No hubo respiro para la sección de protocolo de la Diputación. A pocos minutos de empezar el pleno extraordinario para investir a Francisco Salado, todavía faltaban sillas y no quedaba muy claro cómo ubicar a las más de 200 personas que habían sido invitadas. La Diputación es la institución más importante al margen de la Junta de Andalucía. Maneja un presupuesto que supera los 300 millones. Es como si fuera su propia pequeña economía nacional dentro de la provincia. Quien controla ahora todo esto es Salado. No se sabe aún si su mandato va ser corto o largo, pero una investidura siempre supera la previsión y hubo tanta gente con intención de felicitarle en su nuevo despacho que la cosa, entre un reguero de abrazos y saludos, llegó un momento en que colapsó. Por primera vez los focos estaban puestos en él y no tanto en Elías Bendodo. Hubo un despliegue importante de cargos políticos. No faltó Francisco de la Torre y diputados compañeros como Carolina España o Avelino Barrionuevo. Como curiosidad, José María García Urbano se quedó atrancado en el ascensor y tuvo que ser rescatado. No hubo, eso sí, representación de alto voltaje dentro del PP. Quizá se echó de menos la presencia de algún dirigente nacional. Teodoro García Egea estuvo ayer en Sevilla. En blasones, después de Bendodo, la asistencia más destacada fue la Javier Aureliano García, flamante presidente de la Diputación de Almería. Como en los buenos mítines, hubo que montar una pantalla en el salón de pasos perdidos para los que se habían quedado fuera por las estrecheces del aforo. Sobre las 14.00 hora empezó a vaciarse todo. También el antiguo despacho de Bendodo, que ahora es el de Salado, y que ejercerá como lubricante de lealtades.