Las pasadas elecciones andaluzas y los pactos para formar gobierno han reavivado las preguntas entorno a la violencia de género, la ley orgánica que la regula y la preocupación por la posibilidad de una futura derogación de esta. En 2004, se aprobó la actual Ley contra la violencia de género, ahora cuestionada por Vox y para la cual, ya le han encontrado una posible sustituta: una ley de violencia intrafamiliar.

Frente a esta situación, profesionales especializados en el tema ponen de manifiesto la necesidad de conservar una legislación específica que proteja a la mujer y trabaje contra la violencia hacia ella. «Fuera ideologías, la realidad actual demanda una ley como la vigente. Soy partidario de mantenerla activa y seguir desarrollándola, ya que es completamente compatible con crear de forma paralela otras leyes que amparen a todas las demás personas», así lo afirma Fernando Gálligo, psicólogo especialista en género e igualdad, el cual ha ejercido su profesión durante más de quince años dentro del Instituto Andaluz de la Mujer.

La realidad es que desde 2004, año a partir del cual existen registros oficiales, han sido 977 las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas hombres. Durante el pasado 2018, fueron 47 las víctimas por violencia de género que hay que lamentar, de las cuales un total de 33 no había presentado denuncia. «El número de casos en los que las mujeres son las víctimas hace necesario que exista una legislación específica para ellas, sin incluirlas en una genérica», destaca Gálligo. A pesar de ello, el psicólogo especialista ve necesario la mejora de aspectos que deberían hacer aún más completa la actual ley como por ejemplo, medidas preventivas o la educación, destacando por otro lado, sus puntos fuertes: «una completa atención hacia la mujer, así como el apoyo legislativo y económico. Aunque como todo, siempre es mejorable».

La situación social presente necesita mantener la vigencia de la actual ley contra las mujeres, seguir desarrollándola y complementarla si así se fuera necesario con una amplia ley sobre la violencia hacia las personas, ya que como afirma «una triste realidad que también aflora son las agresiones que se dan entre parejas del mismo sexo, familiares, niños o abuelos».

La cifras lo ratifican, «es necesario esa ley de protección , pero crear o complementarla con una legislación que cubra a todos los demás tipos de violencia también lo es», así lo refiere Fernando, quien asegura que cada día son más los casos de agresión que se dan en otros ámbitos independientes a las relaciones mujer-hombre. También resalta que «estamos frente a un gran problema de fondo» donde no hay que quedarse con las cifras finales que se conocen en los medios, ya que existe un porcentaje de víctimas, presuntas y potenciales bastante mayor que las denuncias interpuestas. «Hay una gran bolsa de víctimas no tan conocidas, que se acogen a su derecho a no declarar por temor, las que retiran las denuncias o las que ese miedo les hace no presentarse a declarar», destaca Gálligo.

Doméstica vs. De género

Los últimos acontecimientos sociales y políticos que ha vivido el país, están poniendo sobre la mesa el uso incorrecto y la errónea equiparación de dos conceptos que no son iguales: violencia doméstica, frente a violencia de género. La primera es aquella que se produce en el hogar y puede ejercerla o sufrirla cualquier miembro del núcleo familiar. Esta supondría cometer un delito de malos tratos continuados contra personas a las que se está vinculado familiarmente como por ejemplo, de un padre hacia su hijo, hacia un abuelo, nieto o entre hermanos. Este tipo de violencia está protegida desde 1995 con la inclusión en el Código Penal del artículo 173 y por su modificación posterior, que derivó en la Ley Orgánica 1/2015, de 30 de marzo.

En cambio, la violencia de género es aquella que se produce contra la mujer por el mero hecho de serlo, ya sea dentro o fuera del hogar, en el trabajo o cualquier otro ámbito. Este tipo de agresiones se fundamenta en la superioridad del sexo masculino frente al femenino, comprendiendo tanto actos físicos como psíquicos. «Dentro de este concepto no nos podemos quedar solo en lo físico, también se engloban los maltratos verbales, el afectivo, el psicológico o económico», hace especial hincapié el psicólogo, Fernando Gálligo.

La importancia de la educación para prevenir este tipo de violencia relacionada con el machismo es uno de los aspectos que destaca, «Aprender a fomentar el autoestima, desarrollar relaciones igualitarias y sanas en las que todos los individuos tengan el mismo valor y oportunidades, así como saber resolver los conflictos entre parejas es clave para prevenir la violencia machista». Gálligo ha reflejado este aspecto como básico en libros como Mejorando mis relaciones personales o SOS. Mi chico me pega.