Los instrumentos de música no tienen sexo femenino o masculino, por eso cualquiera de ellos puede ser tocado tanto por hombres como por mujeres. Pese a la obviedad, entre los que terminaron el Conservatorio Profesional Manuel Carra el curso pasado no hubo ningún alumno tocando arpa, mientras que ninguna alumna se animó con el fagot, la trompa, el trombón ni la percusión.

Como recuerda Susana Moya, vicedirectora del conservatorio y profesora de Lenguaje Musical, hay familias que animan a las alumnas a que no toquen instrumentos considerados masculinos, como la tuba o el trombón, «con lo bien que le quedaría el violín, el piano o la flauta».

Para acabar con este absurdo y demostrar que las mujeres tienen a su disposición todos los instrumentos de música que quieran estudiar, el Manuel Carra organizó el pasado viernes una concierto interpretado por una banda de viento y percusión de mujeres. Eso sí, como recuerda Silvia Olivero, profesora de Fundamento de Composición y directora de orquesta, hubo que llamar a alumnas de otros conservatorios de Málaga así como a profesoras y antiguas alumnas para completar la formación.

«Esa era la finalidad, dar visibilidad, porque cuando otras chicas vean que hay chicas tocando instrumentos de metal, de alguna manera esto les motiva», explica Silvia Olivero, que considera que tanto el entorno familiar como el de las propias formaciones, en la adolescencia, pueden condicionar para decantarse por un instrumento o por otro. «Su propio contexto les tira para atrás».

Por tanto no se trata, puntualiza la profesora y directora de orquesta, de establecer ningún tipo de paridad entre sexos, sino de lanzar el mensaje de que las mujeres pueden escoger el instrumento que quieran.

También las piezas escogidas para el concierto del viernes mostraron un abanico muy amplio, «desde lo más frágil a lo más enérgico y potente, porque cualquier ser humano abarca estas sensibilidades, pese a que a la mujer se le ha restado siempre la idea de fuerza y al hombre la idea de que nunca te puedes mostrar tan frágil».

Dirigidas por Silvia Olivero, una de las integrantes de la banda de mujeres ha sido Carla Guerrero, de 18 años, estudiante de bombardino que quiere terminar siendo profesional de música. En realidad, confiesa que al principio «quería tocar el clarinete», pero al final le cayó en suertes el bombardino, una tuba pequeña, «y ni me planteé cambiar».«Cuando entré aquí no había ninguna chica con tuba», comenta.

En el caso de Alicia Cortés, de 18 años, que también tocó el viernes y ya está en el Conservatorio Superior de Música, quiere enfocar su carrera hacia la música profesional o el magisterio. El saxofón también entró en su vida por casualidad, sin haberlo escogido, «pero en el momento de cogerlo dije: no sé qué es esto pero me encanta». En el Superior, por cierto, cuenta que sólo hay cinco alumnas de saxofón frente a veinticinco alumnos.

«La visibilización ayuda», está convencida Silvia Olivero.