón de actos compartido y a una sala de reuniones», precisa.

Otra opción sería el recibir algún tipo de reconocimiento y dejarlo plasmado en el espacio que ocupó la academia, para que quede constancia de esos 95 años de actividad científica, a cambio de algún otro de la ciudad.

Para Esther Cruces, esta reivindicación de la sede histórica «es más que nada la recuperación de un símbolo, de un centro de la Ciencia pionero en Málaga, que tuvo un grupo de gente con una capacidad intelectual extraordinaria».

Entre sus miembros, por cierto, nombres tan destacados de la investigación y divulgación en Ciencias y Humanidades como Modesto Laza, Margarita Salas, Pablo Prolongo, Francisco Bejarano, Juan Temboury, José Ángel Carrera, Ricardo de Orueta, Miguel Such, José Gálvez Ginachero o Alberto Jiménez Fraud.

La Academia Malagueña de Ciencias, una de las instituciones más antiguas de la ciudad, sigue mirando a la plaza de la Constitución.