La ciudad es hoy día el escenario perfecto para la promoción turística. Tras el sol y la playa, el turismo urbano ocupa el podium de las preferencias de los viajeros de todo el mundo y Málaga, en ese aspecto, lo concentra todo.

Este fenómeno se vive con especial ímpetu en toda la Costa del Sol, ya que desde hace diez años tanto el número de pernoctaciones como el de viajeros que han visitado la provincia ha experimentado un crecimiento espectacular y abrumador. En el año 2000, poco más de 500.000 turistas visitaban la ciudad, sólo durante el pasado 2018 y según datos del Instituto Nacional de Estadística, se registraron unos 5.420.900, cerca de 0,5 por ciento más respecto a 2017, y en referencia a los alojamientos, el pasado ejercicio tuvo un volumen de cerca de 20 millones de pernoctaciones.

Datos como estos, y el continuo desarrollo que concretamente la capital está sufriendo, parece indicar que seguirá intensificándose en los próximos años, ya que la respuesta del sector ha sido incrementar los servicios hosteleros, así como los alojamientos tanto reglados como informales. Esta reacción está dando lugar a una congestión y masificación de las zonas turísticas.

Como señalan algunos especialistas en el sector, esta tendencia no resulta sostenible incluso en términos empresariales, ya que amenazan propiamente a la carga de los destinos turísticos, en esta caso a lo que puede soportar Málaga capital. Fernando Almedia, profesor del departamento de Geografía de la Universidad de Málaga e investigador de la situación turística en la provincia señala que "la ciudad está consiguiendo atraer grandes cantidades de turistas, demasiados, sin una búsqueda específica, la oferta la determina este y la situación estratégica de la capital. Pero este crecimiento forma parte de un ciclo explosivo de crecimiento, que como cualquier otro cambiará para dar paso a uno de marginalidad".

Es tal la presencia del turismo que muchos podrían pensar que esta realidad siempre ha sido compañera inseparable de Málaga. Pero lo cierto es que la especialización de esta como destino turístico ha sido un fenómeno relativamente reciente, sólo hay que mirar veinte años atrás cuando no competía en ninguna clasificación de destinos y los turistas tanto españoles como extranjeros, preferían visitar algún municipio de la Costa del Sol que pasar unos días en la capital de la provincia.

Málaga pedía a gritos tener turismo, para ello se realizó una reforma integra del casco histórico, se peatonizó y progresivamente se cambió el uso de las calles, se fueron asentando locales de ocio, tiendas y una de las cosas más importantes bajo las que se trabajó, establecer una completa oferta cultural sumergida sobre todo en museos como el Pìcasso, Thyssen, CAC, Pompidou, Museo Ruso o el Museo de Málaga entre muchos otros.

La capital pasó de desapercibida a convertirse en la ciudad de los museos, el sol y la playa, una combinación perfecta para todos aquellos que quieren disfrutar de unas vacaciones. "El turismo ha sido y es un objetivo importante para la ciudad de Málaga. Hasta los años noventa el turismo fue algo secundario, a partir del 2000 comienza a ser importante y a tener un cierto presupuesto, y en los últimos 10 años ha habido un fuerte crecimiento y se hace una gran apuesta por el turismo desde el Ayuntamiento. El elemento más evidente es la proliferación de museos", señala Almedia, quien también destaca que a pesar de este grandioso desarrollo "todavía no hay un ente profesional de gestión del destino, es decir, un patronato de turismo".

El residente del gran perjudicado

Es indudable todos los beneficios que han nacido a raíz de la actividad turística en la ciudad. Ya no es la misma que hace diez años, ofrece múltiples servicios que la han rediseñado como un referente multicultural en todo el mundo, por ejemplo, este pasado año, el Observatorio de la Cultura, sitúo a Málaga como la quinta ciudad cultural de España, junto a Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia.

Pero este beneficio, no se refleja en las experiencias del propio residente en las zonas más turísticas, los cuales se están concentrando y asociando para demandar regulaciones al respecto y medidas de control frente a esa masiva llegada que está cambiando sus hábitos de vida y obligándolos a convivir cara a cara con los aspectos negativos del que fuera ese tan deseado turismo.

Para el profesor Almeida, las consecuencias son sociales, culturales, económicas y ambientales. Algunas de las consecuencias son la expulsión de los residentes del centro por el incremento de las rentas o la imposible convivencia con los apartamentos turísticos y falta de apoyos, ausencia del comercio básico para comprar, carencia de equipamientos como centro de mayores o colegios, generación de más residuos provocados por la restauración, comercio monotemático, pérdidas de referentes culturales propios, etc. "Se tematiza el centro y se convierte en un parque temático de ocio. Y cuando cambie la dinámica tendremos un centro sin personas y peligroso".

