Hace más de treinta años conocí a un señor que no era licenciado en Medicina, ni psicólogo titulado, ni enfermero€ y, para redondear su currículo, ni curandero o visionario. Sin embargo, atendía a cuantas personas de uno y otro sexo acudían a su vivienda en demanda de atención para superar algún mal para el que nadie había encontrado remedio.

Nunca aconsejaba o recetaba medicamento alguno, y por supuesto no facilitaba ningún producto ni siquiera de los que se venden en las herboristerías. No sé si vivirá o no, y que yo sepa, nunca fue objeto de sanción alguna por ejercer€ y no recurro a ninguna de las palabras antedichas: médico, curandero, psicólogo, visionario.

Por personas que acudieron en demanda de ayuda tengo constancia de sus aciertos en las terapias recomendadas. Era vegetariano o vegano como se dice ahora. Recomendaba una alimentación natural hasta extremos que me llamaron la atención.

Una de aquellas personas que acudió en demanda de ayuda, después de oír la relación de los productos alimenticios que debía preferentemente consumir, se atrevió a preguntar si a los tomates, las lechugas, las espinacas, acelgas, pepinos y otras frutas y verduras, podía agregar el aguacate.

La sorpresa fue cuando no recomendó su consumo. Extrañado le preguntó por qué no lo incluía en la dieta vegetariana.

La explicación o motivo por el que no recomendaba el aguacate le hizo reflexionar. El motivo del rechazo se basaba en que no era un fruto de esta zona, que no era de aquí, vamos. Él solo recomendaba productos naturales del lugar en el que vive. El aguacate venía de fuera.La patata, el pavo...

Ya en su casa, el hombre que se iba a someter a una dieta vegetariana a base de productos digamos malagueños y españoles, se puso a pensar sobre lo que había oído del nutricionista. Lo primero que le vino a la mente fue la patata. Recordó la ya lejana etapa colegial en la que supo que la patata no se conocía en Europa, y ni en España por supuesto, hasta el descubrimiento de América. Y la patata, hoy, se cultiva y consume no solo en América sino en los cuatro continentes restantes.

Es uno de los productos alimenticios más extendidos en el mundo. Si el dietista era tan escrupuloso como para no recomendar el aguacate porque es una fruta originaria de América -México, Guatemala€- ¿por qué no hizo lo mismo con el popular tubérculo?

Y de la patata -nuestro comunicante- pasó al tomate, también de procedencia americana€ y no agregó el mango ni el kiwi porque todavía no habían llegado a nuestras tierras. Pero se acordó también no de una fruta ni una hortaliza, sino del pavo, oriundo también del nuevo continente.

Yo apunté a mi amigo que el caballo que era una raza animal desconocida en América. Si no me equivoco, los primeros caballos que llegaron a América los llevamos los españoles con Cristóbal Colón.

Y si no hubiera sido por Colón, las películas del Oeste con John Wayne, Gary Cooper, Randolph Scott y todos los artistas de Hollywood que han trabajado en las películas donde los indios eran los malos, no se hubieron podido realizar porque no había caballos.

Bromas aparte, ¿se puede sostener la teoría de que solo debemos alimentarnos de los productos locales?

Yo, por supuesto, no voy a dejar de tomar aguacates, mangos, kiwis, tomates, pavos, rosadas, piñas tropicales, salmón, naranjas de la China y mil productos más porque no son de aquí. Y la verdad es que no me va mal mi variada dieta.

Enfermedades

Lo anterior enlaza con una larga conversación que sostuve hace muchos años con Marcelo Arce Aviñó, que desempeñaba la Jefatura de Sanidad en Málaga.

El conocimiento vino a través de su paso por el Ayuntamiento de Málaga como teniente de alcalde de Sanidad. Llegó al cargo por uno de los tres tercios establecidos para acceder a la corporación municipal. Por su condición de médico se le asignó la citada delegación. Si no recuerdo mal, él nació ocasionalmente en Cuba. Su especialidad era la dermatología y uno de sus fuertes era la epidemiología. Llegó a ser profesor de Microbiología de la Universidad de Málaga.

Una de las preocupaciones de Marcelo Arce como responsable de la Sanidad en la provincia de Málaga era la moda de adquirir en los comercios especializados o por otros conductos animales exóticos, o sea, no del entorno nacional español.

En muchos hogares malagueños a modo de mascotas, en lugar de perros, gatos y canarios, los vecinos optaron por incorporar a la vida familiar loros, cacatúas, monos y otras especies traídas de África y de forma más común de países de América central, islas caribeñas y otros lugares.

La presencia de estos animales podía acarrear enfermedades que no se podían tratar con la medicación al uso porque en el mercado no existían vacunas o fármacos que en los países de origen sí existen para combatirlas.

Aunque ya existía la OMS (Organización Mundial de la Salud), fundada en 1948, en los años de aquella conversación no se habían inventado los medios de comunicación de hoy, que en pocos segundos saltan las alarmas y se ponen en marcha los protocolos que permiten en tiempo récord atender situaciones como la que comentaba mi interlocutor.

Textualmente me dijo: «Esos animales son portadores de enfermedades desconocidas en España». Un bichito de esos simpáticos enjaulados o no en las casas particulares podía provocar una infección difícil de atajar por falta de medios e información. Hoy, posiblemente, ese peligro no exista€ ¿o sí?

Más vale tener en casa un perro, un gato, un jilguero€ que una iguana, un lorito soltando tacos o un cachorro de oso panda. Bueno, lo mejor es no tener ningún animal en casa, salvo el cabeza de familia que es animal también pero racional€ con algunas o muchas excepciones.