­Las grandes revoluciones de este siglo comienzan en internet y la de Laura Baena (Málaga, 1981) surgió, sin imaginarlo, en Twitter, donde una noche se desahogó con sus seguidores y confesó sentirse «malamadre» al no poder compaginar el cuidado de su primera hija con su carrera profesional como creativa publicitaria. Pronto, cientos de mujeres comenzaron a confesar que se sentían identificadas con la malagueña y cuatro años después el Club de Malasmadres tiene más de 600.000 seguidores por todo el mundo y se ha convertido en un lobby que lucha firmemente por desmitificar la maternidad, luchar por la conciliación y la igualdad real entre hombres y mujeres.

¿Qué es exactamente ser una «malamadre»?

Un sentimiento individual que experimenté hace unos años y conectó de manera muy rápida con una necesidad social. Había una necesidad latente de decir la verdad, de decir que nos habían engañado. Mi objetivo con el Club de Malasmadres era desmitificar la maternidad y luchar contra el mito de la Madre Perfecta, a través del humor, riéndonos de nuestros intentos fallidos por ser mejores madres cada día, luchando contra un modelo social de madre que no conecta con la realidad, abogando por no perder nuestra identidad como mujer y desterrando a esa superwoman que nos hace tanto daño.

¿En qué momento se da cuenta de que es malamadre?

Me di cuenta de que era Malamadre cuando tuve a mi primera hija hace 7 años. Cuando me di de bruces contra la realidad de la maternidad, que no era lo que tenía en mente. Y sobre todo, cuando volví al trabajo después de la baja maternal y entendí que era imposible ser madre y profesional en un país donde no se apoya la maternidad, donde no se entiende que conciliar tiene que ser un derecho para todos y todas y donde te empujan a renunciar. Me sentí mal, muy mal, hasta que me di cuenta de que no era un problema mío personal, sino un problema social, de desvinculación entre el modelo de maternidad imperante y la realidad personal que vivimos las madres de mi generación.

¿Imaginó alguna vez que había tantas madres que compartían este sentimiento?

La verdad es que comenzó todo tan de manera natural, que no pensé ni en una cosa ni en otra. Viví una crisis existencial con la maternidad, me sentí Malamadre y sentí la necesidad de compartirlo para ver si era la única de mi especie. Comencé a desahogarme en twitter, convirtiéndose en mi mejor terapia y fue muy liberador ver que eran muchísimas las mujeres que se sentían como yo, que se sentían «bichos raros» en una sociedad que te mira de reojo cuando no cumples las normas y quieres luchar por no renunciar a ver crecer a tus hijas/os pero tampoco a tu carrera profesional. Sentir que no estás sola fue increíble.

Dejó su trabajo como publicista para dedicarse a cuidar a su primera hija y ahora lidera su propio proyecto a la vez que cuida a las dos pequeñas, ¿cómo es la rutina de la malamadre jefa?

Intenso. Muy intenso (risas). El Club de Malasmadres es un proyecto maravilloso, pero muy intenso, necesita mucho esfuerzo y pasión y a veces no es fácil buscar el equilibrio. Pero a la vez para mí la maternidad es igual de importante porque ellas, mis hijas, son mi guía, son el inicio de todo y la razón para seguir luchando. Lucho a diario por conciliar, por equilibrar los dos mundos, cosa que sería imposible sin mi gran apoyo: el buenpadre.

¿Qué medidas cree que faltan en España en materia de conciliación?¿Los políticos son conscientes de la realidad que viven las madres trabajadoras?

Nos falta crear una coalición Empresas, Familias y Estado para trabajar en pro de un Plan Nacional de Conciliación, con leyes que se conviertan en palancas de cambio social. Es un problema de todos y hay que entender la conciliación como un derecho, más allá de si tienes hijos o no. Conciliar para vivir, conciliar con tu vida personal. Hay voluntad política, pero falta trabajar en la misma dirección, con un Plan Nacional que incluya medidas que calen en la sociedad. De esta voluntad compartida, lanzamos en 2015 nuestra petición en change.org que tiene más de 300.000 firmas y fue aprobada por las Cortes de Valencia por unanimidad de todos los partidos políticos e incluida en presupuesto hace unos meses. Valencia es ejemplo de si se quiere, se puede. Trabajamos con los partidos políticos y las empresas de la mano. Las que lo tienen más complicado son las pymes que carecen de recursos humanos y económicos para poder poner en marcha planes de igualdad, medidas de conciliación€ De ahí la necesidad del impulso gubernamental y de instituciones.

A las mujeres desde pequeñas nos enseñan ideales de cómo tenemos que ser en nuestro trabajo, con nuestra familia, cuando somos madres, etc. ¿Cómo transmite a sus hijas el mensaje que lanza a todas las Malasmadres del mundo?

La buenahija1 tiene 7 años y cada día me sorprende con sus ideas y con su visión del mundo y la realidad que vivimos. Me enseña cada día, por ejemplo, ella fue quien me hizo ver claramente la necesidad de comunicarnos con lenguaje inclusivo. Ella diferencia claramente entre niños y niñas y es fundamental ese cambio cultural para avanzar. Les intento educar en la diversidad, en la igualdad y en la corresponsabilidad cada día, a través de libros, de conversaciones, pero sobre todo a través del ejemplo. Ellas viven a diario la corresponsabilidad en su hogar, que es sin duda la base para el cambio social. Son feministas por naturaleza y tienen el mejor ejemplo en casa. No entienden la desigualdad, no les cabe en su cabeza no poder conseguir lo mismo que un niño. Yo les mostraré la realidad y el camino, pero nunca les cortaré las alas a conseguir sus sueños.

¿Alguna vez se ha topado con críticas por su mensaje?

Siempre digo que si tuviera haters que criticaran cada paso no podría seguir luchando. Es un proyecto muy personal, en el que pongo cada día mi alma y si supusiera un sufrimiento diario no merecería la pena. Las críticas son gratuitas y normalmente de personas que no conocen nuestro proyecto, nuestro camino o mis pensamientos, así que no les doy importancia, las dejo a un lado y continuo. Luego hay otras críticas constructivas maravillosas, que a veces duelen al principio, pero luego te hacen repensar el camino y te ayudan a crecer.

¿Hay madres que acudan al club porque no sienten el apoyo de sus parejas o su entorno?

Por supuesto. Familias hay de todos los tipos y no siempre hay un «buenpadre corresponsable» detrás de una Malamadre. La lucha de las madres divorciadas o que viven la maternidad en soledad lo tienen aún más difícil y tienen toda mi admiración. El Club de Malasmadres representamos a todas las mujeres, madres o no madres, con pareja o no, que luchan por la igualdad, por la conciliación y por no renunciar. No hay etiquetas ni un modelo de crianza único. Hay tantas maternidades como mujeres y la sororidad que vivimos en la comunidad es maravillosa y lo que me hace sentir más orgullosa.