En el caso de los residentes, "es lógico que demanden un derecho a la ciudad, ya que tenemos derechos como ciudadanos y entre otros, a vivir". Esto es absolutamente esencial en los espacios en los que los residentes ya estaban viviendo antes de que aparecieran otras actividades. "Estos derechos son vulnerados también por las numerosas y continuas actividades que programa el ayuntamiento como por ejemplo, procesiones, traslado de todas las cofradías, ensayos de porteadores, celebraciones de todo tipo de eventos, feria, masificación de ocio nocturno y un larguísimo etc".

La realidad que está viviendo el residente se ve reflejada en los datos de despoblamiento que el casco histórico lleva sufriendo desde hace más de diez años. Según el último informe realizado por el Observatorio de Medio Ambiente Urbano de Málaga (OMAU), el casco histórico ha perdido en veinte años cerca de 28.000 vecinos y ahora, sólo están censadas unas 4.600 personas.

A estas cifras se le suman las de las zonas más concurridas que se reflejan en el informe 'La ciudad antigua como referente turístico y su capacidad de carga', también realizado por OMAU, y el cual señalaba que en la gran manzana de Beatas-Tomas de Cozar la población había disminuido un 11% entre 2007 y 2015 debido a los problemas derivados del ruido y de las molestias nocturnas, coincidiendo físicamente con las parcelas catastrales de mayor pérdida de población con los usos de restaurantes y sobre todo de bares de copas.

Un turismo sostenible y el derecho a la ciudad de los residentes

La Organización Mundial del Turismo (OMT) aprobó en 1999 el Código Ético Mundial para el Turismo. En el artículo 7º de este documento se afirma "el derecho al turismo para todos" y se da a entender que este es un derecho humano, porque presupone la suma de dos derechos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: el que hace referencia a la libre movilidad de las personas y el del derecho al descanso y a las vacaciones pagadas.

Como una solución a tal problemática, entre turismo, falta de regulación y residentes existen alternativas como la definida ya hace casi diez años por la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Málaga, quien hace referencia a un turismo sostenible como "el equilibrio entre el máximo aprovechamiento que se puede realizar de los recursos económicos, sociales, culturales y naturales de la zona de destino frente a la satisfacción de los visitantes y los impactos negativos que en la sociedad anfitriona o en el medio ambiente se pueden causar".

Pero no siempre se cumple, y así lo afirman desde la Asociación de Vecinos del Centro de Málaga, una agrupación de más de 5.000 residentes de la 'almendra' del centro histórico que tiene como propósito mantener la calidad de vida del barrio, haciendo compatible el desarrollo económico, social y urbanístico junto a todos los derechos cívicos, incluido el de la propia ciudad. "Hemos puesto en conocimiento al ayuntamiento todas nuestras problemáticas, presentado informes y estatus sobre lo que nos afecta como por ejemplo, la masificación del centro, regulación de terrazas, ruido y algo tan importante como los alquileres turísticos, motivo por el cual muchos vecinos deciden irse de sus casas", asegura Alejandro Villén, vicepresidente de la asociación,

Demandan su derecho a la ciudad como residentes de ella y defienden su posición de "ciudadanos 'acorralados' por el ruido y la invasión del espacio público para fines privados". A pesar de las alegaciones contempladas, tanto el consistorio como la Junta de Andalucía siguen sin dar respuesta a sus plegarias y por su parte, se limitan aprobar decretos de regulación que según ellos, "no van a ninguna parte y empeora la situación de ruido y desamparo que sufren los ciudadanos de múltiples municipios, abriendo la puerta a una verbena continua y descontrolada".

El Ayuntamiento, y así lo afirmó el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, en la mesa redonda celebrada el pasado año por la Organización Mundial de Turismo en Madrid, "apuesta por un turismo sostenible en el que se mejore de la calidad de vida de toda la ciudad. No se trata de crecer intensamente en número de turistas sino de conseguir un alto crecimiento en la calidad del turista, o sea en la capacidad de gasto, de tal manera que con menos ocupación humana se consigan los mismos o mejores resultados económicos". A pesar de estas afirmaciones, la realidad que manifiesta la asociación de vecinos es otra.

Por su parte, el profesor Fernando Almeida lo tiene claro: "la ciudad necesita un nuevo modelo de gestión turística, uno más sencillo y menos intensivo como se ha hecho en otras ocasiones y en otros sitios. Al menos no hay que concentrar tan masivamente la oferta, la ciudad es muy grande. No hay que dejar la planificación de las actividades en manos de la iniciativa privada".